Entender esos dos aspectos será clave a la hora de tomar una decisión sobre los cambios que quermos hacer en nuestro cuerpo. Es decir, no es lo mismo querer hacer un cambio en mi cuerpo por una cuestión estética que desearlo por un tema de salud. Y de este punto de salud es del que te quiero hablar hoy.
Hay un concepto que conocemos poco: el síndrome metabólico, también llamado tumba metabólica, rigidez metabólica, etc. Pero básicamente todos vienen a hablarte de lo mismo.
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Y es que nuestro cuerpo funciona con energía que obtiene de los alimentos. Hasta aquí todo bien, no creo que te haya descubierto Roma.
Pero lo que la mayoría de la gente no sabe es que nuestro cuerpo usa dos fuentes de energía distintas. No una: dos.
- La glucosa
- La grasa
Sí, la grasa es una fuente de energía fabulosa para todo nuestro cuerpo. Cuando tu organismo tiene la capacidad de funcionar con ambos sustratos indistintamente, lo llamamos flexibilidad metabólica. Y así es como nacemos todos, funcionando bien con glucosa pero también con grasa.
¿Qué sucede?
Que vivimos en una sociedad donde el hidrato de carbono (fuente principal de glucosa) está en todos lados; donde hemos creído que para tener energía hay que llenarse comiendo pan y, por supuesto, donde a los niños se los alimenta con bollitos, caramelitos y bien de pastas… ¡No vaya a ser que se queden sin energía!
Y es exactamente esto lo que nos lleva al estadio en el que se encuentra una gran parte de la población: la rigidez metabólica o el síndrome metabólico.
Las características de las personas con síndrome metabólico
- Sienten una gran debilidad y falta de energía cuando llevan más de dos horas sin comer. Su cuerpo no está acostumbrado a tener que tirar de las reservas para fabricar energía y, en cuanto ha terminado la digestión, realmente siente que no puede seguir adelante. Nuestro cerebro nos empezará a pedir altas dosis de azúcar, bollos, pasta…
- Se levantan con mucha hambre desde primera hora de la mañana. Son personas que sienten que no pueden empezar el día sin una tostada bien cargada, donde el hidrato ocupa una gran parte de esa ingesta, y que a menudo experimentan mareos al levantarse, por lo que tienen esa sensación de necesitar comer para poder arrancar y enfrentar el día.
- En analítica, hay indicios de resistencia a la insulina. Esto es un apoyo bioquímico que nos hace comprobar, no solo con síntomas, que esta persona tiene rigidez metabólica.
- Sienten que tienen que terminar sus comida siempre con un dulce. Esta apetencia por el dulce, una vez más, nos indica la dificultad que tiene el cuerpo para fabricar energía a partir de sustratos que no sean glucosa.
¿Cómo se soluciona?
A la hora de abordar el síndrome metabólico, debemos intervenir siempre en los hábitos y el estilo de vida, sabiendo que estos han sido claramente los precursores del problema. Solo se podrá resolver cambiando estos hábitos de vida cuando, de verdad, podamos ganar salud y por lo tanto flexibilidad metabólica.
La estrategia nutricional que utilizo en estos casos está basada en dos fases:
- Una primera fase de unas tres o cuatro semanas donde limitaremos mucho los hidratos de carbono, pero donde abundan las grasas saludables. Esta será la forma que tengamos de explicarle al cuerpo que “ahora toca tirar de grasa": así conseguiremos también empezar a reducir el perímetro de la cintura y la grasa visceral. Es importante que esta primera fase la hagamos con mucha precaución en casos de mujeres que están en edad de menstruar, porque el hidrato es una fuente importante para mantener nuestra salud cíclica.
- En una segunda fase, reintroduciremos los hidratos pero siempre priorizando aquellos que sean hidratos complejos: hablamos principalmente de los tubérculos y de los cereales integrales. Hay que recalcar que, desde el inicio, trabajaremos por instaurar unos hábitos saludables, no centrándonos solo en la alimentación, sino también contemplando la actividad física como un factor determinante para la recuperación de la rigidez metabólica.
Desafortunadamente, este síndrome metabólico es cada vez más abundante, y sabemos que en países como Estados Unidos ya afecta a más de un tercio de la población.
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Por eso, si te sientes identificado o identificada con esta descripción, te animo encarecidamente a ponerte en manos de un profesional que te ayude a ganar salud y, por lo tanto, vida.