El amor es complicado. Si no lo fuese, estaríamos enamorándonos cada minuto y sufriendo porque no es correspondido, nos ha fallado antes de tiempo o hemos perdido la ilusión. Al final, cuando buscamos una pareja, debemos de ser estrictos y saber qué estamos buscando o qué necesitamos: alguien inteligente, que no viva en otro país, que nos haga reír, que sea moreno, más alto que nosotros… pero, sobre todo, que nos caiga bien.
De los mil millones de personas que viven en el mundo, es imposible que todas ellas cumplan los requisitos, principalmente el último. Caer bien es una característica que no solo depende de nosotros, sino que interviene también la otra persona. Por ese motivo tenemos enemigos, pero también tenemos un grupo grande de amigos, porque una misma personalidad puede causar diferentes sentimientos al respecto.
En este punto, resulta completamente normal que la persona que nos guste nos caiga excesivamente mal. Tan mal que incluso nos preguntamos por qué sentimos un mínimo de atracción, si nunca podríamos mantener una conversación de más de cinco minutos con ella. Esta reflexión lleva años siendo parte de la investigación de centenares de expertos, que parecen haber llegado a un nexo en común.
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Por mucho que sintamos que este amor-odio sea extraño y consideremos que pocas personas lo experimentan como nosotros, lo cierto es que es más frecuente de lo que podemos imaginar. Al final, llevamos años consumiendo una literatura, poesía y cine que ha alimentado el mito de las parejas que se atraen, al mismo tiempo se odian, pero finalmente terminan profundamente enamorados.
De hecho, en muchas ocasiones no solo nos gusta, sino que buscamos ese estímulo que nos haga enamorarnos. Lo fácil nos aburre y cuando encontramos a una persona que no soportamos, con quien discutimos constantemente y que nos permite fantasear con cómo lo odiamos, empezamos a experimentar sentimientos que no coinciden. Pero tienen una razón.
El motivo por el que nos sentimos atraídos por personas que nos caen mal
Todas las emociones son complicadas de entender; sin embargo, el amor podría ocupar la cúspide. Es una emoción compleja y muchas veces inexplicable que tiene el poder de hacernos sentir alegría y satisfacción, pero al mismo tiempo puede provocar confusión y agitación. A pesar de que no los entendamos, los expertos profundizan en ello para hacernos la vida un poco más fácil.
En cuanto al amor y el odio se refiere, ambas son emociones intensas que pueden estar estrechamente relacionadas. Psicológicamente hablando, la línea entre ambos sentimientos es borrosa, por lo que muchas veces no sabemos donde termina uno y comienza el siguiente. Al invertir mucha energía emocional en detestar a alguien, podemos crear sin darnos cuenta una conexión profunda, que lleva a emociones dispares.
Uno de los conceptos que une a ambos es la intensidad. Cuando odiamos a alguien, estamos tan comprometidos con ese sentimiento que podemos desarrollar una fuerte conexión emocional que puede derivar en algo positivo. En muchas ocasiones, también intervienen sentimientos como la desconfianza o el miedo al rechazo, que nos hacen detestar y no querer ver a esa persona.
En ocasiones, el odio inicial puede tener sus raíces en nuestras propias inseguridades, problemas no resueltos o experiencias pasadas. A medida que transcurren nuestros sentimientos, podemos darnos cuenta de que nuestro sentimiento inicial era tan solo una proyección de nuestros problemas sobre la otra persona.
Lo más habitual cuando odiamos a alguien es porque compartimos experiencias o circunstancias. Trabajamos con esa persona, vamos a clase juntos o pertenecemos a un mismo círculo social que pueden hacernos detestar cada pequeño detalle sin razón, pero también ver diferentes facetas de la persona que inicialmente odiamos. Esto puede hacer que fomentemos la empatía y la comprensión, por lo que comencemos a verle de otra manera.
Una de las razones más respaldadas consiste en que, la idea de enamorarnos de alguien a quien odiamos puede resultar atractiva porque representa un desafío y una oportunidad para descubrir lo desconocido. Tiende a suceder en series y películas de la actualidad, en la que la protagonista quiere 'salvar' al chico malo, aunque le odie, y termina enamorándose de él.