TERF es el acrónimo para Trans-Exclusionary Radical Feminist, que en español significa "Feminista Radical Trans-Excluyente". Es decir, se utiliza para hacer referencia a las feministas que excluyen a las mujeres transexuales de su defensa de los derechos de la mujer.
Las TERF son aquellas feministas que excluyen a las personas que nacieron con genitales masculinos, pero que se identifican como mujeres. Para ellas, solo una mujer que ha nacido con genitales femeninos sufre los estragos del patriarcado y merece liberación. Esto deja fuera a transgéneros y transexuales, aunque esto suponga una contradicción con una de las máximas del feminismo: "El feminismo es igualdad entre géneros".
Su origen se atribuye a la bloguera feminista Viv Smythe, que usó el acrónimo para referirse en 2008 a algunas feministas radicales que defienden posiciones que otras consideran tránsfobas. Por ejemplo, estas no están a favor de incluir a las mujeres trans en espacios reservados para mujeres.
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Concretamente, Smythe utilizó el término como reacción a las políticas del Michigan Womyn's Music Festival por negar la entrada a mujeres trans. En una entrevista con The TransAdvocate en 2014 señaló que:
"Estaba destinado a ser una descripción deliberada y técnicamente neutral de un grupo de activistas. Era una forma de distinguir las TERF de otras RedFems (feminismo radical) con las que interactuamos, que son trans positivas/neutrales, porque llevábamos varios años involucrándonos productivamente y sustancialmente con RedFems no TERF".
En los inicios, Smythe utilizó el acrónimo para referirse a un tipo particular de feminista, al que describió como "no dispuesta a reconocer a las mujeres trans como hermanas". Con el paso del tiempo, el término fue adquiriendo connotaciones adicionales que han sido utilizadas de forma despectiva por grupos incluyentes.
Varias teóricas feministas como Sophie Lewis han escrito recientemente que el término se ha vuelto una palabra comodín para designar a todas las feministas anti-transgénero o transexclusivas, independientemente de si son radicales.
Ahora bien, ideológicamente no es algo nuevo del siglo XXI. Se considera que el libro El imperio transexual. La construcción del maricón con tetas (1979) de Janice Raymond aglutina las ideas centrales de lo que hoy se entiende como TERF. Según la autora: "No habrá igualdad si aceptamos la ficción de que un hombre puede ser mujer".
TERF ¿un insulto?
Las personas a las que se les califica como TERF la caracterizan como insulto con frecuencia. Ejemplo de ello es la autora J. K. Rowling, que se vio envuelta en una polémica al afirmar que solo las mujeres menstrúan, y se la llamó TERF: "Me acusan de odio, me dicen insultos misóginos y, por encima de todo, me llaman TERF".
Ahora bien, ¿es realmente este término, ampliamente utilizado en internet, un insulto?
Según la explicación de la activista y filósofa Rachel McKinnon en The Epistemology of Propaganda (2015), no lo es: "Un término usado para denigrar a las mujeres no hace que la palabra sea un insulto, sino una visión absurda y sin sentido de la naturaleza de los insultos". Ella argumenta que TERF puede utilizarse de manera descriptiva, mientras que los insultos son despectivos en todos los contextos.
Tres años después, siete filósofos británicos escribieron en la revista Philosophy and Phenomenological Research que el artículo de McKinnon junto a otro de Jason Stanley habían contribuido a normalizar el término, pero que la palabra se había empleado para "desprestigiar a quienes no están de acuerdo con la narrativa trans". Ahora bien, el editor de la publicación, Ernest Sosa, declaró que los académicos informaron que el término podría evolucionar para convertirse en un insulto.
Por otra parte, en un documento de 2020 citado por Cromosomax, los lingüistas Christopher Davis y Elin McCready argumentaron que se requieren tres propiedades para que un término sea un insulto: "1) debe ser despectivo hacia un grupo particular, 2) debe usarse para subordinarlos dentro de alguna estructura de relaciones de poder, y 3) el grupo derogado debe ser definido por una propiedad intrínseca". Según los autores, TERF satisface la primera condición, falla en la tercera y la segunda es polémica.
En esta línea, la activista transfeminista e investigadora Julia Serano ha argumentado que, ya que el término fue creado como neutral, no puede ser un insulto. Y apunta que si ha acumulado connotaciones negativas es porque la mayoría de las feministas contemporáneas ven la transexclusión como inválida y la retórica TERF como innecesariamente despectiva.
Según informa la BBC, la filósofa Jennifer Saul también se alinea con esta postura. Ella explica que en los últimos cinco años el término no solo ha sido empleado con uso descriptivo, sino que ha estado acompañado de retórica violenta. Aunque no lo considera un insulto.
"Por la naturaleza de internet, cualquier término que describa a un grupo que genera controversia va a venir acompañado de retóricas de odio", apunta, "no culpo tanto a la palabra en sí, sino a cómo la gente la utiliza.
En suma, quienes no lo consideran un insulto explican que solo se trata de describir la posición ideológica de las TERF, que excluyen a las mujeres trans.