Alejandra Suárez es hija de un matemático alemán muerto en accidente de tráfico, al que nunca conoció. Ella creció con una mentira alimentada por su madre, que pretendía protegerla. La versión sobre su padre era muy edulcorada. Descubre su nombre y apellidos cuando encuentra unas tarjetas de visita y las cartas que sus padres intercambiaban cuando Aleksandr Ogoródnik estaba destinado en Moscú.
Él dejó escritas unas memorias tratando de convencer a los suyos de la gran mentira que vivía Rusia. La misma de ahora. El Kremlin sigue mintiendo a su pueblo.
Valiente o inconsciente, nos revela el autoritarismo de un país que vive bajo la constante amenaza de Putin: "Fui disuadida de ir a Rusia cuando Marta Peterson, agente de la CIA y fundamental en esta historia, me pide que no viaje porque mi vida peligraba. Encontrar la tumba de mi padre y de mi abuela a través de una videollamada fue un momento muy emocionante. Invité a la familia que aún vive a que contactaran por email, pero mi correo estaba intervenido".
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No hay reconocimiento oficial por parte de la CIA: "Para Rusia, mi padre era un pusilánime, alcohólico y mujeriego. Un traidor: 'Putin no perdona ni olvida'".
"Para Pilar Suárez, mi madre, el amor de su vida se truncó cuando él desaparece. Nunca supo que se administró una pastilla de cianuro antes de ser torturado. Soy consciente del riesgo que corro, pero mis padres se merecen que cuente lo que sé".
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