Por orden, las científicas: Margarita Comas, Trinidad Arroyo, Elisa Fernández, María Soriano y Ángela García.

Por orden, las científicas: Margarita Comas, Trinidad Arroyo, Elisa Fernández, María Soriano y Ángela García.

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El libro que recupera a las científicas españolas del siglo XX: “Ahora es sutil, pero hay discriminación”

Isabel Delgado, María José Barral y Carmen Magallón demuestran en su último libro la aportación de las mujeres a la ciencia en España durante el pasado siglo. 

11 junio, 2022 01:25

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María Soriano Llorente, Elisa Fernández de la Vega, Ángela García de la Puerta, Margarita Comas Camps, Trinidad Arroyo... Puede que estos nombres no sean familiares para muchas personas, pero pertenecen a grandes científicas españolas del siglo XX.

Mujeres con pasión por el conocimiento, que dedicaron sus vidas a la investigación, aunque sin recibir demasiado reconocimiento por su trabajo. Cada una, además, abrió camino a las siguientes en distintos campos: Llorente fue psicóloga, De la Vega médica, De la Puerta química, Camps doctora en Ciencias Naturales, y Arroyo oftalmóloga. 

Sus vidas y aportaciones a la ciencia, junto con las historias de otras siete mujeres, se cuentan en Tras las huellas de las científicas españolas del XX (Next Door Publishers, 2022). Este imprescindible libro es el resultado de una investigación elaborada por Isabel Delgado Echeverría, bióloga y doctora en Medicina; María José Barral Morán, doctora en Medicina; y Carmen Magallón Portolés, doctora en Historia de la Ciencia, licenciada en Física y posgraduada en Filosofía.  

Las tres investigadoras hicieron juntas el proyecto "Científicas que dejan huella", pero, según cuenta María José Barral a MagasIN, "hablamos principalmente sobre las mujeres actuales y se nos quedó esta parte un poco descolgada". Así surgió la idea de crear un libro de enfocado en esas pioneras del siglo XX.  

En total son 12 las vidas que se narran en la publicación. La muestra busca ser representativa y diversa, y cada una de las autoras fue haciendo una selección, basándose también en "la afinidad de nuestras propias especializaciones". "Por ejemplo, no hay ninguna matemática, porque yo no me veo en condiciones de analizar un trabajo matemático", explica Isabel Delgado.

La ciencia, para hombres

Portada del libro.

Portada del libro.

La conclusión que sacan después de esta profunda investigación es que cada mujer tiene una trayectoria diferente, pero que en todas ellas prevalece la discriminación y las dificultades para ser reconocidas

"En la rama de psicología, por ejemplo, no existía una licenciatura, sino que se introduce en esa época, por lo que la trayectoria es completamente distinta. Sin embargo, las primeras en licenciarse son de Medicina porque se permitió antes. Otra cosa ya es el ejercicio profesional, la investigación, y en qué condiciones", comenta Delgado.

Uno de los mayores problemas para las científicas era, justamente, el acceso a las sociedades científicas y a las instituciones. Aunque de nuevo, cada rama tiene sus particularidades, en general había discriminación hacia la mujer. "Todas las sociedades científicas tienen en común el haber cerrado el acceso a las mujeres", declara tajante Isabel Delgado.

Algo que apoya María José Barral: "Las admitían como socias honorarias, pero no de número. Es decir, que era como: 'Bueno, vosotras estáis ahí, pero nunca en igualdad de condiciones que el resto de los socios'". 

Justamente esa dificultad para acceder a las sociedades científicas es la que hacía que la labor de estas mujeres fuese invisibilizada. Las autoras del libro se dieron cuenta de que, a la hora de buscar científicas del siglo XIX o XX, lo que había que hacer era investigar fuera de las instituciones. Porque no es que no hubiese científicas, sino que estaban apartadas de los campos educativos formales. 

