"¿Qué cosa es impactante hoy en día?", se preguntaba el pasado mes de julio, en una de sus crónicas desde París, Vanessa Friedman, la cronista de moda de The New York Times. La respuesta podría ser: muchas de las polémicas propuestas de Demna Gvasalia para la firma Balenciaga.
Hace tiempo que quienes conocen el legado del gran Cristóbal Balenciaga no pueden eviar exclamar, al contemplar los escaparates de la tienda en París: "Si Balenciaga levantara la cabeza...". Fue el único diseñador que se negó a hacer prêt-è-porter (excepto los uniformes para las azafatas de Air France) y se retiró para no verse obligado a ello.
Pero, después de ver el desfile de prêt-è-porter de la firma fundada por el gran maestro de la Alta Costura, para la próxima primavera-verano 2023, la pregunta tiene todavía más sentido. Porque todos los modelos desfilaron sobre el barro, entre charcos gigantes, salpicando a los invitados y manchando (todavía más) las prendas de salpicaduras.
El desfile se celebró en el interior del Parc des Expositions, a las afueras de París, y en una pasarela convertida en un auténtico barrizal por obra gracia del artista Santiago Sierra. Para completar el escenario perfecto de este espectáculo postnuclear y apocalíptico, música tecno a toda tralla y modelos de aspecto enfermizo en camiseta.
Abrió el desfile Kanye West, vestido a medio camino entre un vigilante de seguridad y un preparacionista listo para sobrevivir ante cualquier emergencia planetaria (con un chaqueta llena de bolsillos que también parece un chaleco antibalas).
De negro de los pies a la cabeza, avanza por la pasarela a grandes zancadas, pisando el barro con unas grandes botas negras de estilo militar, unos pantalones acolchados, y la cabeza cubierta por una gorra y una capucha.
En primera fila, y sin miedo a las salpicaduras de barro, Kim Kardashian y su hija, North West, que no pierde detalle de cómo su padre desfila por la pasarella llena de barro, sentada junto a su abuela, Kris Jenner.
Algunos modelos llevaban mochilas portabebés con muñecos muy realistas que, según el propio Demna, "casi daban miedo" y que, según explicó más tarde, fueron algunos de los detalles que más les costó preparar para el desfile. Al igual que el manchado previo de ciertas prendas, desgastadas y llenas de salpicaduras artísticas ya antes de pisar el barro.
También aparecen bolsos con forma de osos de peluche desgastados y estolas estrechas, en forma de serpiente, de unos dos metros de largo, junto a bolsos hinchables y otros que, según Godfrey Deeny, de Fashionetwork: "simulaban ser paquetes de patatas fritas de gran tamaño en los que podía leerse: 'Patatas fritas Balenciaga París?, de Lays, una popular marca de PepsiCo".
Como final, un vestido entre el neopunk y el bondage, en negro, adornado con cremalleras, látigos y tachuelas, con guantes a juego, realizado reciclando bolsos de cuero.
"La sociedad y el lujo nos encasillan a todos. Así es como me he sentido toda mi vida. Me han abofeteado en la cara toda mi vida. Eso es lo que hace la sociedad y sobre todo internet. Pero hay que ser como un boxeador y levantarte cuando te derriban. Soy optimista por naturaleza, pero ahora no podemos ser muy optimistas. Así que me siento más esperanzado que optimista", expresó.
Claro que, la invitación al desfile ya avisaba de las intenciones de Demna Gvasalia: una imagen en un post del Instagram de la compañía ya avisaba de que algo raro se cocía a fuego lento: una frase sobre un folio blanco en un tronco de árbol que decía "Cartera perdida. Si la encuentras por favor, devuélvela el 2 de octubre a las 11:30. Gracias".
Las invitadas al desfile habían recibido, en lugar del tradicional sobre con su nombre en artística caligrafía y una invitación en cartón, una pequeña cartera de piel negra con las letras de Balenciaga serigrafiadas.
Y el más conceptual de los diseñadores actuales se niega ahora a explicar el sentido de sus colecciones: "La mejor moda no debería necesitar una historia que venderle a alguien. O te gusta o no te gusta", comenta.
Demna Gvasalia quiere sacar de la moda de lujo "fuera de la caja" que ahora la sitúa en "lo refinado, exclusivo y visualmente caro" lo que, para el diseñador de Georgia es "limitante y bastante anticuado“.
Lo malo de no dar explicaciones, es que cada cual saca sus propias consecuencias: y así hay quien habla de la esperanza, la necesidad de ternura y de recuperar la sensibilidad, otros opinan que la firma Balenciaga revuelca por el barro el prestigio de la firma en desfiles que parecen pensados solo para las redes sociales.
El diseñador georgiano sigue empeñado en escandalizar, temporada tras temporada, ya sea con los bolsos-bolsa de Ikea, los bolsos-bolsa de basura, los pendientes hechos con cordones de zapatos o la chaqueta reflectante idéntica al uniforme de los basureros y otros gremios
Unos meses después del desfile de Alta Costura de la marca, en la que presentó sus modelos para otoño-invierno 2022, y en el que el diseñador, para muchos "la oveja negra de la moda", parecía haber vuelto al redil con diseños que pretendían sublimar las creaciones míticas del maestro vasco, Gvasalia demuestra que quiere seguir siendo el enfant terrible de la moda.
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Para Gvasalia, el verano se viste de oscuro, aunque con toques de amarillo flúor y rosa Barbiecore. Y hay propuestas mucho más ponibles e incluso vestidos más apropiados para la alfombra roja que para desfilar en una pasarela embarrada.
Gvasalia, dicen sus defensores, ha colocado la marca en el 'top of mind' de la juventud pero ¿a qué precio?, se preguntan sus detractores que ahora asegura que si Cristóbal Balenciaga levantara la cabeza, seguramente volvería morirse al ver su legado 'revolcado' en el barro.