La productividad siempre ha sido algo difícil de conseguir o incluso de mantener. Sin embargo, en la actualidad parece que esta complicación se ha duplicado y se ha convertido en un desafío constante con el paso de los días. Mientras que antiguamente podíamos distraernos mirando al horizonte, charlando con otra persona o pintando en una hoja de papel, en la actualidad únicamente el móvil puede provocar ese mismo efecto triplicado por diez.
En la actualidad nos topamos con más distracciones que cualquier otro momento de la historia entera de la humanidad. De hecho, los estudios demuestran que podemos trabajar un promedio de únicamente 40 segundos antes de que nos distraigan o nos distraigamos nosotros solos. Y por mucho que intentemos regresar a nuestra productividad, podemos gastar hasta 26 minutos en promedio en volver a concentrarnos.
Pero además de distraernos, hay ocasiones en las que simplemente la productividad no aparece. Por mucho que nos esforcemos, no encontramos ese momento de efectividad absoluta, y aunque haya tareas que puedan posponerse a ese momento, hay otras muchas que necesitan nuestro máximo rendimiento —y, si puede ser, lo más rápido posible—.
Al buscar este momento, en ocasiones tendemos a desconcentrarnos más aún. Como cuando intentamos dormir y solo conseguimos reflexionar acerca de cuántas horas llevamos en la cama con la conciencia despierta. Con el paso de los minutos, la productividad se convierte en el milagro que muchos perseguimos, pero pocos consiguen alcanzar de verdad.
En este punto, los expertos llevan años indagando en cómo conseguir que nuestro cerebro se centre —por fin— en aquello que queremos. Y de todos los métodos conocidos, uno de los más aclamados que ha terminado por ser el punto de inflexión de todos los que han venido después es el de comerse una rana. No de manera literal, sino de forma que abordemos primero las tareas más difíciles.
Por qué debemos "comernos una rana" para ser más productivos
El escritor estadounidense Mark Twain dijo una vez que si tenemos que comer una rana, lo mejor es hacerlo a primera hora de la mañana y nada peor nos sucederá durante el resto del día. Esta reflexión se convirtió, con el paso de los años, del método de priorización y productividad de los expertos para ayudar a las personas a identificar fácilmente las tareas que son más complejas y así, priorizarlas frente a las demás.
El orador motivacional Brian Tracy acuñó el término en el 2001, cuando consiguió que su libro cómete esa rana se convirtiese en el más leído del autor. Desde entonces, todos quienes conocen el método, buscan todas las ranas en sus tareas para tratar de "comerla" lo más rápido posible y evitar que el animal "les coma" a ellos primero.
Las ranas son esas tareas complejas por las cuales no tenemos ninguna motivación para hacer. Bien sea por su dificultad o el tiempo que va a tomarnos, siempre acabamos posponiéndolas para hacerlas otro día.
Cuál es el momento más productivo del día
En pocas palabras, "comerse la rana" se trata del proceso en el que identificamos estas tareas y la completamos antes de realizar cualquier otra actividad. Lo que suele ser a primera hora de la mañana.
El objetivo de abordar las tareas más complejas a primera hora de la mañana es poder cerrar ese capítulo para que no tengamos que preocuparnos por estas "ranas" a lo largo del día.
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Además, los científicos han descubierto que algunas personas trabajan más rápido y son más eficientes por la mañana, ya que nuestro cerebro está en nuestro máximo rendimiento, por lo que debemos usar esta energía para quitarnos las tareas más difíciles. De esta manera, no tendremos que preocuparnos por realizar tareas difíciles cuando estemos cansados o sin ganas.
Lo cierto es que lo habitual es posponer todas estas tareas, pensando que al final del día tendremos más ganas. Pero nunca es así. A medida que pasan las horas somos menos productivos y, por tanto, retrasar lo más difícil, conseguirá que cuando sea hora de realizarlo pensemos que será mejor mañana.
Para conseguir que este método sea mucho más efectiva debemos aprender a clasificar nuestras "ranas". Puede darse el caso de que tengamos dos tareas complejas, por lo que es fundamental definir cuál de las dos es más desafiante, para abordarla primero. Las tareas pequeñas y reactivas como responder emails o presentar informes, aunque son una parte necesaria del trabajo, no son las tareas complejas a las que nos referimos. Estas tareas a menudo nos parecen urgentes, pero la mayoría de las veces pueden esperar.