Hay pocos placeres equiparables al de un baño caliente de pies tras una dura jornada. De hecho, durante décadas han estado a la venta los recipientes eléctricos que incorporaban un masaje y a los que se podían incluir sales aromáticas, sal gorda común o aceites. Actualmente, estos aparatos siguen a la venta, cada vez con más funcionalidades y más actualizados.
No obstante, el reconocimiento del bienestar que provoca esta costumbre ya estaba asumida por nuestros ancestros. Se trata de uno de los métodos tradicionales de tratamiento externo de la medicina tradicional china, cuyos orígenes se remontan a miles de años atrás. Aparece ya documentado en el Zhou Hou Bei Ji Fang en la dinastía Jin.
Un rechazo hasta el siglo XVII
No siempre la historia ha sido pacífica en esta recomendación. A finales del siglo XIV, los doctores de la época prevenían contra los posibles efectos adversos que, según decían, podían tener los baños calientes, como el contagio de la peste. Según las creencias de la época, la apertura de poros producida por el calor, facilitaba que los miasmas (emanaciones fétidas de suelos y aguas impuras) penetraran en el organismo para desequilibrarlo.
En la segunda mitad del siglo XVIII se empezaron a valorar las propiedades calmantes del agua templada
El pavor al agua terminó en el siglo XVII. En las casas burguesas y nobles disponían de bañeras, aunque se aconsejaba no abusar de ellas y no permanecer demasiado tiempo en remojo. Este rechazo al agua quedaba patente en síntomas tan evidentes como que París tenía 9 casas de baños a finales del siglo XIII y sólo un tercio de las mismas cuando estalló la Revolución Francesa.
A partir de la Contrarreforma, la Iglesia recomendaba evitar las casas de baños públicas, también por una cuestión moral, para prevenir la desnudez común y el contacto corporal interpersonal. Fue ya en la segunda mitad del siglo XVIII cuando se empezaron a valorar las propiedades calmantes del agua templada y, en el mismo París, Potevin abrió un establecimiento de baños calientes al que solamente tenía acceso la élite.
Habría que esperar hasta el siglo XIX para que se normalizara y se generalizara el uso del agua en la higiene diaria y con ello, entroncar con las ancestrales costumbres orientales de los baños calientes de pies al final del día.
En la actualidad, se cree que acostumbrarse a este ritual diario puede tener grandes efectos beneficiosos para la salud: puede eliminar las toxinas, ayudar en la limpieza del cuerpo y regular los órganos, favoreciendo la circulación sanguínea y preparándonos para un descanso de mayor calidad.
El agua por sí sola ya es beneficiosa, pero podemos añadirle sales específicas o aceites que recomendados en las farmacias o establecimientos especializados. Aunque también se puede optar por los trucos caseros como la sal gorda o el bicarbonato.
La medicina tradicional china establece conexiones entre las zonas de los pies y los órganos vitales corporales
La medicina tradicional china establece conexiones entre las zonas de los pies y los órganos vitales corporales, por lo que existe un catálogo de beneficios que, según este conocimiento ancestral, provoca un baño de pies previo a la hora de acostarnos. Pero ya se trate de medicina o de puro descanso y preparación del cuerpo para el sueño, quienes practican esta costumbre aseguran que un hábito tan sencillo ha mejorado su calidad de descanso.
Este método para mejorar el descanso está recomendado para personas con condiciones normales de salud. Quienes tengan varices, problemas circulatorios, pie de atleta, hongos u otras patologías deben consultar previamente con su médico. Además de todo ello es relajante y placentero, ¿quién se resiste a un final del día así?