La Nochebuena nunca ha sido tan triste en Vardø como en 1617. La isla, en el norte de Noruega, casi en el círculo ártico, vio morir a más de 40 hombres que se hundieron en 10 barcos que habían salido a pescar. ¿La razón de esa masacre? Una tormenta. ¿Las culpables? Las mujeres que se quedaron viudas, huérfanas y solas.
En una isla sin hombres, la mayoría de las féminas tuvo que tomar las redes, el arado y empezar a hacer 'trabajos de hombres'. Supervivencia lo llamaban ellas. Brujería para el resto. El poder que empezaban a ejercer asustó a algunos lensmann de la zona que no querían que se vieran como ejemplo de que lo que una mujer podía conseguir. Eso y la recién aprobada Ley de Hechicería y Brujería para la unión Dinamarca-Noruega que se estaba gestando acabó con 91 vecinas de Vardø quemadas en la hoguera, acusadas de brujas y de haber provocado la tomenta que mató a casi todos sus hombres.
El primer juicio en Vardø, apodada desde entonces la 'capital de las brujas', tuvo lugar en 1621. Según el historiador Rune Blix Hagen en la Universidad del Ártico de Noruega ya se habló de ellas como provocadoras de la tormenta. Fue el proceso más importante del norte de Noruega y uno de los más numerosos de Escandinavia.
Las crónicas cuentan que Mari Jørgensdatter fue interrogada bajo tortura el 21 de enero y acabó confensando que Satanás había venido a ella por la noche en la Navidad de 1620 para participar en un akelarre, pero también que las brujas fueron las responsables de la gran tormenta de 1617 donde murieron casi todos los hombres del poblado.
Todo ese material histórico le sirve a Kiran Millwood Hargrave para lanzar su primera novela para adultos, "Vardø. La isla de las mujeres" (Ed. Ático de los Libros), en un homenaje a estas mujeres que fueron cruelmente tratadas por la naturaleza que las dejó solas y por los hombres que temieron su poder.
El relato describe, siempre desde el punto de vista femenino, como dos años más tarde de la tragedia, un cazador de brujas escocés, Absalom Cornet, llega a la isla junto con su esposa Ursa. Allí ella ve un mundo gobernado por mujeres independientes, autosuficientes, mientras que su marido solo ve la mano del demonio y el paganismo.
Y es que junto a las mujeres que quedaron solas en Vardø, estaban también los samis (o lapones) que habitaban el interior de estas tierras desde tiempos inmemoriales y a los que el rey de Dinamarca estaba empeñado en imponer el cristianismo, a sangre y agua, por encima de cualquier ritual o tradición milenaria.
Las crónicas del macrojuicio aseguran que otra mujer, Else Knutsdatter, había confesado también, tras sufrir la prueba del agua (ser arrojada a una corriente de agua con las manos atadas en cruz sobre sus pies), que las brujas, es decir, sus vecinas, ataron tres veces una cuerda de pescar, la escupieron y la desataron para provocar que "el mar se levantara como cenizas y la gente murió", en relación a la gran tormenta.
Las sentencias fueron llegando y fueron quemando a mujeres en mutitudinarias hogueras hasta que le tocó el turno a Kirsti Sørensdatter, a la que señalaron como su líder y almirante. El libro recoge a una Kirsten independiente, con una relación más igualitaria con su marido, que le enseñó a pescar y a trabajar la tierra antes de morir en la tormenta.
Es ella la que toma el mando de los barcos, organiza a las mujeres y hasta asume el trabajo del ganado. La que las salva de morir de hambre y congeladas. Pero su ímpetu y su formación a pesar de su condición femenina, asustó tanto a los poderosos que llegaron al lugar que la persiguieron hasta convertirla en la última mujer quemada en Vardø, al menos en esa 'tanda' de persecuciones por brujería.
La mayoría de los cazadores de brujas, como en el caso de la novela, venían de Escocia, Alemania y Dinamarca. Según Liv Helene Willumsen, había una teoría muy extendida que aseguraba que el viento del norte traía el mal, sobre todo con los pueblos indígenas que no eran cristianos, y hasta alguna de estas hipótesis ubicaba la entrada al infierno en esta zona.
Aproximadamente 150 personas fueron ejecutadas por hechicería en el norte de Noruega entre 1621 y 1663, la mayoría mujeres de la zona y también algún hombre sami, que eran pintados como magos y hechiceros. Noruega, como país, quiso resarcir, en parte, el dolor de estas féminas con un homenaje a máximo nivel hace nueve años, en el que participó hasta la reina.
El 23 de junio de 2011, Sonia de Noruega inauguró el 'Steilneset Memorial a las Víctimas de los Juicios de Brujas' en Vardø. Un monumento realizado por el arquitecto Peter Zumthor y la artista Louise Bourgeois que quería homenajear a estas mujeres con una iglesia y una fortaleza a orilla del mar.