¿Qué hizo que tres niñas bien, hijas del régimen, católicas y de buena familia estudiaran Derecho? "Querer cambiar el mundo". La respuesta casi al unísono de Paca Sauquillo, Manuela Carmena y Cristina Almeida puede sonar a eslogan publicitario de los años 90, a algo que se dice cuando pides un deseo al tuntún, pero en su caso ha sido su vida, llena de cicatrices pero sobre todo, como insisten con sonrisas pícaras, llena de amistad y diversión.
"Era un mundo en el que estábamos transformando la sociedad pero también transformándonos nosotras mismas", resume Almeida.
Estas tres mujeres tan diferentes, que siguen manteniendo una conexión histórica y espiritual desde hace más de 60 años, son las protagonistas de Las Abogadas, una serie de RTVE que cuenta a través de la vida de estas heroínas -ellas odian esta palabra pero ya en el primer capítulo es lo único que se te pasa por la cabeza- los convulsos años del final de la dictadura y el nacimiento de la democracia.
Así, de inicio, podría parecer otra serie más hablando de Franco. Pero Las Abogadas es Historia y es su historia. Una de amistad, de juventud, de lucha, de valores, de revoluciones políticas, feministas, sexuales, sentimentales...
MAGAS ha conseguido reunirlas por primera vez junto a las actrices que les dan vida en la ficción en un encuentro que demuestra que esta serie no es otra serie más sobre la Transición, y que hay cosas que ocurrían en España hace menos 50 años de las que no tenemos ni idea.
Paca Sauquillo
Es hija de militar y de una soprano que tuvo que renunciar a su carrera por la de su marido, "necesitaba un certificado de conducta para el Ejército y estar casado con una artista no estaba bien visto". Una monja aconsejó a sus padres que no estudiara porque era "cortita" pero ella perseveró.
Siempre quiso hacer Derecho, porque "podías aplicarlo en la vida cotidiana, podía valer para defender a otros". Fue una de las primeras abogadas en actuar contra la especulación inmobiliaria en Palomeras Bajas y Orcasitas y defendió a los afectados de la Kolza, un juicio que hizo historia. Ha sido diputada, eurodiputada y es activista de los derechos y libertades.
Almudena Pascual, la actriz que le da vida en la serie, ha dicho de ella: "Tiene una necesidad de ayudar, de estar en la lucha, que me fascina".
"Las tres nos conocimos en la facultad. Manuela y yo íbamos a la misma sección, la 1, y Paquita, a la 3. Las tres veníamos de un colegio de monjas, de familias católicas, que habían sido vencedoras del régimen, pero allí se nos abrió un mundo", cuenta Cristina Almeida desde el Hospital San José donde se recupera de una operación de espalda.
Era el arranque de los años 60 y era difícil que tres mujeres tan vivas no se afiliaran a la lucha de "estos jóvenes inquietos", como recuerda Manuela Carmena que los llamaba el régimen. "No se atrevían a plantear que gente suya, porque al fin y al cabo veníamos de familias acomodadas, nos estábamos pasando al otro lado. Los hijos de los que habían ganado les estaban saliendo mal".
Sobre todo las hijas, que se reunían en el hall de la facultad a hablar de libertad, sexualidad, amor, igualdad, del divorcio en una sociedad en la que sólo había una forma de casarse, del aborto...
"Leíamos el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir o la Mística de la Feminidad de Betty Friedan", recuerda Paquita. "Yo iba a Londres y me traía un cargamento de anticonceptivos para repartirlos entre todas", añade Cristina, de una sociedad donde parecía que no había un hueco para ellas más allá de la casa y la familia.
"Con todo lo que estábamos cambiando, había leyes que nos parecían ridículas. Estábamos ya en otro momento", sonríe Carmena con sorna si nombramos las limitaciones que tenían por el hecho de ser mujer.
Y es que estas jóvenes y listas, sobradamente preparadas diríamos ahora, no sólo tenían que soportar un régimen dictatorial opresor en sus últimos coletazos, sino también a un régimen hecho a la medida del hombre.
"Tuvimos que luchar doblemente, meternos en el partido para luchar contra la dictadura, pero también contra el patriarcado. Empezamos a crear organizaciones feministas como la Asociación Demócrata de Mujeres. Teníamos que hacer la doble militancia, la de mujeres, y contra la dictadura", explica Paca Sauquillo.
De hecho, Cristina Almeida recuerda perfectamente el día en que ella, que se sentía feminista pero casi sin saberlo, se hizo feminista militante: "Iba a denunciar al director de la Cárcel de Carabanchel por el trato a los presos que defendía y me preguntaron si estaba casada. Les dije que sí y me pidieron el permiso de mi marido para presentar la denuncia o un poder".
