Para los amantes de los libros, una biblioteca es un auténtico santuario. No hay placer comparable que supere un paseo entre las abarrotadas estanterías, ni tampoco un momento similar que se aproxime al sentimiento de descubrir una nueva historia.
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Caminar entre sus pasillos, escoger el libro afortunado, mirarlo por primera vez, abrirlo cuidadosamente y abrazar su contenido es un momento único que solo se repite cuando finaliza el fantástico idilio, y el lector comienza una nueva aventura. ¿Qué es una biblioteca si no una forma de amar al alcance de todos los públicos?
Por dentro y por fuera
No importa que sea un tratado científico o un tomo con más años que las puertas, las bibliotecas albergan ejemplares para todo tipo de usuarios y acudir a ellas contribuye a su duración en el tiempo, pero, ¿qué se siente cuando, además de enamorarse por dentro, también se pueden disfrutar por fuera?
Ya pertenezca a la época clásica, sea de construcción moderna o tenga aires futuristas, la arquitectura de las bibliotecas está diseñada con un propósito claro: distinguirse del resto de los edificios colindantes y hacer partícipe de ellos al individuo que las observe. Pocas bibliotecas han pasado desapercibidas, y muy pocas han sobrevivido intactas a los designios del destino.
La primera biblioteca del mundo
En el pasado, los monasterios fueron piezas fundamentales, gracias a la dura y silenciosa labor de los monjes copistas que se esforzaron por preservar la historia antigua. Gran parte de la cultura griega, romana, celta, nórdica y cristiana de la Antigüedad y la Edad Media sobrevivió, gracias a estar camuflada y bien preservada entre las paredes de estos lugares litúrgicos.
No hacen falta muchos atributos para catalogar la función de las bibliotecas pues, como apuntó Umberto Eco en su famosa novela, "se defienden solas, insoldables, como la verdad que en ellas habita". Hay que remontarse alrededor del siglo VII a.C. para descubrir un lugar alejado de cualquier mapa; un lugar ubicado en la actual Irak y cuya historia se escribe a través de reyes y dioses.
El almacenamiento de la cultura
Encontradas bajo los escombros del palacio real de Nínive, las tablillas escritas con caracteres cuneiformes demuestran que el rey Assurbanipal II construyó un lugar específico para conservar todos los tesoros histórico-culturales que fue recogiendo durante su reinado, incluyendo la obra narrativa más antigua de la humanidad, el Poema de Gilgamesh.
Se desconoce cuántas tablas de cerámica, rollos de cuero y papiros se perdieron cuando los babilonios arrasaron la ciudad, pero, lo que sí es cierto es que el rey Assurbanipal mostró un gran interés por el saber y la ciencia. Aunque este palacio esté referenciado como el primero en comenzar a conservar 'libros', en la actualidad no queda ni rastro de él y le entrega el relevo a la biblioteca más antigua del mundo que, por el contrario, sí que sigue en funcionamiento.
La Universidad Al-Qarawiyyin en Fez
En la ciudad de Fez, Marruecos, existe un lugar mágico que sobrevive al paso del tiempo. Fundada en el año 859 d.C. por una mujer visionaria y comprometida, la pionera en la formación educacional Fátima al-Fihri levantó la biblioteca de la Universidad de al-Qarawiyyin con un mérito añadido: todo su esfuerzo sigue dando frutos.
En el año 2012, el Ministerio de Cultura marroquí la restauró para poder reabrirla al público, implementando nuevos equipos para su funcionalidad, como paneles solares que fomentan la sostenibilidad del medio ambiente y una cafetería para la comodidad de sus estudiantes.
Además, esta posterior reforma reveló un hecho insólito que acreditó su edad: los antiguos mosaicos que decoraban los espacios en la antigüedad, vuelven a disfrutar de su proyección a todos aquellos que la quieran visitar.
El sueño de Alejandro Magno
Alejandría fue el epicentro de la historia, la piedra angular de la sabiduría, el lugar donde Alejandro Magno posó su estirpe y donde una biblioteca convirtió el libro en un viaje eterno y universal.
En su ensayo literario, El infinito en un junto, la escritora Irene Vallejo califica Alejandría como "la ciudad de los placeres y de los libros; la capital del sexo y la palabra", el lugar que eligió Marco Antonio para regalarle a Cleopatra más de doscientos mil volúmenes cargados de sabiduría y el territorio donde “con los susurros del pasado se aprendía el oficio de pensar”.
