Todo comenzó a principios de los 60 con un fatal accidente. Cuando en un rutinario día de trabajo en el laboratorio, el físico aeroespacial, que trabajaba para la NASA, Max Huber todo salió mal. Unas pruebas no se desarrollaron como debían, el experimento en el que trabajaba le estalló literalmente en la cara, y su rostro quedó fatalmente afectado. En su cara se produjeron severas quemaduras químicas, que ni la medicina ni la ciencia pudieron paliar con eficacia.
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Ante el desastre, el científico lo dejó todo y se embarcó en una particular cruzada con el fin de revertir, en la medida de lo posible, su dolorosa situación. Pasaron más de doce años intentando encontrar la fórmula, con un sinfín de ingredientes y sustancias, y más de seis mil ensayos e incontables horas de trabajo. Pero su perseverancia tuvo sus frutos y finalmente, encontró lo que buscaba. Un producto que ayudase a su piel. Una crema que regenerase su semblante y mejorase su aspecto.
Investigación marina
El doctor Huber tuvo que fijarse en el mar, en sus algas y en el poder regenerador que éstas poseen. Investigó sobre sus nutrientes, comenzó a experimentar con ellas y se le ocurrió llevar a cabo fermentaciones junto con otros elementos naturales con importantes propiedades. Cuatro meses de trabajo dieron como resultado lo que denominó biofermentación y, con ella, La Créme de La Mer.
Gracias a este bálsamo, la piel del rostro de Max Huber se recuperó volviéndose más tersa, suave y elástica y esta fue la primera prueba de que funciona.
Desde 1965 hasta hoy, ese pequeño tarro blanco se ha convertido en un culto y se vende en más de 50 países alrededor del mundo.
La Mer continúa formulando el Fermento Milagroso con el proceso meticuloso desarrollado por el científico. La marca cultiva el alga marina del Pacífico a mano durante la temporada de crecimiento para no afectar el ecosistema. Después, el alga se transporta a los Laboratorios de Investigación Max Huber, donde se combina inmediatamente con otros ingredientes antes de la fermentación.
El poder de las algas
Hoy los activos marinos, y sobre todo las algas, causan furor entre los dermatólogos y las beauty adictas por sus grandes beneficios.
Hidratación, firmeza, brillo, desintoxicación, descongestión, suavidad, manchas y líneas de expresión. Pueden con cualquier problema de la piel. Un ingrediente versátil y potente que se ha incorporado en muchos de los productos cosméticos que adquirimos habitualmente. Espirulina, algas rojas, chrorella, microalgas, algas del mar muerto... capaces de revitalizar la dermis por completo para devolver ese aspecto sano y joven al rostro.
La mayoría de algas tienen propiedades antioxidantes, hidratantes y son ricas en minerales y vitaminas esenciales. Además, también retienen y estimulan la producción de colágeno por su capacidad para inhibir las enzimas que lo deterioran, así como frenar la descomposición del ácido hialurónico de nuestra dermis, por lo que son un ingrediente único para mejorar la elasticidad de la piel y reducir los signos del envejecimiento.
De hecho, las cifras hablan por sí solas: un kilo de algas contiene tanto yodo como 10.000 litros de agua de mar y es 500 veces más rica en calcio y vitaminas que el agua de mar sola.
Máximos beneficios
Las algas son extremófilas, lo que significa que tienen la capacidad de prosperar en condiciones ambientales muy duras con una gran exposición a la contaminación y los rayos UV, por lo que han desarrollado una faceta de autocuración y capacidad para la multiplicación con el objeto de sobrevivir.
Si bien existe un sinfín de especies de algas, que viven tanto en agua dulce como en salada, las marinas son las más usadas en cosmética por su alta concentración de agua de mar rica en minerales.
Por colores
Conocemos unas 25.000 especies y, de ellas, solo una veintena se utiliza para tratamientos estéticos. Sus diferentes colores se deben a la cantidad de luz que reciben y, además, poseen sales minerales.
Algas rojas: ricas en minerales, clorofila, carotenoides, agar, tienen propiedades vasoconstrictoras.
Algas pardas: con alginatos, azufre, hierro, se usan por sus propiedades emolientes, drenantes e hidratantes.
Algas verdes-azuladas: contienen vitaminas A, E, C, betacarotenos, se usan como hidratantes y en la cosmética antiedad.
Algas verdes: también ricas en vitaminas A y C con propiedades hidratantes y relajantes.
¿Para qué son buenas?
Combaten la celulitis. Su acción moviliza las grasas localizadas, evita la aparición de la piel de naranja y estimulan la circulación sanguínea y linfática
Reafirman la piel. Ayudan a evitar los síntomas de flacidez al estimular los fibroblastos, las células responsables de sintetizar colágeno, elastina y ácido hialurónico.
Son antioxidantes. Las algas tienen un efecto protector frente a los radicales libres, debido a que sus antioxidantes y vitaminas E y C contribuyen a disipar la energía del oxígeno singular y bloquean el daño de los radicales responsables de promover el envejecimiento de la piel.
Tienen un efecto bactericida. Previenen la acumulación de bacterias en la piel, lo que las convierte en un aliado importante para las pieles con acné.
Son depurativas: estimulan la circulación linfática y favorecen la eliminación de toxinas.