La pintora Isabel Quintanilla (1938-2017) es la protagonista de la primera exposición monográfica a una artista española en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Ella ha sido una de las figuras fundamentales del realismo contemporáneo.
Quintanilla vivió y trabajó en un momento de la historia de España en el que las mujeres artistas no tenían ni el peso ni el protagonismo de los artistas masculinos, aspecto que no pasaba por alto en sus declaraciones públicas para reivindicar el valor de su trabajo y el de sus compañeras.
La pintura de Isabel Quintanilla es el resultado de un dominio rotundo de la técnica y de un oficio adquirido en distintas escuelas pero, sobre todo, de un trabajo continuado en el tiempo.
La artista se refería con frecuencia a la lucha constante que suponía resolver los problemas que la pintura planteaba a todo el que quería valerse de ella para experimentar la realidad de otra manera.
La selección de obras abarca las seis décadas en las que Quintanilla estuvo en activo, desde La lamparilla (1956), la obra más antigua que se conserva, hasta Bodegón Siena (2017), la última que entregó a su galerista poco antes de fallecer.
Los realistas de Madrid
La artista forma parte de un grupo de pintores que vivieron y trabajaron en Madrid desde mediados de la década de 1950, a los que unía tanto su formación y trayectoria como relaciones familiares y de amistad. Conocido como los realistas de Madrid, entre sus integrantes se encuentran Antonio López, María Moreno, los hermanos julio y Francisco López Hernández, Esperanza Parada y Amalia Avia.
El grupo de los realistas de Madrid fue el primero en España en el que las mujeres, además de superar en número a los hombres, ocuparon un lugar igual de importante que sus compañeros.
Como ellos, Quintanilla conoce las vanguardias, pero pronto se inclina por el realismo dentro de la tradición española, que siente como algo propio y cercano.
Pinta su entorno. Ya sea un bodegón, un interior doméstico o un patio, lo que retrata son sus objetos personales, las habitaciones de sus casas, los árboles y plantas de su patio. Se interesa por motivos cotidianos, lo que tiene más a mano, como el vaso de cristal, protagonista de decenas de obras.
Infancia marcada por la Guerra Civil
Isabel Quintanilla nace el 22 de julio de 1938 en Madrid. Durante la Guerra Civil, su padre lucha en el ejército republicano y muere en 1941 en un campo de concentración de Burgos. Su madre, que tiene que sacar adelante a sus dos hijas trabaja como modista. Su pintora está repleta de referencias a ella.
Con once años empieza a asistir a clases en talleres particulares de artistas y con quince ingresa en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Allí conoce a Antonio López, a Julio y Francisco López y a María Moreno, que está en su mismo curso.
En 1959 obtiene el título de profesora de Dibujo y Pintura y empieza a dar clases como ayudante en un instituto. Además, expone por primera vez en una muestra colectiva organizada por la Fundación Rodríguez-Acosta de Granada.
Traslado a Roma
En 1960 se casa con Francisco López y se trasladan a Roma durante cuatro años, ya que el escultor ha obtenido el Gran Premio de Arte de la Academia de Bellas Artes para formarse en Italia. Conocen a artistas, músicos y creadores y viajan por Europa. Quintanilla también sigue formándose y presenta su primera exposición individual en Caltanissetta (Sicilia).
Al volver a Madrid, Quintanilla desecha los colores oscuros, el soporte rugoso y la luz plana y sus cuadros se llenan de colores vibrantes y luz moldeadora.
Monederos y pintaúñas
Recrea naturalezas muertas con objetos personales que confieren a sus obras un carácter autobiográfico: frutas y verduras, carnes y embutidos, junto a guantes, sandalias, un monedero o un pintaúñas.
Añade otros elementos reconocibles, como medicamentos y limpiadores de cocina, productos de alimentación o electrodomésticos de marcas de la época.
La costura y el recuerdo a la profesión de su madre también están presentes en algunas ocasiones de forma implícita, a través de objetos como la máquina de coser, las tijeras y los dedales, como en Bodegón del periódico (2005), o explícita, como en Homenaje a mi madre (1971).
En España retoma la docencia, pero no deja de pintar, y en 1966 protagoniza una exposición en la galería Edurne de Madrid con obras realizadas en su mayoría en Roma, en la que vende casi todo lo expuesto.
La exposición se podrá ver en el Museo Thyssen de Madrid, del 27 de febrero al 2 de junio de 2024.