"Me dio tanta vergüenza pensar que tenía que llevar a mi marido allí a denunciar al director de la cárcel que ese día me hice feminista. Me subí a mi seiscientos, que parecía un Maserati, y agarré a mi marido y nos fuimos directos al notario a firmar ese poder, que lo tuve que llevar hasta el año 1975".
Lo que puede parecer una anécdota, estos poderes de ruina, como se les conocía, no es tal si tenemos en cuenta que Cristina tenía su propio despacho de abogados laboralistas desde 1967. "El notario sólo le decía a mi marido, '¿usted sabe lo que está haciendo?', y él, que era un militante que no me limitaba en nada, le contestó 'da igual el poder, mi mujer va a hacer lo que le dé la gana'".
Ese país que las veía como niñas de porcelana pronto descubrió de qué estaban hechas estas abogadas. Antes de los 30 todas tenían su despacho (Paquita en Lista; Cristina en Españoleto y en Atocha Manuela Carmena) y colas de trabajadores, mujeres discriminadas, pobres estafados que se fiaban a ciegas de estas chicas jóvenes acostumbradas a saltar cualquier muro cada vez que salían a la calle.
"Éramos mujeres pero abogadas muy buenas. Ganábamos muchos juicios y eso lo sabían", reconoce Almeida.
Manuela Carmena
De familia comerciante y católica, estudió en las monjas francesas. Eran tres hermanas y en su casa todas fueron a la Universidad. Estudió Derecho porque su padre, "un hombre práctico", le dijo que con filosofía, que era lo que a ella le gustaba, no se iba a ganar la vida.
Descubrió lo injusto del mundo cuando las monjas la llevaron a Vallecas y vio a niños sin zapatos, sin saber leer, sin comida. Fundó su propio despacho laboralista, el de Atocha 55, donde salvó la vida por cinco minutos. Ha sido una de las primeras juezas de España y alcaldesa de Madrid.
Irene Escolar, la única actriz que no ha podido participar en la charla, resalta de ella "su optimismo y alegría".
La charla entre estas tres amigas se convierte en una lección de historia que se va cosiendo de reunión en reunión y de fiesta en fiesta. "Nos lo pasábamos muy bien en esos años", reconocen.
De esta forma, hechos clave como la entrada de Manuela y Cristina en el Partido Comunista, o en la ORT, de Paca; el papel de Sauquillo y Almeida en el Proceso 1001 contra la cúpula de CCOO o la llegada de Carmena como una de las primeras juezas de España se mezclan con las copas en el Boccaccio, las cortinas del despacho de Cristina cosidas por ella misma o la conciliación con "aliados" que al final estaban sometidos a la sociedad por mucho que compartieran esa visión feminista con ellas.
"A mí, mi orimera suegra me regaló unas tarjetas que ponía "Cristina Almeida, mujer de García Varela" porque la familia no siempre aceptaba que fueras más conocida o que ganaras más que él".
Pero lo suyo también es una comunión de dolor y muerte porque en el despacho de Manuela Carmena, Atocha 55, fueron asesinados a tiros cinco compañeros y otros cuatros resultaron heridos graves.
Fue el 24 de enero de 1977 y su único delito había sido la defensa de los derechos laborales de camioneros, obreros, freseros, costureras, albañiles... una herida que todavía duele y constriñe la sonrisa a quien perdió a su hermano Javier, Paca Sauquillo; a quien se salvó por el cambio de una cita a última hora, Manuela Carmena; o a quien trabajaba codo a codo con ellos y participó en el juicio contra sus asesinos, Cristina Almeida.
"Fue un shock personal. Dos días antes, volvíamos en el coche de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Orcasitas, Javi, Lola mi marido y yo y mi hermano decía que lo de la Triple A en Argentina no podía a pasar aquí. Y mira", recuerda Paquita.
"Yo me había marchado cinco minutos antes. Nunca habíamos tenido miedo hasta ese momento. Después del atentado, a veces iba por la calle y me paraba a mirar quién iba detrás. Sentimos que era superinjusto, por qué no nos había tocado a nosotros y que teníamos que hacer cosas por ellos. Yo por lo menos sí tenía la sensación de que les debíamos algo", aclara Manuela.
Almeida estaba en Chile y cuando le llegó el telegrama con la noticia se desmayó en mitad del hotel. Volvió corriendo y asumió el juicio contra sus asesinos. "Ahí vi lo que era la miseria humana. Nos gritaban rojos, comunistas, de todo, y parecía que los asesinos éramos nosotros en vez de ellos. Fue tremendo".
