Leticia Mostajo es una emprendedora nata, algo que le viene de familia, ya que sus padres tenían una conservera de verduras situada en la huerta navarra, concretamente, en Cortes de Navarra. Su destino, como el de sus hermanos, era continuar al frente de la empresa familiar, pero los reveses de la vida le han llevado a poner en marcha una compañía desarrolladora y fabricante de novedosos productos cosméticos. Hablamos con Leticia de sus 'creaciones' de las que nos habla con pasión desmedida, de sus sueños y de sus orígenes.
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"Estudié Derecho, pero vengo de una familia de empresa. Mamé desde pequeña el espíritu emprendedor de mis padres, sobre todo, en el mundo de la conserva. Cuando terminé de estudiar decidí hacer las oposiciones a Notaría y prepararme muy bien para ello. Pero mi madre se puso enferma y mi padre ya había fallecido ocho años antes a causa de un accidente ferroviario", asegura la emprendedora.
Y continúa: "Tras el fallecimiento de mi padre, yo estaba muy unida a mi madre, mis hermanos ya estaban casados, y cuando mi madre enfermó, decidí dejar las oposiciones, que me requerían más de diez horas diarias, para estar con ella. Nunca me he arrepentido porque estuve con ella hasta el final, hasta que falleció. Pasábamos muchas horas juntas y le comentaba mis inquietudes sobre mi futuro", concluye.
¿Y cómo cambiaste de sector?
La verdad es que siempre me ha gustado el mundo de la moda, la imagen... Realicé algunos pinitos en moda, personal shopper, estilismo, así como de marketing. Así que a la muerte de mi madre, quise dar un cambio a mi vida. Decidí que ni la conservera, ni las oposiciones eran para mí. No podía desarrollarme allí.
Mi pareja de entonces inició un proyecto de cosmética, pero no le iba muy bien, y decidí ayudarle en su proyecto. ¡Y resulta que se me da bien! El diseño, el cambio de imagen, marketing, el trabajo con un equipo... y durante años lo defendí como si fuera mi empresa. Pero no lo era realmente, aunque no me importa porque todo se hace por una razón. Y cuando la pareja fue mal, decidí que también debía dejar la empresa, lo que me costó mucho, como si me quitaran un brazo...
Fue un momento muy duro en mi vida de nuevo, no tenía nada excepto unas propiedades que mis padres me habían dejado, gracias a su esfuerzo. Me encontraba perdida y no sabían muy bien qué hacer con mi vida.
¿Pediste ayuda profesional?
Por supuesto. Y pasé por un proceso para conocerme a mí misma, para profundizar y ver lo que quería, para superarme... Había gente con la que yo ya había trabajado como peluqueros, distribuidores, etc., que me animaron a crear mi propia empresa, en un momento en el que no tenía ni la fuerza, ni la valentía para verme liderando.
Preparé junto con un asesor amigo de la familia un proyecto empresarial,y constituí la empresa gracias a Caja Rural y a Sonagar, que me ayudaron para tener la financiación inicial y gracias a que hipotequé las propiedades de mis padres.
Decidiste llamar a tu empresa con un nombre oriental...
El nombre de la empresa Kintsu se debe a que en esa época tan complicada, leí que había una técnica japonesa que reparaba las vasijas y los objetos que estaban rotos y los cubrían con oro, y el objeto así quedaba más bonito que como era inicialmente.
Cuando volví de una Feria de Bolonia, la más importante del sector de la cosmética, estaba dándole vueltas al nombre y cuando me bajé del avión y pasé por delante de una librería en cuyo escaparate estaba el libro Kintsugi, el arte de curar tus heridas y me pareció una señal.
Es el arte de la resilencia, que en esta empresa lo tenemos grabado a fuego. Una filosofía que en resumen viene a decir que por muchas experiencias negativas que hayas tenido, por muchas cicatrices que luzcas, lo que hacen es fortalecerte y resurgir como el Ave Fénix. Cada crisis ocurre por alguna razón, para que al final hagas lo que tengas que hacer.
¿Con qué equipo inicial contaste?
El equipo inicial estaba formado por dos químicas y yo misma. Laura que sigue conmigo desde hace 17 años, con mucha profesionalidad y con mucha pasión por su trabajo, creando productos cosméticos, incluso color. Así como Patricia, investigadora y Bioquímica, y las tres comenzamos en un espacio compartido con otras empresas, formulando e investigando. Son salas climatizadas y presurizadas para evitar contaminaciones cruzadas, dotadas de un sistema de filtración de aire y con climatización adecuada para el área de producto.
