Enciendes la televisión y pones los informativos del mediodía. Mientras comes aparece una noticia: "Otra mujer asesinada, presuntamente a manos de su pareja". En lo que llevamos de año son ya 38 en España. Sin embargo, sigues comiendo o incluso manteniendo una conversación como si no fuese contigo. Total, son solo 38 mujeres. ¿Por qué le dan tanto bombo? En España hay más asesinatos. Más de 600 este 2022, según el Ministerio de Interior.
"¿Dónde están las feministas cuando hay accidentes laborales?", "¿por qué las feministas no dicen que la mayoría de personas sin hogar son hombres?", "hay más suicidios entre hombres, de eso bien que no habláis", escriben algunos usuarios en Twitter (habitualmente sin rostro y bajo pseudónimos) cuando alguien condena ese último asesinato machista.
Han pasado 25 años de la denuncia pública y posterior asesinato de Ana Orantes, la mujer que sin duda cambió la mentalidad que se tiene sobre el maltrato en España, pero a veces parece que las cosas siguen (casi) igual.
Después de ella han sido muchas más las víctimas de esta lacra llamada machismo que, por mucho que algunos lo quieran negar, mata. Concretamente, son 1.171 las asesinadas desde que se empezó a contabilizar en 2003 (y donde no se incluye a las que perecieron a manos de hombres que no eran pareja o expareja).
Pero con esos comentarios en redes o en la barra del bar, con esa forma de dar la información, al final las que ya no están quedan reducidas a una cifra. Un número al que ni siquiera se le otorga la importancia que se merece.
Porque todas esas mujeres tenían nombres, seres queridos, sueños… En definitiva, una vida. Eran Nuria, trabajadora social con dos hijos; María Vanesa, policía nacional con una hija; Inmaculada, que vivía en Utiel y trabajaba en una frutería y estaba casada con un guardia civil; Laura, que solo tenía 19 años; María Teresa, que dejó a cuatro hijos huérfanos, la pequeña de solo tres años.
Y así, un largo etcétera. "Pero oye, que siguen siendo menos de 40 mujeres en un año. Es una pena, pero no es para tanto", pensará más de uno. El problema es que estos asesinatos son solo la punta del iceberg de la violencia machista que sufre una de cada dos mujeres en España.
La violencia machista tiene muchas caras, algunas de ellas muy sutiles y demasiado normalizadas. Violencias que no solo ocurren en el ámbito de la pareja, sino que se sufren en el trabajo, en la calle, de fiesta, en el transporte público… El 25 de noviembre, Día Internacional de Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, recuerda esta injusta realidad que viven las mujeres por el mero hecho de serlo.
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En esta violencia contra la mujer entran las agresiones físicas y sexuales, la violencia económica, institucional, obstétrica, el acoso sexual o por razón de sexo, la explotación sexual o el acoso callejero.
Violencia dentro de la pareja
Pese a todo, la violencia dentro de la pareja es la que más se suele relacionar con la violencia machista. Antes llamada maltrato doméstico, el valiente testimonio de Ana Orantes puso sobre la mesa la realidad: que la mayoría de víctimas son mujeres y, por lo tanto, es violencia de género. Ni riñas de pareja, ni crímenes pasionales.
Es un tipo de violencia muy específica y que abarca mucho más que golpes o palizas. Es más, suele comenzar casi sin que te des cuenta, con pequeñas "manipulaciones sibilinas", en palabras de Beatriz Durán, psicóloga experta en violencia de género, que poco a poco van aislando y anulando a la mujer.
"Un hombre violento y perverso sabe manipular superbien. ‘Ostras, pero si yo no le dije esto y estoy segura que le dije lo otro’... Estas cuestiones que parecen discusiones de pareja normales y corrientes, si se producen de manera continuada, es manipulación", añade.
