"Querida Shamima, sé que crees que es la única opción, aferrarte a tu religión y escapar de los problemas de la vida, pero no lo es. Tienes toda la vida por delante para aprender tu religión correctamente y curar algunas relaciones en tu familia". Estas palabras son leídas por Shamima Begum, en voz alta, rodeada de otras mujeres que, como ella, han escrito una carta que mandarían a ellas mismas antes de tomar la decisión de unirse al ISIS. "Me gustaría decirme a mí misma 'por favor, piensa con la cabeza y no con tus sentimientos o emociones'. Porque un paso en falso puede cambiar tu vida para siempre", continúa Hafida, holandesa de 27 años.
Una reunión que recoge Alba Sotorra en su documental El retorno: la vida después del ISIS, que nos muestra cómo es la vida de estas mujeres en un centro de detención de Roj, al nordeste de Siria. Un campo de alojamiento de 1.500 mujeres y niños de 56 nacionalidades diferentes, donde esperan una respuesta por parte de los gobiernos de sus países con la esperanza de poder regresar, de empezar una nueva vida, de comenzar de cero. "La conclusión es que todo el mundo merece una segunda oportunidad", dice Sevinaz Evdike, activista siria de los derechos de la mujer, que deja a un lado el odio para dirigir este taller de sororidad y ayuda.
"Cuando más conoces algo, más quieres entender qué está pasando. Para mí empezó con el primer documental, Comandante Arian. Hice un viaje en autostop desde Barcelona hasta el Pakistán con el fin de retratar la vida de mujeres valientes que a través del arte subvertían las normas patriarcales de los países en los que estaban", explica la directora Alba Sotorra en su entrevista con EL ESPAÑOL. Un trabajo que le permitió conectar con Oriente Medio y que cambió su mirada "como persona y documentalista". Ahora, con El retorno: la vida después del ISIS se posiciona del lado contrario para contar la historia de estas mujeres que fueron engañadas por el ISIS. Una película que se puede ver este sábado 30 octubre en Sala Berlanga.
¿Qué te impulsó a crear este documental y desplazarte hacia el otro lado?
Estar en contacto con la violencia me hizo querer saber cómo un grupo como el ISIS, con un discurso tan extremo, era capaz de atraer a gente de todo el mundo. Ver el sufrimiento que causaba a la gente de allí me impulsaba a querer encontrar respuestas. Ha sido un viaje muy inversivo, conviví con estas mujeres y fue una experiencia en la que viví aquello que estaba filmando en primera persona, no era una observadora externa. Marcó mi mirada de género.
¿Te ha costado empatizar con ellas en algún aspecto?
Este segundo documental ha sido muy difícil para mí, porque he perdido amigas en esta guerra. Entramos al campo un equipo de siete mujeres y la mayoría eran kurdas, por lo que para ellas era aún más duro: habían perdido sus casas, sus familiares. Puso a prueba como profesionales nuestra capacidad de dejar a un lado nuestros prejuicios y escuchar, y cuando lo haces te das cuenta de que sí se merecen una segunda oportunidad. Esa segunda oportunidad es valiente y necesaria. Cuando las escuchas tu punto de vista cambia radicalmente, ahora soy capaz de ver las cosas desde otro lugar.
¿Crees que estas mujeres pueden comenzar de cero? ¿O hay daños irreparables?
La parte más complicada es ese pasado que las persigue, del que no pueden desprenderse vayan donde vayan. Siempre van a ser vistas con una discriminación, que ya sentían antes de irse, y que ahora es mucho mayor. Este viaje las ha hecho mucho más fuertes, deben vivir con ello y demostrar mucho, trabajar para ser aceptadas y mostrar que se lo merecen.
Lo más interesante es plantearnos si ellas pueden ser útiles para prevenir que esto no vuelva a pasar. Si asumen este rol, que es tan necesario para nuestra sociedad, podrían tener un lugar en este conflicto, y pasar cosas mágicas. Pueden pasar de personas repudiadas a agentes del cambio, pueden conseguir que otras jóvenes que podrían cometer los mismos errores cambien a tiempo, porque escuchan una voz que ha pasado por ahí y que es más legitima que cualquier trabajadora social o que una persona que trabaje en prevención del terrorismo. Si somos inteligentes, en lugar de una carga o una amenazada, podrían ser las que ayuden a prevenir este tipo de conflictos en un futuro.
Das un altavoz a estas mujeres para poder contar su historia y defenderse, ¿qué diferencias encuentras entre las mujeres y los hombres que han formado parte del ISIS? ¿Hay más arrepentimiento en ellas?
El ISIS es un sistema hiperpatriarcal en el que el hombre tiene el poder y capacidad de decisión, ellas en cuanto llegaban eran despojadas de cualquier libertad. Las metían en madrazas y dejaban de decidir, no podían salir de esta cárcel de mujeres hasta que las casaban.
Las diferencias son enormes, porque mientras que ellos decidían por sí mismos lo que hacían, ellas no podían tomar ninguna decisión. Eso las pone en otro lugar a nivel de responsabilidad. También hay que tener en cuenta que los hombres tienen las manos manchadas de sangre, las mujeres no, porque en principio ellas no luchaban. Es verdad que había algunos grupos de mujeres involucradas en la policía moral, que realizaban castigos físicos sobre otras mujeres, como latigazos, pero era un grupo muy muy reducido.
