Puede parecer un tema algo utópico, pero creedme que no lo es porque, aunque a veces no caigamos en ese detalle, un tono de cabello inadecuado nos alejará de un resultado favorecedor para el tono de piel, la luz que se refleja en los ojos y nos pondrá años encima con una facilidad pasmosa.
En definitiva, al igual que un corte de pelo puede rejuvenecernos o, sin quererlo, endurecer y envejecer nuestras facciones, con el color sucede lo mismo.
En todo caso, y como base para que podamos hacernos un pequeño análisis antes de acudir a nuestro salón de belleza, lo que debemos saber es que los tonos claros o rubios disimulan o suavizan nuestros rasgos y que, por el contrario, los oscuros siempre los resaltan y endurecen.
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Por ejemplo, si tenemos un rostro con unos pómulos marcados, vamos a evitar tonos muy oscuros para resaltarlos aún más, ya que lo que buscaremos es que dicho pómulo sea bonito y suave, no convertirlo en un detalle que destaque más que una seductora mirada.
Soy una gran defensora de resaltar los ojos y de ahí que el tono elegido consiga suavizar nuestras facciones y resalten otras -en este caso, como apunto hacia los ojos- para captar un punto de atención diferente y armonizar nuestro rostro. Así rejuvenecemos, aportamos luz, jugamos con alturas del corte y matices en el color.
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Para analizar los rasgos de nuestro rostro realizamos un estudio de las formas y proporciones en todos sus aspectos y elementos. Gracias al visagismo podemos ir en búsqueda del rostro perfecto y crear una armonía. También nos ayuda a crear un diagnóstico totalmente personalizado a cada cliente.
Otra consideración a tener muy en cuenta es el tono de piel. Por ejemplo, más que fijarnos en si es clara u oscura, tenemos que considerar los subtonos. Estos pueden ser oliva, rosados, fríos o cetrinos (amarillos). Los más comunes suelen ser las pieles rosadas o cetrinas, que son pieles cálidas, por lo cual los tonos cobrizos, castaños cálidos, caramelos, tierra, tonos pasteles, salmón, miel y dorados favorecen mucho porque regalan una luz muy bonita al rostro y lo vuelve más radiante, jamás lo apaga.
Si se trata de pieles más frías u oliva (verde) podemos realizar tonos más extremos para resaltar el rostro, como pueden ser tonos cenizos, blancos, grises, beige y arenas, aunque debemos tener cuidado en la elección -y de ahí, insisto, en consultar con profesionales- para no acabar con un aspecto duro y frío.
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¿Por qué insisto en que los ojos son fundamentales estudiarlos antes de elegir un color? Porque en nuestro rostro hay dos áreas donde otros fijan su atención: ojos y boca. Y en los ojos es también donde muchas veces vemos el aspecto cansado, cierto malestar emocional, la mirada apagada… Así que jugar con el color nos ayuda mucho.
Por ejemplo, para resaltar unos ojos grandes debemos crear oscuridad alrededor de ellos y lograr que destaquen sobre un color más plano de cabello. Si queremos aportar luz, se realizan mechas de la zona del pómulo hacia abajo para permanecer oscura la raíz y que ésta aporte profundidad sobre la mirada.
Y si, por otro lado, nuestro rostro tiene unos ojos pequeños, pues se procederá a todo lo contrario: aportar suavidad con luz incluyendo algún flequillo abierto con la mecha más marcada en contorno para suavizar la mirada.