Incertidumbre. Esa es la palabra que describe la vuelta al cole que se ha vivido en Castellar L'Oliveral, el único de los municipios afectados por la DANA en el que ha sido posible que un centro escolar abra de nuevo las puertas a los alumnos.
Es una imagen atípica, que contrasta con la que se vive en las 75 localidades que han sufrido los efectos de este duro temporal. Se calcula que hay en torno a 40.000 menores afectados por la ausencia de las clases o por la imposibilidad de acudir a ellas por encontrarse, aún, incomunicados.
Mientras tanto, es ya el segundo día 'lectivo' en el CEIP Castellar-Oliveral después de todo lo ocurrido. Pero este no es, ni mucho menos, un síntoma que indique que las cosas han vuelto a ser como antes.
Una vuelta a cuentagotas y un cambio en los contenidos programados hacen que entre el profesorado, más que la alegría, reine la zozobra. Aún contentos por haber retomado 'la faena', no pueden evitar ver la situación con cierto pesimismo. No han vuelto como lo dejaron y, se temen, "el curso está perdido".
Un año irrecuperable
A Carolina Martí le tocan los 'mayores'. Es tutora de una clase de 6º de Primaria, el curso máximo que se imparte en el colegio Castellar-Oliveral. Dice que el ambiente es bueno, "aunque por su edad ya son mucho más conscientes de la situación".
Los pequeños, en cambio, están en otro plano. Quizás es su inocencia la que hace que hayan llegado "sonrientes y emocionados" a su vuelta a las aulas, aunque eso no quita que muchos, también, hayan tenido miedo.
"Por lo general, han venido con mucho ánimo, eufóricos de ver de nuevo a sus profes y compañeros. Pero algunos han venido llorando. Me contaba alguna madre que sus niños tenían miedo de salir de casa después de lo que vieron", cuenta Carolina apoyada en la pared del colegio, ya completamente vacío.
Es poco más de la una y media del mediodía, por lo que el horario en el centro sigue siendo el mismo. Sin embargo, el contenido de las clases no es ni mucho menos el mismo. "Nosotros ahora estamos para acompañar. Queremos que los niños hablen de sus sentimientos después de lo que ha ocurrido", explica.
Y así lo hacen, ya sea a través de dibujos, juegos o de una obra de teatro. La lengua o las matemáticas se han hecho a un lado, y la labor de estos profesores es ahora "la de ayudar y barrer con la escoba del amor". Por mucho que este apoyo sea imprescindible, y de que Carolina no dude ni un segundo en su tarea, tiene cierta preocupación en los ojos cuando se trata de hablar de plazos para volver a lo de antes.
"Si ya una obra normal de un centro es cuestión de meses, imagínate algo de estas características. Todos los centros de la zona están destrozados y, así, es difícil volver a la normalidad. Yo siempre soy muy positiva, y quiero seguir siéndolo, pero me temo que este curso ya está perdido", sentencia.
Menores que no salen ni del barrio
Dos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado llegan justo en el momento en que Carolina apuntaba a que es "cosa de suerte" que el colegio no haya sufrido ni un rasguño. Sobre todo, si tenemos en cuenta que los otros dos centros educativos del pueblo (uno privado y otro de educación especial) han quedado destrozados, encontrándose tan solo a un par de calles.
"¿Todo bien por aquí?". "Por aquí todo bien", responde Carolina. "Ya vemos, venimos de hacer ronda por la zona... y en otros sitios no nos pueden decir lo mismo". No solo hablan de Castellar. Hablan de municipios como Albal, Alfafar, Catarroja, Massanassa, Paiporta, Picanya o Se-daví, muy próximos a Castellar pero en donde, por el contrario, se sigue achicando agua. En algunos, incluso, siguen con zonas incomunicadas.
Un lodo que llega hasta las rodillas, calles completamente colapsadas por escombros y casas reducidas a ruinas, hacen de estos lugares zonas completamente impracticables e insalubres para cualquiera. Pero mucho más para un niño.
Según la organización Save the Children, ya son más de 40.000 los menores afectados por esta situación. No pueden ir al colegio, pero es que muchos no pueden ni salir del barrio. Algunos, ni de sus casas. Las imágenes de destrucción se repiten más allá de las fronteras de los municipios, pasando por carreteras y caminos, impidiendo en muchas ocasiones cualquier tipo de intercomunicación entre ellos. Es por eso por los que muchos en la zona, tiran la toalla con respecto al año escolar.
Con este nuevo desafío que se le presenta a la Generalitat y a la Conselleria de Educación, desde el CEIP Castellar-Oliveral se erigen como "centro de acogida" dentro de la zona afectada, y ya ha dado la bienvenida hasta a 50 alumnos de otros colegios de manera provisional. "Aunque seguramente irán llegando más", apunta Carolina.
De momento, solo serán aquellos que puedan salir y desplazarse aunque aún no son muchos. "Pero con los profesores pasa lo mismo", remarca Carolina. "Yo he salido tres horas antes de mi casa para un trayecto que antes hacía en 15 minutos. Algunas compañeras han llegado dos horas tarde, llorando porque todos los accesos estaban cortados. Y otras, por desgracia, no han llegado".
Una decisión controvertida
De primeras, la reapertura del centro escolar en Castellar puede presentarse como una gran alegría y, sobre todo, como "un gran alivio", tal y como lo calificaba una madre que acababa de recoger a sus hijos. "Así ellos están cuidados mientras yo sigo limpiando... que aún queda".
Sin embargo, según comenta Carolina, la decisión no ha sido plato de buen gusto para todos los vecinos del pueblo. Para algunos es "precipitado", mientras que otros lo consideran "inadecuado". Hace cinco días, Castellar estaba sumido en la más absoluta desgracia pero, aún con cosas por hacer, todo pinta ya un poco mejor.
Con bastantes de sus calles despejadas, alguna que otra terraza de bar ya montada y una población que tímidamente se empieza a acercar a la nueva normalidad, el CEIP Castellar-Oliveral se ha levantado como el faro del pueblo y el punto fuerte de resistencia de una comarca que ha luchado fuerte ante un adversario en forma de temporal.