El beso entre mujeres que hizo que 'Ligthyear' se prohibiera en 14 países
La última película de animación de Disney-Pixar, continuación de la saga de Toy Story, ya está disponible en Disney+. El beso de la polémica llega a nuestras casas.
12 agosto, 2022 00:22Finalmente, Disney-Pixar ha dado el gran paso al mostrar en un primer plano una relación amorosa entre dos mujeres como parte de la historia de Lightyear. Puede que la precuela de la saga de Toy Story no haya hecho su agosto en la taquilla, tal como se esperaba, pero pasará a la historia como la película que marcó un antes y después en la trayectoria de esos dos colosos de la animación, debido no solamente a la prohibición del filme en alrededor de 14 países, sino también por lo que hay detrás.
Que se pueda ver el beso entre la comandante Alisha Hawthorne y su esposa Kiko como parte de una emotiva secuencia de Lightyear (dirigida por Angus MacLane), la cual muestra además el paso del tiempo y la amistad que une a Buzz (con voz de Chris Evans) y a Alisha (voz de Uzo Aduba), se debe en gran parte a una acalorada protesta por parte de empleados y aliados LGBTQ de Pixar Animation Studios.
En un comunicado denunciaron la censura ejercida por los jefazos de Disney en materia de contenidos, que implican “afecto entre personas del mismo sexo”, pero también recriminan la inacción frente al desarrollo político que está creando una reacción en cadena en EEUU.
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Pero vamos por partes que este tema tiene mucha tela.
Uno de los aspectos más importantes de ese detrás-de-las-cámaras, lo constituye el proyecto de Ley Don’t Say Gay (No digas gay), aprobado por el senado de Florida – territorio republicano- en marzo de este año, el cual prohibe que en las escuelas primarias se discutan y/o se planteen temas relacionados con la orientación sexual y la identidad de género.
De más está apuntar, que los grupos de defensa de los derechos del colectivo LGBTQ -tanto empleados de Disney y Pixar como externos - levantaron voces de protesta, que no fueron atendidas en primera instancia. Como tampoco han surtido efecto las denuncias de que en muchas bibliotecas escolares a lo largo y ancho del territorio estadounidense hayan desaparecido libros que tienen que ver con la raza e identidades no binarias.
Este es un hecho relacionado con el tema que nos ocupa, y que la periodista Hannah Natanson ha venido siguiendo desde hace unos años, dejando constancia de su investigación en varios diarios, como The Washington Post.
En Florida, además se reporta que se han retirado simbologías queer –como el arcoíris- de espacios públicos. Todo esto ha activado el estado de alarma, y es que Don’t Say Gay viene a ser una extensión de la prohibición en ese mismo estado, tal como en muchos otros, de la educación sexual hasta el quinto grado de educación primaria.
A todas estas, te preguntarás ¿qué pinta la marca del ratoncito Mickey en este entramado? Pues mucho. Aparte de su indudable influencia cultural, con sus parques y afines asentados en Florida, Disney se destaca como una empresa que lleva la voz cantante en la economía y la política de esa región. Además, dona millones de dólares a partidos políticos, en su mayoría republicanos, dádivas suspendidas por el momento a raíz de este escándalo, que empezó a despuntar meses antes del estreno mundial de Lightyear.
Sin ánimo de exagerar, es tanto el poder ejercido por Disney en Florida, que una política demócrata declaraba a un medio estadounidense que prácticamente puede hacer y deshacer; es por eso, que el hecho de no haber intentado detener el fallo, a sabiendas de su impacto y consecuencias, además de ni siquiera manifestarse de ninguna manera, optando por guardar un vergonzoso silencio, haya terminado por enfurecer, indignar y preocupar a los empleados del conglomerado, aparte de poner en entredicho a su directiva, en especial al actual CEO, Bob Chapek.
Censura, cancelaciones y advertencias
Es obvio que la polémica de Lightyear va más allá de una mera censura en países que condenan las relaciones sentimentales entre personas identificadas como del mismo sexo.
