A los ojos de la mayoría, la moda y el deporte constituyen dos espectros sociales opuestos, asociados erróneamente al contraste entre lo femenino y lo masculino, la elegancia y la irracionalidad.
['Barbiecore': las claves del estilo del que todo el mundo habla]
Que ambos asumieran un papel antagonista tenía sentido para ayudar a que continuara la historia. Sin embargo, en las últimas décadas hemos presenciado una convergencia entre ambas disciplinas, impulsada por la industria de la moda, que vio una oportunidad de oro en la comodidad que ofrecía el deporte.
Una de las primeras semillas de este boom de la mode sportive, comenzó con la democratización de las sneakers como alternativa al uso de los incómodos tacones, y tuvo su origen a raíz de una huelga de transportes de la ciudad de Nueva York en 1980.
Si ponemos el fast-forward a estos factores históricos, nos topamos con que la realidad de la moda deportiva ha cambiado radicalmente. Marcas como Lululemon han puesto de manifiesto que la ropa de deporte puede ser cómoda a la vez que te hace sentir bien y varias firmas de lujo han decidido inspirarse en distintos ámbitos deportivos para crear nuevas prendas para sus colecciones.
Por su lado, las celebrities también han hecho de celestinas a la hora de apaciguar la relación de la moda y el deporte. Su continua asistencia a eventos deportivos ha inspirado a distintas marcas a servirse de los paparazzi como manera de hacer publicidad.
Competiciones como Wimbledon o la NBA son el foco de concentración de los famosos, que los utilizan como escenarios para lucir sus looks. Estas continuas conexiones entre moda y deporte han dado lugar a tendencias como el tenniscore, que prometen convertirse en el estilo del verano.
Las faldas plegadas, los jerséis de pico o los polos son algunos de los imprescindibles de esta tendencia, que toma como inspiración los looks de los jugadores de tenis, y que ya hemos visto en las pasarelas de Chanel, Casablanca o Miu Miu, así como en el streetstyle.