Algo en común entre las mujeres que aparecen en el documental es que tenían problemas en casa o eran tímidas e introvertidas, ¿hay un perfil concreto que se ve más afectado?
Por un lado hay un aspecto común: la etapa adolescente. Te sientes incomprendido, solo, sientes una intolerancia muy grande hacia la injusticia y crees que debes cambiar el mundo. A todo eso se junta que hay una discriminación e islamofobia muy grande, un desarraigo, una incapacidad de crear lazos de pertenencia, y la falta de una perspectiva laboral en Europa sobre todo, donde hay un paro creciente, que es aún mayor entre los musulmanes. Todo esto es una bomba que el ISIS ha sabido usar muy bien a través de una propaganda muy potente, que sabe tocar estos puntos.
La radicalización de los jóvenes siguen llenando titulares ¿qué crees que les seduce tanto?
Usan el islam mal para captar a esos jóvenes, es una secta. La existencia de estos campos de detención es una herramienta muy potente para el ISIS, una de las narrativas que usan los grupos radicales se basa en la idea de la injusticia, ese maltrato occidental a las comunidades musulmanas. Que existan unos campos que perpetúan y detienen a personas sin derecho a un juicio, esas miles de mujeres detenidas con sus niños inocentes, con unas condiciones de vida poco saludables, donde los niños mueren de cólera... Esto provoca rabia, odio, ambos perfectos para el ISIS. Es lo que mueven para poder captar a gente.
Estas mujeres valientes que muestran abiertamente su arrepentimiento tienen miedo por un posible ataque hacia ellas, sobre todo por parte de otras mujeres del campo de detención...
Los campos de detención son cárceles, y como en toda cárcel en cuanto hay un grupito organizado fuerte y violento puede tener mucho poder respecto a las otras. Aún existen grupos de mujeres que siguen vinculadas al ISIS, que siguen creyendo en esta ideología y siguen con ello dentro. El califato era una vida de paranoia, donde nadie contaba nada a nadie, se asilaban muchísimo. Ese aislamiento entre ellas era una forma de quitarles empoderamiento y de someterlas.
Durante el taller fue muy bonito ver como muchas mujeres decían que ya no compartían esa ideología del ISIS, es más, les parecía que todo esto había sido un engaño que había terminado con sus vidas. Y ahí se crea un grupo de las que dicen que no, que ya no apoyan al ISIS. Tímidamente se van sumando algunas mujeres, pero hasta que estas mujeres no estén repatriadas en sus países, sanas y salvas, seguras, sigue habiendo miedo estando en territorio sirio. Hay mujeres que muestran neutralidad por puro miedo también.
Lejos de hacer spolier, hay una escena brutal en la que unos niños del campo de detención están jugando y hablando sobre el yihadismo como algo totalmente naturalizado, ¿impacta ver algo así en las nuevas generaciones?
Me impactó mucho porque yo grabé la escena de los niños sin saber lo que estaban diciendo, fue en el montaje cuando tradujimos el material y descubrimos que estaban diciendo todo eso. Quise darle un lugar en la película porque estos casos son los que ayudan a abrir los ojos; y demuestran que dejar a estos niños en los campos es lo menos seguro para Occidente.
No repatriamos porque supuestamente supone un riesgo para la seguridad nacional, cuando es al contrario. Estos niños crecen en un entorno de violencia y no están escolarizados, sin referentes distintos, es muy peligroso. Siguen ahí, pero dentro de poco serán mayores y tendrán esas ideas.
Otro momento impactante son esas cartas que se escriben a sí mismas, casi advirtiendo de que van a tomar una decisión suicida...
Me pareció un ejercicio súper bonito porque es imaginarte antes de todo. Les pedimos que se escribiesen una carta para ver qué se dirían, y allí no solamente ves el viaje que han hecho y su arrepentimiento, sino también el potencial y la fuerza que podrían tener ellas a la hora de hablar con otras chicas. Si volvieran, ellas son un ejemplo para el resto porque es lo que sienten ahora, podrían compartirlo con sus comunidades que son débiles y sensibles a la propaganda que les llega. Creo que es un mensaje muy potente.
¿En qué punto se encuentra ahora mismo el proceso de repatriación?
Se dan pasos muy lentos. Hace diez días se repatrió a una de nuestras protagonistas porque Alemania repatrió a ocho mujeres. Van a cuenta gotas, pero lo van haciendo. Canadá sigue sin hacer nada, pero EEUU está repatriando, aunque hay casos muy complicados como el Shamima Begum por el tweet de Trump. Este proceso tiene que seguir. ¿Qué significa la nacionalidad y la ciudadanía si en cualquier momento te la pueden retirar? Ellas pertenecen a unos países y eso implica unos derechos, así que esos países deben acarrear con la responsabilidad que ello implica.
¿Qué mensaje te gustaría que calase en el espectador tras ver El retorno: la vida después del ISIS?
La gran enseñanza de esta película es la necesidad de dar segundas oportunidades, la necesidad de escuchar dejando los prejuicios a un lado y entender que ante cualquier conflicto, y sobre todo en estos que implican tanta violencia, la única salida es el diálogo.
Estas mujeres, que son justamente las primeras víctimas de la violencia, tienen una valentía que nace de la necesidad o como respuesta a esa violencia. Son muy valientes y muy necesarias a la hora de resolver un conflicto y entablar diálogos. Hay que darles a las mujeres este rol.
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