Si bien, la precuela de Toy Story fue prohibida en los Emiratos Árabes Unidos, Malasia, Jordania, Líbano, Siria, Egipto, Arabia Saudita, Omán, Kuwait, Irak, Bahrein, Qatar, Indonesia, llama la atención que se reportaron cancelaciones de proyecciones o/y carteles de advertencia en salas de cine en EE.UU. - “Contienen escenas con ideología de género”, se leyó en esos letreros-, como también en Perú (de la cadena Cineplanet) y hasta algunos espectadores cuentan a través de las redes sociales que en las dos grandes cadenas de multicine en México (Cinépolis y Cinemex) sencillamente cortaron la escena que dura aperas unos segundos.
Casos similares de censura, que luego repasaremos, si bien han exasperado a la opinión pública, con el tiempo pasaron a ser anécdotas. Sin embargo, en el contexto socio-político actual, ya no estamos para anecdotarios.
Ese significativo beso en Lightyear constituye no solamente la gota que colma el vaso (en el caso de los empleados de Disney-Pixar), sino también la oportunidad para llamar la atención del retroceso social que se está observando en particular en EE.UU. en lo relacionado a la comunidad LGBTQ, la educación controlada por grupos extremos (derecha, religiosos, etc), y que podría tener una onda expansiva en otros países.
Hace 16 años Disney, que en sus contenidos audiovisuales siempre ha procurado mantener una línea bastante tradicional en todos los sentidos, compró a Pixar, que para el momento de su despunte era considerada como los punkis de la animación. Con el tiempo, la compañía de Mickey y co. ha evolucionado tanto que su antiguo perfil se le ha quedado como un vestido raído y con olor a naftalina.
En este sentido, es interesante el punto de vista que plantea el profesor de cine Sean P. Griffin en su libro Tinker Belles and Evil Queens: The Walt Disney Company From the Inside Out (2000), que trata sobre los nexos de esa empresa con la cultura lesbiana-gay desde los años 60. Griffin explica que si bien Disney ha reconocido el potencial del mercado queer como factor económico, su motivación de acción (pongamos por ejemplo sus películas), no se centra en una “agenda gay”.
Quizás con la adquisición de Pixar como un pujante estudio que rompió todos los esquemas existentes de la animación, la renovación estaría a la vuelta de la esquina. Sin embargo, el comunicado de los empleados y aliados LGBTQ de Pixar Animation Studios demuestra que ni tanto ni tampoco.
En la misiva se recrimina la censura que remite, sobre todo, a la época del alto ejecutivo Robert Iger, presidente de The Walt Disney Company desde los tiempos de la adquisición del efervescente estudio de Toy Story (en 2006) hasta el fin de su reinado en diciembre de 2021.
“Nosotros en Pixar hemos sido testigos de hermosas historias llenas de diversos personajes, las cuales regresan de la revisión corporativa de Disney reducidas a migajas de lo que alguna vez fueron”, exponían en la misiva a principios de marzo de este año, “incluso si crear contenido LGBTQIA+ fuera la respuesta para arreglar la legislación discriminatoria en el mundo, se nos prohibiría crearlo”. ¡Boom!
Si seguimos la cronología del escándalo hasta el 16 de junio, fecha en la que se estrenó Lightyear en las salas de cine, tras los primeros visionados – hacia febrero - la escena del beso había sido suprimida, pero luego fue restaurada a raíz de las protestas en Pixar. Confluyó pues el hartazgo ante la censura y el peligroso contexto político con el proyecto de ley Don’t Say Gay.
La historia oficial según la productora de Lightyear, Galyn Susman, es que si bien los ejecutivos de Disney estaban “convencidos” de que Alisha Hawthorne – afrodescendiente, comandante por ende en mando superior a Buzz Lightyear - fuese lesbiana y se mostrara su vida familiar junto a su mujer Kiko, en contraposición a la soledad de Buzz, la cúpula no terminaron de ver con buenos ojos lo del beso. Esa escena constituía un bombazo, ya que nunca antes se había visto algo igual en un largometraje de Disney-Pixar, por eso decidieron anularlo.
Susman califica el recular como “una suerte”, pero en el aire queda levitando una obviedad que reiteramos: de no haber sido por la polémica del proyecto de ley Don’t Say Gay, esa escena hubiera corrido la misma suerte de otras películas – quizás nunca sabremos cuáles-, tal como lo exponen los empleados de Pixar en el comunicado.