Como recuerda Sofía Mas, también psicóloga especializada en violencia de género y parte del equipo de la Asociación Alma, esta manipulación va más lejos: "Los maltratadores son el perfecto cuñado, el perfecto yerno. Muchas veces incluso se hacen aliados de la familia de la mujer para dejarla a ella en evidencia y que cuando se queje o tenga un problema con él, se pongan de su parte".
A todo ello se une que la violencia ocurre siempre de puertas para adentro, por lo que, cuando las mujeres se atreven a hablar de ello, muchas veces se encuentren con la incomprensión de su entorno. Incluso se llega a "poner en tela de juicio su testimonio", afirma Mas.
Las expertas declaran que entre las primeras señales de alerta a tener en cuenta en una relación está el control que, de nuevo, llega camuflado de excusas y manipulaciones. "Hay que ponerse alerta en el momento en el que él empieza a querer coartar la libertad de la mujer de hacer su vida, estudiar, trabajar o salir con sus amigas", explica Mas.
Y continúa: "Muchas veces lo disfrazan de preocupación: 'No, es que me preocupa que estés bien', 'es que te echo de menos', 'es que te quiero mucho y necesito saber de ti', 'dime dónde estás'… Ese tipo de cosas".
Si se dan estas situaciones, Mas destaca también que es importante ver la reacción del hombre cuando la mujer expone sus necesidades como, por ejemplo, querer pasar tiempo a solas, "si responde bien" o "se enfada".
Llega a un nivel todavía más preocupante cuando "empezamos a coartar nuestra libertad para que él no se enfade", asegura Mas, que añade: "Esto tiene que poner muy en alerta".
Ese comportamiento es una forma de violencia psicológica de control sobre la pareja que, según la Macroencuesta de Violencia de contra las Mujeres publicada por el Ministerio de Igualdad en 2019, ha sufrido en algún momento de su vida el 27% de las mujeres mayores de 16 años en España.
El informe, que se realizó con una muestra representativa de 9.568 mujeres de 16 años o más, estima, en base a ese dato, que más de cinco millones de mujeres han sufrido ese control por parte de su pareja en algún momento de su vida. Entre estos comportamientos de violencia destacan el control por saber dónde están en cada momento (16,7% de las mujeres afirmó haberlo vivido), enfados si hablaba con otro hombre o mujer (15,9%) y tratarlas con indiferencia o ignorarlas (15,5%).
Sofía Mas cuenta que, aunque la violencia psicológica es tan importante como la física, "hay mujeres que han llegado a denunciar, e incluso tienen orden de alejamiento y medidas impuestas, y siguen dudando de si realmente ha sido para tanto lo que les han hecho porque la violencia de género se identifica como una paliza, un golpe o un ojo morado".
No hay que olvidar que el control también tiene que ver con el dinero. Y ahí ya se habla de violencia económica, que ha afectado al 11,5% de las mujeres en algún momento de su vida. La forma de ejercer esta violencia, según la Macroencuesta de Igualdad, es principalmente el impedimento de que las mujeres tomen decisiones relacionadas con la economía familiar, negar dinero para gastos del hogar y no permitir trabajar fuera de casa.
Por su parte, Durán subraya otro tipo de violencia muy normalizada en todos los ámbitos, pero que hay que saber identificar ante posibles casos de violencia de género: las faltas de respeto. "Si alguien te falta al respeto, tienes que saber si lo ha hecho de una manera intencionada y es algo regular, porque el amor y las faltas de respeto son incompatibles". De nuevo, la reacción de la pareja al verbalizar ese acto que ha hecho daño, es clave.
La psicóloga recuerda además que no se deben justificar esas faltas de respeto. "'Es que tiene un mal día', 'es que le han echado del trabajo'… es que, es que, es que… Y nos olvidamos de nosotras".
Si se normaliza ese comportamiento, las faltas de respeto a las que al principio no dabas importancia pueden derivar en insultos o incluso amenazas e intimidaciones. Es una violencia psicológica emocional que, en base a la Macroencuesta de 2019 de Igualdad, ha sufrido el 23,2% de las mujeres en España en algún momento de su vida (y se estima que 4,7 millones en total). De ellas, casi el 20% recibió insultos, el 14,4% fue menospreciada delante de otras personas, y el 13% fue intimidada por su pareja o expareja.
