Desde 2007 a 2013, durante seis años que duró la relación, Marta Asensio fue violada en repetidas ocasiones por su pareja. Cuando llegaba la noche, él la drogaba para que se quedase profundamente dormida, momento en el que aprovechaba para abusar de ella. “En un principio no me daba cuenta. Él me daba lo que llamaba ‘colacadito de la somnolencia’. Sentía que me vencía el sueño, me quedaba dormida y ya no recordaba más”, explica Marta a MagasIN.
Marta, que acaba de cumplir 49 años, no fue consciente de haber sido víctima de violación hasta que un día se despertó con las piernas manchadas de semen. “Fue muy duro porque, por un lado, veías que alguien había hecho uso de tu cuerpo sin tu consentimiento y, por otro, a esa persona la querías, era tu pareja”, cuenta.
A raíz de las violaciones que sufrió, comenzó a sentirse mal con su cuerpo y a experimentar un rechazo al sexo. “Empecé a desarrollar asco por mi propio cuerpo, cuando me duchaba no quería ni pasar la mano por mis genitales. Incluso sufrí vaginismo. No podía tener relaciones sexuales con nadie, ni siquiera podía hacerlo conmigo misma”, expresa.
Un trauma que desembocó en una especie de sentimiento de culpabilidad, ya que se sentía responsable de lo que le ocurría por no despertarse. “Pensaba que cuando me dormía cualquiera me podía hacer cualquier cosa”, añade.
Se estima que alrededor del 76% de las agresiones sexuales producidas en 2020 se cometieron con sumisión química. Así es como se denomina a este tipo de violaciones en los que la víctima no tiene conciencia de la violación, ya que permanece bajo los efectos de alguna sustancia, lo cual hace más difícil que tome el paso de denunciar por miedo a que su relato se ponga en duda.
“A mí me costó mucho denunciar, pensaba que no me creerían. El hecho de que no existan signos de violencia (no podía oponer resistencia, ya que me encontraba dormida) y que los fármacos que utilizaba para drogarme eran legales, hacen que sea más difícil presentar pruebas”, explica.
Además, se trataba de su propia pareja, lo cual generaría más dudas. “Era mi novio y la gente dudaría de si realmente es consentido o no. He tenido que escuchar a gente decir que me lo había inventado por sacarle dinero”, comenta.
“Es un peligro para otras”
Pero Marta no fue la única víctima de su expareja. Un día descubrió que hacía lo mismo con una familiar suya. “Ella me contó lo que le había pasado y me dijo que yo era la única que lo iba a entender. Ahí me sentí más culpable de no haber denunciado antes, ya que quizá lo podría haber evitado”, explica.
Según cuenta Marta, él actuaba así por una cuestión de poder y dominación sobre las mujeres. “Éramos novios y no tenía ninguna necesidad de forzarme a tener relaciones, pero él me drogaba porque se sentía poderoso sometiéndome a lo que él quería sin que yo pudiera negarme”, relata.
Durante el juicio fueron a testificar otras dos mujeres agredidas por él. Aun así, la Audiencia Provincial de Madrid rechazó en dos ocasiones la querella. Actualmente, la causa sigue abierta y su expareja aún no ha sido juzgada. Muchas víctimas, como es el caso de Marta, aseguran sentirse desprotegidas por la justicia. “La justicia deja libres a violadores, es una realidad. Yo lo documenté todo en el juicio, presenté audios, se recogieron testimonios de varias víctimas, incluso testimonios de los amigos de él que declararon en su contra”, comenta.
Una antigua novia del acusado también intentó denunciarlo años más tarde, pero el delito había prescrito. “No entiendo por qué esta mujer no puede denunciar ahora, de nuestros cuerpos no prescribe el delito”, expresa indignada.
Marta advierte que mientras permanezca en la calle, su expareja volverá a reincidir. “Es un peligro para otras mujeres. Y lo tiene muy fácil. Él es herborista y vende cápsulas de herbolario en las cuales puede meter lo que le dé la gana. Puede engañar a las clientas y dormirlas. Además, está dando masajes sin tener titulación ninguna. Me consta que está quedando con chicas de Tinder y las engaña para darles un masaje, drogarlas y aprovecharse de ellas”, cuenta.
Más de 100.000 firmas
El pasado mes de enero, Marta, junto a otra víctima de sumisión química, entregaron al Ministerio de Justicia más de 100.000 firmas recogidas a través de la plataforma Change.org en las que exigían un protocolo de actuación acorde con las necesidades de las mujeres que sufren este tipo de violaciones. Gracias a ello, han podido reunirse también con el Ministerio de Igualdad para presentar un protocolo nuevo que ayude a cambiar ciertas actuaciones, como por ejemplo, las ayudas psicológicas que necesita la víctima para su recuperación.
En cuanto a los protocolos actuales, Asensio cree que son insuficientes para las víctimas. “Sé de casos de otras mujeres que han ido a denunciar y que el guardia civil de turno les ha dicho: ‘¿Cómo que crees que te han violado? O lo sabes o no lo sabes’. No entienden que si te han drogado, no sabes lo que ha sucedido. No eres consciente”, denuncia.
De igual forma, se queja de que las preguntas que formulan en el ámbito judicial a la víctima suelen ser muy hirientes y, de alguna manera, revictimizantes. “Eso hace que tampoco quieras denunciar. Sabes a lo que te vas a tener que enfrentar. Yo empecé un tratamiento psicológico para tratar de superarlo, pero como tienes que seguir acudiendo a los juicios, esa herida se abre una y otra vez… hasta que se infecta”, dice.
Otro de los problemas a los que se enfrentan las víctimas es que la mayoría no saben qué hacer. “Lo que estamos pidiendo es que se faciliten al máximo las cosas. Y que las tres patas del proceso: Sanidad, Policía y Justicia trabajen de forma conjunta. A veces en la Policía te piden un informe médico que certifique esa violación, y en el caso de la sumisión química no siempre puedes evidenciarlo”, comenta.
Asimismo, cree que en los hospitales deben dar un apoyo psicológico adecuado desde el primer día y que inviten a la víctima a denunciar a su agresor. “Muchas veces no denuncian porque es el padre de sus hijos”, apunta.
Para concluir, Marta reflexiona sobre cómo la sociedad responsabiliza a las mujeres víctimas de violación. “Yo tengo la suerte de que pongo cara a mi agresor, pero a otras muchas mujeres les pasa esto cuando salen de fiesta. No hace falta que las droguen, pueden violarlas igual mientras estén bajo los efectos del alcohol, y entonces el foco de culpabilidad se pone injustamente sobre ellas”, concluye.