“Casi todos los momentos de afecto abiertamente gay se cortan a instancias de Disney, independientemente de las protestas provenientes, tanto de los equipos creativos como de la dirección ejecutiva de Pixar”, denuncian.
Tímidos pero grandes momentos
En pleno siglo 21 lo anormal es que no se refleje o se niegue a mostrar una parte de la realidad en la pantalla. Existen familias homoparentales, mujeres que se besan y van cogidas de las manos por las calles, mujeres que aman a otras mujeres. Ese es un hecho irrefutable que pertenece a la cotidianidad, por ende es necesario normalizarlo - ¡y parar de demonizarlo! -, además de la importancia de que la comunidad LGBTQ se vea representada en las historias que están dirigidas especialmente al público familiar.
Al leer el acalorado comunicado de los empleados y aliados de Pixar, de inmediato nos remitimos a tímidos – pero sin duda, grandes - momentos en los que se mostraron a mujeres no binarias en sus películas.
Uno de ellos fue en Toy Story 4 (2019, Josh Cooley), donde se ve en un segundo plano a una pareja de lesbianas – ¡además birracial! - con su hijo en la escuela de la nueva dueña de Woody. Esta fue una escena también de pocos segundos que levantó la ira de grupos fundamentalistas cristianos y anti-LGBTQ, pero que al menos pasó al corte final. Al contrario de Buscando a Dory (Andrew Stanton y Angus MacLane, 2016), en cuyo trailer inicial se dejaba ver a una familia homoparental, pero que en la película fue suprimida.
En Onward (Dan Scanlon, 2020), ambientada entre cíclopes, dragones, elfos y centauros, por fin un personaje abiertamente gay habló. La actriz Lena Waithe le puso voz a la agente de policía Spectre, quien en cuestión de la maternidad hace referencia a “la hija de mi novia”. Mientras que en Rusia osaron en cambiar “novia” por “pareja”, en otros países (prácticamente los mismos donde está prohibida Lightyear), ni siquiera sabrán que existe esta película.
Más reciente y estrenada directamente en Disney+, en Red (Domee Shi, 2022) se da a entender sutilmente la bisexualidad de Priya, chica indio-canadiense de 13 años y una de las mejores amigas de Mei, el personaje principal que cuando la sobrepasan las emociones se convierte en un panda rojo gigantesco.
Otras de las franquicias bajo el ala de Disney es Star Wars. Con cada entrega llevamos años con grandes expectativas en relación a la identidad sexual de sus personajes. ¿Será que esta vez sí darán el gran paso? Pues no. Las decepciones se superan con palomitas XXL. Resulta ilógico que en una historia futurista, con encuentros con seres de otros planetas, avances científicos y demás, aún se mantenga la creencia del dominio de lo binario.
Fue en Star Wars: El ascenso de Skywalker (J.J. Abrams, 2019) cuando -finalmente - se vio en un tercer plano (¡!) de una escena de celebración a dos mujeres de la resistencia besándose. Demás está decir que Disney accedió cortar esos segundos para que la película pudiera verse en otros países que estuvieron a punto de vetarla.
Si vale comparar, en ese sentido el universo Marvel, cuya mayoría de películas no entra en la categoría de “familiares”, ha sido mucho más osado en cuestión de representación de la comunidad LGBTQ, pero esa es otra historia.
¿Cómo será el futuro de Disney-Pixar en cuestión de censura? ¿Acaso se seguirán desechando los esfuerzos de los creativos para una mayor representación del colectivo LGBTQ? ¿Qué depara el porvenir político en EE.UU. en materia de derechos de la comunidad LGBTQ? Son muchas las preguntas que surgen y ojalá, las respuestas sean las más favorables.
Con la llegada de Lightyear a la plataforma de streaming Disney +, es posible que mucho más público la vea, eso sí sin cortes y sin vergonzosos carteles de advertencia. La secuencia en cuestión, es una de las más hermosas de la película y os juro que se me salieron un par de lagrimones.