Cristina Almeida
Su padre era procurador y "muy de derechas", como confiesa. Es la tercera de seis hermanos y su madre, que nunca pudo estudiar, se trasladó a Madrid desde Badajoz para que sus hijas tuvieran lo que ella sólo soñó.
Fue una niña rebelde entre las monjas, "no sabían cómo callarme, siempre protestando", pero la facultad de Derecho fue el salto a un mundo diferente, donde podía luchar y divertirse.
Esta feminista activa "pudo con Franco" y luchó en Chile por los niños desaparecidos de Pinochet. Actuó en el Proceso 1001 defendiendo a Comisiones y en el juicio contra los ultraderechistas que mataron a sus compañeros en Atocha, "unos miserables".
Elisabeth Casanova, su alter ego en la serie, destaca emocionada "su carisma", "su fuerza" y "la alegría" de quienes perdieron tanto en el camino.
Las tres coindicen en que el entierro en Madrid, donde más de 100.000 personas acompañaron los féretros con flores rojas, puños en alto y el llanto como única consigna marcó, un antes y un después para la democracia española. Y ellas fueron tristes protagonistas sin pretenderlo. Estaban ahí.
"Sabíamos que teníamos que tener un comportamiento que significara que nada iba a parar el proceso democrático y demostrar serenidad", reconoce Manuela ante la injusticia de un dolor que tiene que ser callado. Y eso que ese 26 de enero se demostró que el silencio puede ser ensordecedor.
"Ellos fueron una parte muy importante del advenimiento de la democracia. Habían luchado por ella y esa muerte, lejos de retraer a la gente, atrajo a más", insiste Cristina.
Paca, que iba en el coche detrás del féretro de su hermano Javier, solo recuerda los llantos y el silencio. "Seguramente habrían legalizado al PCE en algún momento, pero que lo hicieran en abril, unos meses después, fue por ese entierro, ese silencio y esa serenidad que demostramos".
Manuela Carmena es la única de las tres que confiesa que no ha visto la serie, pero que su nieta Martina, de sólo cinco años, se sabe todos los personajes. Para Paquita, el capítulo del atentado de Atocha ha sido el más duro que tuvo que ver, pero reconoce que la gente lo tiene que conocer. Y Cristina se ríe mucho viéndose en la tele. "Ya me reía con mi vida, imagínate ahora".
Tienen sus diferencias con los personajes. Paca asegura que ella no ha fumado en su vida, que no iba tanto al Boccaccio y que su marido no tenía bigote. Manuela no lo sabe aún, pero va a sentirse muy Manuela cuando vea a Irene Escolar. Y Cristina tiene claro que lo importante no son ni siquiera las personas, sino los personajes y la historia y que eso se va en una televisión pública y en horario prime time.
Para las actrices, Irene Escolar, Almudena Pascual y Elisabeth Casanova interpretar a tres mujeres con tanto carisma y que aún siguen vivas ha sido todo un reto. "Yo me hice un croquis con todo lo que ocurrió esos años mes a mes, porque cambiaba todo el tiempo. Para la gente de mi generación son años muy desconocidos y fue un reto hacer la serie", reconoce Casanova mirando con devoción a Almeida.
"Al final optamos por no tratar de imitar a nadie, documentarnos bien y tomar su energía para, a partir de ahí, crear", aclara Pascual con una serenidad que recuerda mucho a Paquita.
La tarde se acaba y las actrices salen emocionadas del primer encuentro real que han tenido con sus personajes en una serie que está dando mucho y bien que hablar. "Ha sido increíble". Manuela se vuelve a salir corriendo. Paca tiene un compromiso con sus nietas y Cristina, enfundada en un alegre traje rojo, regresa a su habitación de hospital donde ya ve la luz del túnel de pie. "En cuanto me recupere, a seguir divirtiéndome", amenaza.
Lola González
La cuarta abogada que aparece en la serie es Dolores González Ruiz. Paula Usero, que la interpreta en la serie, reconoce la implicación física y emocional que le ha costado este personaje. Y es que a Lola, el régimen de Franco le quitó casi todo lo que pudo, menos su lucha. La policía franquista mató a su novio, Enrique Ruano, y los asesinos ultras acabaron a tiros a su marido, Javier Sauquillo, en Atocha 55, donde ella resultó gravemente herida. De las secuelas físicas tardó años en recuperarse. De las emocionales, no le valió ni una vida.
*'Las Abogadas' puede verse completa en RTVEplay.