Nieves, una historia real
Estas agresiones llevan poco a poco a la mujer a una espiral cada vez más violenta y de la que luego es difícil salir. En algunos casos, con esta manipulación psicológica es suficiente para anularlas y que el maltratador tenga un control absoluto sobre ellas. Pero otras veces van más allá, llegando a la violencia física. Concretamente, la han padecido en algún momento de sus vidas 11% de las mujeres en España e Igualdad estima que son más de 2,2 millones de mujeres.
Una de ellas fue Nieves. Pasante en un despacho de abogados y con dos hijos, sufrió en silencio durante años las agresiones verbales y físicas del que ahora es su exmarido. "Tenía mucho miedo de denunciar, pero no tuve más remedio porque un día mi hija me llamó diciendo: 'Mamá, no vengas a casa del trabajo porque te está esperando en la puerta con un cuchillo'", relata a magasIN con gran entereza.
"Estaba en la oficina y me derrumbé. Mis compañeros me llevaron a la comisaría y yo iba con un miedo que me moría. Ya ahí vomité todas las cosas que me habían pasado durante mucho tiempo. Primero, violencia psicológica y después, ya cuando tuve a mi segundo hijo, física", confiesa.
Era el año 2000, por lo que no existían en España los juzgados de violencia sobre la mujer y todavía quedaban años para que se aprobase la ley contra la violencia de género. Pero eso no la echó para atrás. Pese al miedo que sentía, decidió abandonarle, llevarse a sus hijos con ella y refugiarse en casa de su madre, donde permaneció un año y medio.
"Tuve que dejar todas mis cosas e ir a robarlas a casa. Me escondía en una esquina de la calle y cuando le veía salir por la puerta, subía con mi hija de 16 años para coger todo lo posible", recuerda Nieves. "Te despoja de todo".
Y es que el irse de casa no significa que la pesadilla acabe. Durante ese tiempo en casa de su madre el miedo seguía muy presente en su día a día. Por las noches, su exmarido iba a la casa, llamaba al telefonillo y la amenazaba. A todo eso hay que añadirle el largo y tortuoso proceso judicial. "Perdí cinco juicios porque era su palabra contra la mía. No había testigos cuando me agredía", afirma Nieves.
Ahora es una mujer feliz y, como ella misma dice, un "agente de cambio". Colabora desde 2015 con la Fundación Ana Bella y quiere dejar claro a todas las mujeres que estén en una situación de violencia, que se puede salir. Se puede volver vivir, en lugar de la supervivencia que se mantiene en este tipo de relaciones.
No obstante, años de violencia psicológica y física dejan huella. Uno de los signos más habituales en las supervivientes de violencia de género es la culpa y la vergüenza. Todavía hoy, después de más de 20 años de terapia y trabajo con otras mujeres, Nieves admite seguir sintiendo culpa.
"Tienes culpa por lo que tus hijos han visto. Culpa porque lo has aguantado. Culpa porque tu madre no es feliz. Culpa porque se mete con tus amigas y tus amigos y les pincha la rueda del coche. Culpa, culpa y culpa. Es como una mancha que es muy difícil de sacar".
Beatriz Durán subraya que, además de la culpa, entre las secuelas psicológicas más habituales entre las supervivientes están la falta de autoconocimiento y el autocuestionamiento. "Son mujeres que siempre han priorizado la voz, las necesidades y los deseos del hombre. Al final están totalmente despersonalizadas y no saben ni lo que les gusta".
"Es importante preguntarles 'bueno, ¿y qué te gusta hacer?'. Me acuerdo de una mujer que me dijo: 'Nunca me lo había planteado. ¿Cómo no se ha podido pasar esta pregunta?'".