Justo cuando íbamos a trasladar todas fórmulas elaboradas en el laboratorio a producción, fue cuando se paralizó el país por la pandemia y nos quedamos sin hacer nada, además de sufrir la escasez de materia prima. Un desastre. Me llevó a refinanciar de nuevo el proyecto...
¿Cuál fue el primer producto en el que pensaste?
Empezamos con Yokko profesional, una marca premium que se dirige a salones de peluquería, pero compartimos la misma filosofía con las dos marcas. Nuestra otra marca, Bakkai, se distribuye en farmacias. Se trata de cosmética vegana sostenible, sin gluten, sin siliconas, sin sulfatos y redudiendo al máximo los derivados del petróleo. Tenemos un índice de naturalidad del 95% aproximadamente.
Inicialmente desarrollamos para la marca Yokko productos de tratamiento para el cabello como champús, mascarillas, acondicionadores… además de productos de color creativo como el que yo llevo, en rosa claro.
Con el parón de la pandemia, tuvimos que adelantar la marca de farmacia y lo primero que hicimos es un gel hidroalcohólico, con la suerte de que hacemos un gran producto, con un perfume genial y muy hidratante y se consideró el gourmet de los geles.
Ahora hemos desarrollado dos productos corporales y tres faciales. Una crema corporal y un gel de baño, calmante, hidratante y muy cremoso. Nosotras tenemos dermatitis atópica y sabíamos que queríamos mejorar de los productos que había de esa categoría en farmacias: muy hidratante y que te permita vestirte rápidamente. Quisimos trasladar la innovación de los productos cosméticos a los productos de farmacia.
En facial hemos sacado limpiadores y un agua micelar en base aceite bifásica que elimina muy bien el maquillaje y es calmante. Un gel en aceite que se convierte en leche y que además de desmaquillante también es mascarilla, e incluso mejora las manos ahora en invierno.
¿Cuántos productos tenéis de la firma Yokko?
Tenemos casi 50 referencias. Nosotras somos muy disruptivas.Tenemos productos que son multifuncionales porque nuestra idea es reducir envases. Estamos cansadas de tantos productos para tantas cosas... Las propias empresas con las que trabajamos ya nos suministran productos naturales que aportan varias soluciones.
En Yokko tenemos tres productos multifuncionales, un aceite de tacto seco para piel, cara y cabello, que huele fenomenal y nos facilita prepararnos rápidamente por la mañana.
También disponemos de un acondicionador bifásico, que se aplica para hidratar el cabello y desenredarlo. Proporciona un brillo intenso, pero además, si te lo pones en el rostro consigue un aspecto de buena cara. También lleva ácido hialurónico y los beneficios del aceite de cáñamo.
Da luminosidad y hay gente que le encanta para la cara o quienes lo utilizan para todo... Es de la línea Love Green y el producto se llama Mist Free Spirit.
Lo último que hemos lanzado multifuncional es una crema de peinado para el cabello, que proporciona hidratación, aporta densidad al cabello y también te permite moldearlo con facilidad.
Pero si te pones un poco en la cara, como lleva fijación, te permite fijar el maquillaje, el resultado es increíble y es totalmente adecuada para la piel del rostro.
¿Cómo son los envases?
Todo el packaging es de lo más sostenible que hemos podido. El envase no procede del petróleo sino de la caña de azúcar. Es decir, es 100% reciclable y biodegradable, con lo cual, cuando se hace la producción de ello, no emites tantos gases de efecto invernadero y están dañando menos la huella de carbono. Los cartones que utilizamos son todos con certificación FSC de bosques sostenibles.
¿Y en color para el cabello?
En cuanto al color, somos especialistas en crear color para el cabello, cada temporada vemos las tendencias de diseñadores y en ésta tenemos el magenta, el color pantone del año. Lo que hacemos es trasladar toda nuestra filosofía del tratamiento de cabello al color.
Nuestros productos no llevan amoníaco, ni se mezclan con oxigenada, son regeneradores y se vende en los salones. Y se me ocurrió la idea de decirles: ¿por qué no hacemos un champú que aporte color en lugar de que se vaya en cada lavado? De los 11 colores de cabello tenemos 11 champús de color, toda una innovación.
La idea es utilizar los menos productos posibles.
Si esa era nuestra idea al hacerlo. Es verdad que todavía somos un poco avanzados en este tema. pero creo que es algo que viene para quedarse y que bueno, hemos sido muy pioneras en eso y más en el sector de peluquería.
¿Qué son los cosméticos con alma?
Nosotras los llamamos así, porque somos unas apasionadas de la cosmética, de nuestro trabajo y cada producto tiene una historia que podemos contar. Esto no es solamente ganar dinero y hacer una empresa para ello. Es más cumplir un sueño que tenga continuidad y que podamos hacer incluso otra marca más.