"Las sociedades científicas han querido dejar la ciencia como un espacio de privilegio masculino, impidiendo activamente la entrada de las mujeres", afirma Delgado. La doctora en Medicina va más allá y apunta que, además de impedir la entrada de mujeres, estas sociedades avalaban y promovían un discurso machista en el que se hablaba "de influencia espiritual del sexo femenino o la falta de inteligencia".

"Pero eso no significa que no hubiera mujeres haciendo ciencia y que pudieran estar en otros espacios. Se trata de buscar en los trabajos científicos a través de las citas o en espacios en los que sí estaban, normalmente, los ligados, en este caso, a la educación. Es otra manera de mirar esos trabajos, dónde se hicieron, qué espacios pudieron ocupar las mujeres para hacer ciencia".

Aportaciones silenciadas

Y es que, de las 12 científicas del libro, solo cuatro tienen el doctorado, pero "eso no quiere decir que el resto no sean científicas. Son otros lugares donde han podido trabajar y donde sí han sido reconocidas. Los que la Universidad y sociedades científicas avalaron, reconocieron, acogieron, utilizaron, incorporaron sus trabajos, pero sin reconocer a las autoras. Ni les dejaron entrar como académicas o como profesores de universidad, y a las que emplearon tampoco les dieron un puesto académico importante".

Lo más injusto, tal y como cuenta María José Barral, es que "estas mujeres, todas ellas, fueron reconocidas en su época tanto nacional como internacionalmente", pero igualmente acabaron ocultadas por la historia.

"Sus trabajos eran publicados internacionalmente y dominaban varios idiomas. Todas tuvieron estancias y viajes al extranjero y muchas aquí eran requeridas por sus compañeros para que les explicaran partes de ciencia que ellos no sabían. Por compañeros más reconocidos como Marañón, por ejemplo, que todo el mundo conoce. Sin embargo, están silenciadas", lamenta Barral, que es profesora jubilada de Anatomía y Embriología de la Facultad de Medicina de Zaragoza. 

Aún hay discriminación

Sobre la situación actual de la mujer en la ciencia, las cosas han cambiado mucho. No obstante, las tres autoras defienden que aún queda mucho que hacer para llegar a la igualdad real. Empezando, por ejemplo, porque "se retiren los manuales escritos por médicos en los que se dice que las mujeres tienen un cerebro de una manera o de otra". 

"Ahora las diferencias que se describen son más sutiles, pero el discurso sigue siendo discriminatorio. Siempre está la palabra ‘no’ o ‘le falta’ o ‘por defecto’, a la hora de describir, por ejemplo, distintas capacidades del cerebro de las mujeres. Siempre nos falta algo. En vez de describirnos en positivo, nos describen en negativo", critica Barral.

Su compañera apunta además que "las mujeres no están incorporadas en los manuales científicos ni en la docencia en igualdad de condiciones que sus compañeros hombres. En cuanto a autoría, también sigue habiendo muchos sesgos. No se estudian muchos nombres, y los que aparecen, se habla por ejemplo de Morgan, que obtuvo el Premio Nobel por su trabajo de cromosómica, pero no se nombra a Stevens, que da los datos que lo permiten. Y si se nombran esos nuevos apellidos, no se sabe que son mujeres, se da por dentado que son hombres".

Delgado concluye que una de las claves se encuentra en la educación temprana. Ella trabajó como profesora de secundaria durante 15 años, y considera que el sesgo para acceder a las vocaciones científicas empieza en esas edades. 

"Se les transmite a las chicas que esto es muy difícil, que esto es un arcano. Ha habido un profesorado, y sigue existiendo, que a mí se me abren las carnes de que no se depure ese profesorado, que es capaz de decirle a una chica que no va a entender, que no va a aprobar las matemáticas porque eso no es para ella. Se trasmite como que es algo tan importante y tan sublime que solo ellos lo entienden. O por ejemplo, que se dirigen solo a los chicos, mandando el mensaje indirecto de que ellas no van a poder", relata.

"Las chicas se van retirando de los institutos, de los estudios de ciencias y van dejando las matemáticas o la física en cuanto pueden. Ese sexismo sigue estando por parte de profesores varones", concluye.