Pese a todo, con ayuda de profesionales y una red de apoyo (que se puede encontrar en asociaciones como ALMA, Fundación Ana Bella y, por supuesto, en la familia y los amigos), las mujeres víctimas de violencia de género pueden pasar a ser supervivientes y rehacer poco a poco sus vidas antes de que sea demasiado tarde. Y por suerte, aunque siempre se visibilice más lo malo que lo bueno, hay miles de historias como la de Nieves que lo demuestran.
Otras violencias: acoso, agresiones...
La cuestión es que, como se ha mencionado anteriormente, la violencia machista no ocurre solo dentro de la pareja. Las mujeres están sometidas a muchos tipos de violencia a lo largo de su vida. Algunos normalizados como ocurre con la falta de respeto en la pareja; otros, que causan escalofríos como las violaciones o explotación sexual.
Entre esas violencias habituales, casi diarias, está por ejemplo el acoso callejero. "Amiga, avisa cuando llegues", suelen decir las mujeres al despedirse para volver a casa. Este acoso callejero se puede manifestar en casi cualquier espacio público, habitualmente de noche, pero también de día, y cuando están ellas solas o con alguna otra mujer, no cuando van acompañadas de otro hombre.
Es un tipo de violencia que comienza cuando eres muy joven. Según la Macroencuesta de Igualdad, en España el 26% de las mujeres de entre 16 y 24 años han sufrido stalking o acoso reiterado, y el 13% antes de cumplir los 15 años de edad.
Además, el estudio Safer cities for girls (2021), expone que "una vez que las niñas llegan a los primeros años de adolescencia es más probable que sus vidas se vean restringidas debido a la violencia, pues tienen más probabilidades de que les digan que no pueden salir solas, que deben evitar ciertos lugares o espacios, o que se les culpe de la violencia de la cual son objeto".
Silbidos, miradas lascivas, 'piropos' indeseados o directamente, persecuciones, son algunas de las formas que adopta el acoso callejero. Según dicho informe, de media, solo el 3% denuncia a las autoridades o fuerzas de seguridad, y la experiencia "queda en conversaciones con familiares o amistades".
Aún más preocupante es que "el 90% de las jóvenes indican que no ha recibido ayuda de quienes estaban presentes" cuando se producía el acoso. Todo ello al final hace que el 21% de las mujeres jóvenes señalen que se han acostumbrado a este tipo de experiencias de violencia porque "es un problema continuado".
"Es decir, las jóvenes han llegado a normalizar una realidad que las discrimina y las hace sentir inseguras. Tienden a solucionarlo de manera individual, con estrategias personales para aumentar su sensación de seguridad, ya sea desviando la ruta o buscando compañía para los trayectos", revela Safer cities for girls.
Este acoso puede, efectivamente, quedar en una 'anécdota', pero también puede acabar en graves violencias como una agresión sexual o el asesinato (desde este año Igualdad contabiliza como feminicidio asesinatos perpetrados a mujeres por el mejor hecho de serlo y ya llevamos 19).
En lo que respecta a las agresiones sexuales, el último Balance de Criminalidad del Ministerio de Interior, que recogía datos hasta junio de este año, cifraba en 9.289 las agresiones sexuales con penetración y los delitos contra la libertad sexual en este 2022 (cuando en el mismo periodo de 2021 fueron 7.885 y el 98% de los detenidos por abusos o agresiones sexuales fueron hombres).
Asimismo, cabe recordar que las agresiones sexuales también se producen en entornos familiares, de pareja o con personas conocidas, aunque hay pocos datos que especifiquen cómo se ha producido.
Queda demostrado que son incontables las agresiones a las que, todavía hoy, se ven expuestas diariamente las mujeres en nuestro país. Por eso sigue siendo fundamental recordar esta realidad, no solo el 25-N, sino, como dicen Beatriz Durán y Sofía Mas, cada día del año. Porque todos conocemos a mujeres que han sufrido alguna de estas violencias y, lo sepamos o no, lo queramos reconocer o no, todos conocemos a algún hombre que las ha infligido.
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