"Estos dos últimos vestidos, que diseñamos a madre e hija, representan para mí un auténtico logro. Estos vestidos los hicimos en la fase de la desescalada de la pandemia, con todos los problemas y limitaciones. Gloria, la novia, tuvo que ir adaptando todo su proyecto de boda, según ocurrían los acontecimientos. Su capacidad de sobreponerse, su vitalidad y optimismo, consiguieron que el resultado fuese tan bonito y maravilloso como ellas se merecían. A Maite, la madre, le diseñamos un abrigo de terciopelo de seda, que contrastaba con el color del vestido. La combinación de colores fue una apuesta arriesgada, pero acertamos de pleno".