Oxigenar, limpiar, pulir… La piel está viva y obviamente reclama, habla, nos dice, nos llama la atención y, a veces, incluso suplica ayuda, porque siente que la hemos abandonado.
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Ocurre lo mismo con el cabello. Los expertos lo repiten hasta la saciedad: nuestra piel habla, pero no la escuchamos. Desintoxicarla de vez en cuando es lo mínimo que podemos hacer por ella, y en pocos pasos con los que, con constancia, disciplina y un buen diagnóstico que nos advierta de cuáles han de ser los principios activos adecuados, lograremos resultados muy efectivos para ella.
Y a colación de lo aclarado en el primer párrafo, lo primero que debemos hacer, y en lo que soy muy insistente, es en la importancia de saber cómo está la piel, es decir, que el diagnóstico al que la sometamos nos aporte toda la información necesaria para actuar sobre ella, con los protocolos y cosméticos adecuados.
Ese diagnóstico nos podrá aclarar cómo evolucionarán las manchas, qué efectos tienen en nuestra piel determinados ingredientes, cómo avanzarán las pequeñas arrugas y cómo podemos minimizarlas, qué tratamiento de cabina se adaptarán mejor a cada patología…
Este proceso de desintoxicación es, en definitiva, un alivio para una piel exhausta por los meses que hemos vivido post pandemia, y por muchas de las consecuencias de vivir con el estrés que hemos soportado y haber cubierto nuestra piel durante dos años con mascarillas que no la han dejado respirar.
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En todo caso, ya todos sabemos -a pesar de que yo sea una auténtica defensora de seguir recordándolo- que incidir en su limpieza es un paso clave para ella y, si el acto de limpiar lo realizamos de forma doble, mucho mejor para conseguir que los productos que apliquemos sean aún más eficientes.
Es una manera de hacerle menos difícil el atajo de los principios activos a aquellas capas de la piel donde realmente deben trabajar para conseguir esta desintoxicación antes de un verano en el que -no nos engañemos- daremos un cierto descanso a la disciplina de la que hemos hablado más arriba.
Exfoliar la piel no deja de ser un placer para ella y también para nosotros, porque sentiremos cómo queda oxigenada, cuánto respira, lo receptiva que resulta tras este paso inicial de desintoxicación facial y, además, de qué manera el siguiente producto penetrará mejor para trabajar las carencias que tengamos.
En el siguiente paso, y dado que sabemos cuánto sufre la piel por las agresiones externas durante el día (clima, contaminación o estrés), acumulamos toxinas y perdemos brillo y elasticidad. Es el momento de darle un plus en forma de mascarilla para que sus principios activos puedan satisfacer sus necesidades ahora que la piel tiene la mitad del camino recorrido. Es muy importante que la elegida sea prescrita por un experto que nos indique cuál elegir por los objetivos que nos hemos propuesto, ya sea hidratarla, nutrirla, aportarle luz…
Una vez que retiremos esa mascarilla que se haya adaptado mejor a la piel -tarea que debemos realizar con una toallita limpia y que solo utilicemos de forma personal- será la hora de tonificarla con un tónico que no solo refresque, sino que no ataque la barrera lipídica de la piel y que nos ayudará a aclarar, eliminar posibles restos de suciedad y acercándonos a una piel luminosa, fresca y rejuvenecida. A mi me apasiona este paso porque es cuando ya comenzamos a sentir que la piel nos sonríe de agradecimiento.
Hidratar a conciencia es la tarea final, en la que también incluimos la zona de los ojos, lo que no quiere decir que esto suponga utilizar la misma crema para esa zona que para rostro, cuello y escote.
Es importante que manejemos la información del diagnóstico para que tengamos claro qué ingredientes son más aconsejables en la fórmula del contorno y de la crema que hidratará, nutrirá y rejuvenecerá la piel. Además, es aconsejable que en la dieta no consumamos azúcares, ni grasas saturadas, pero sí aceite de oliva, frutos secos (un puñado solo), alimentos ricos en Omega 3 porque trabajan la formación de colágeno, brócoli y espinacas…
Y lo más importante que siempre aconsejo, que este proceso sea placentero, que sea con tiempo para realizarlo sin prisas, que podamos trabajar con nuestras manos la aplicación de cada producto. Además de nuestra piel, creedme, lo agracecerá nuestra mente.