Antes de que la ciudad naciera, Alejandro Magno soñó con ella e hizo de su visión una realidad. Atenazado por el conocimiento que su maestro Aristóteles le había inculcado, sintió la necesidad de compilar todo el saber en un mismo espacio; de esta manera se desarrolló un proyecto que, al final su construcción, llegó a albergar entre 500.000 y 700.000 ejemplares de diferentes materias.
Hipatia, maestra de maestros
La Biblioteca de Alejandría acumuló tomos y tomos de filosofía, ciencias e historia, incluyendo manuscritos originales de Aristóteles, Tolomeo e Hipatia, una de las mujeres más prestigiosas del siglo IV. Hipatia fue educada por su padre y llegó a conocerse como una “insigne matemática”.
Envuelta por el conocimiento que la rodeaba, dio clases ente sus muros y discutió sobre la sociedad y la vida; fue filósofa, astrónoma y una destacada pensadora de su época que, según los historiadores, acabó reducida a cenizas cuando las turbas de cristianos capitaneados por el patriarca Cirilo, incendiaron una parte de la Biblioteca.
Otras hipótesis apuntan que aquellos salvajes que actuaban en nombre de Dios, la descuartizaron viva y lanzaron las partes de su cuerpo a las enormes hogueras donde se consumían los saberes de los siglos.
La destrucción de la sabiduría
Envuelta en una tiniebla de amargura, la cultura reunida en este templo de la sabiduría desapareció entre asedios e irresponsabilidades. Primero las tropas de Julio Cesar la sitiaron y cerca de 40.000 libros que pensaban ser trasladados a Roma fueron quemamos.
Tras el declive de Egipto como Imperio, la Biblioteca sufrió el segundo golpe letal con la invasión musulmana que utilizó los versos del Corán para deshacerse de todo el material que no comulgara con la religión.
Aunque la desaparición se trató de un proceso histórico paulatino, los rollos se perdieron de manera definitiva, dando paso a especulaciones y mitos que perduran en la actualidad.
La Nueva Bibliotheca Alexandrina
Ubicada al final del paseo marítimo y adosada al puerto circular de Alejandría, se reconoce una estructura imponente y futurista que en nada se asemeja al mausoleo construido en la antigüedad.
Que el viajero no se frustre cuando se presente delante de la Nueva Bibliotheca Alexandrina: el edificio, diseñado por el grupo noruego Snohetta, junto con la colaboración del arquitecto austriaco Cristoph Kapeller, exhibe un diseño contemporáneo, atemporal y audaz.
Su estructura circular quiere recordar la naturaleza cíclica del conocimiento y, el techo, brillante e inclinado, es un guiño al antiguo faro de Alejandría, ese lugar que con su luz marca el camino en medio de la oscuridad.
Los abrumadores datos del interior
85.000 metros cuadrados dividen 11 plantas para contener hasta 4 millones de ejemplares, de los que hay sitio hasta para 8. La sala de lectura de la actual Biblioteca de Alejandría tiene 20.000 metros cuadrados, puede recibir hasta 2.000 lectores y está construida escalonadamente sobre siete terrazas y jardines acondicionados para su uso.
Esta sala es la parte más llamativa del conjunto, catalogada como la más grande del mundo en su tipo, y en ella duermen cada noche los bustos de los grandes escritores egipcios. Si el viajero ha preparado su viaje a conciencia, reconocerá entre sus miradas la benevolencia del rostro de Naguib Mahfuz, Premio Nobel de Literatura en el año 1988, o el semblante ataviado con una boina del escritor Tawfiq al Hakim, que se hizo mundialmente conocido por su novela Diario de un fiscal rural.
El futuro de los libros
La escritura constituye un invento inevitable, como lo fue en su momento el fuego o la rueda y, por lo tanto, es una necesidad básica y esencial.
La Biblioteca de Alejandría hizo que las ramas del conocimiento se expandieran hasta lugares donde las semillas de la sabiduría no habían llegado y, aunque en la actualidad el conocimiento se quiera conservar de forma multimedia, los amantes de los libros están convencidos de que las bibliotecas como lugares físicos nunca dejara de existir; siempre tendrán esa capacidad para sorprender al lector: ya sea por su contenido, por su interior, por su exterior o por todo el conjunto.
Como diría Irene Vallejo en su fascinante tratado: "Toda biblioteca es un viaje, igual que todo libro es un pasaporte sin caducidad".