Cuando Leila Benhaddou (Madrid, 1995) tenía que decidir qué estudiar después de bachillerato no tenía claro qué hacer. Lo que sí sabía, era que quería ayudar a los demás, causar un impacto positivo en el mundo. Debido a esa indecisión, intentó conseguir la mayor nota posible en selectividad y así tener más opciones. Ese esfuerzo le permitió entrar en el doble grado de Relaciones Internacionales y Economía en la Universidad Rey Juan Carlos. En estos años, ha continuado un extraordinario camino académico y laboral hasta conseguir la beca de Fundación Mutua Madrileña para estudiar un máster en Dinamarca.
Además de tener un respaldo económico significativo durante su estancia, la madrileña ha podido financiar un viaje a Líbano para preparar su trabajo de fin de máster y dar a conocer la emergencia humanitaria que atraviesan diversos colectivos en la región de Akkar, como consecuencia de la conjunción de múltiples crisis. "Se trata de un máster en Seguridad Humana con un enfoque integral, coordinado, que pretende dar respuesta a necesidades de seguridad diarias de las personas. Se centra en una óptica humana de seguridad económica, alimentaria, comunitaria, política…", cuenta a MagasIN.
Comenzó el máster en 2020 y este verano se fue a Líbano de la mano de la ONG Relief and Reconciliation for Syria. Concretamente aterrizó en una localidad situada a unos 10 kilómetros de la frontera con Siria y perteneciente a la región de Akkar. Es la región más pobre y desfavorecida del país (situada en el extremo norte del Líbano), donde muchos de sus habitantes afirman vivir en un verdadero infierno. "Hay muchísimo contrabando de armas, combustible... (desde Siria y hacia Siria). Está controlada en cierto modo por el ejército, no hay instituciones gubernamentales como tal. Las tasas de analfabetismo son las mayores de todo el Líbano y la inversión estatal es prácticamente nula".
Durante su estancia allí, trabajó con la ONG en la protección de menores, niños, niñas y adolescentes que en muchos casos se han quedado huérfanos y corren el peligro de ser captados por redes clandestinas de trabajo o ser víctimas de explotación sexual. "Yo ya había estado en Líbano hace cuatro años y desde el primer día pude ver decenas de niños de incluso 5 años de edad vendiendo rosas o pidiendo dinero y alimentos a cualquier hora".
En ese tiempo ayudó a la población preparando cestas de alimentos para las familias, pero pensó que no era suficiente. "Yo decía: bueno esto impacta a las cuatro familias que estés ayudando, pero realmente no es sostenible, hay que centrarse en que estos niños puedan acceder a un sistema educativo". Así, ese país se quedó grabado en su cabeza y mantuvo la idea de regresar y poder marcar la diferencia a una mayor escala.
No era la primera a vez que Leila se involucraba en la asistencia a menores en situación de especial vulnerabilidad. Ya había pasado varios veranos colaborando en un orfanato en la ciudad de Berkane (Marruecos). Además, hace un lustro creó junto con su padre (de origen marroquí), la fundación Abrazando Ilusiones, "que se dedica a la protección de menores, en su mayoría no acompañados, refugiados y/o solicitantes de asilo en situación de desamparo, y al fomento de los procesos de inclusión y cohesión social". Sin embargo, esa primera visita a Líbano le marcó de una forma especial.
La investigación
Por eso eligió para su trabajo de fin de máster ese país, al que ha vuelto cuatro años después y en un momento aún más crítico de lo que habría podido imaginar: con problemas de abastecimiento, manifestaciones en las calles e inestabilidad gubernamental. "Malvivíamos con cerca de dos horas de electricidad al día, todas las gasolineras cerradas por falta de combustible, muchas farmacias en situación de desabastecimiento total… En semejante situación el mercado negro y el contrabando se adueñaron de Akkar".
Además de ayudar a los niños con la ONG, con su investigación busca "estudiar cómo los lazos de cooperación van fluctuando entre las comunidades libanesas y sirias y cómo el flujo de ayuda por parte de macroorganizaciones humanitarias internacionales (como la ONU o la Cruz Roja) ha influido".
Leila se centra en este territorio porque es un ejemplo de lo que ocurre cuando un conflicto que genera una crisis de refugiados se enquista, y obliga a estas personas a integrarse en el territorio en el que buscaron asilo. "En algunas regiones de Akkar por cada persona libanesa hay una persona siria; paridad 1:1. Son ya 10 los años que han transcurrido desde que se iniciara la crisis de refugiados siria, Líbano es el país del mundo con mayor número de refugiados, y durante los últimos años la situación se ha deteriorado enormemente".
"No es la primera vez que un escenario de la guerra civil en un país desencadena una crisis masiva de desplazados en comunidades vecinas. Por eso estudio cómo incrementar la efectividad de los esfuerzos humanitarios en situaciones de crisis complejas prolongadas en zonas fronterizas, y las políticas dereasentamiento y/o retorno", explica.
Durante el tiempo que estuvo allí, y en el que se relacionó tanto con sirios como libaneses, pudo observar un incremento significativo en la tensión intergrupal y en la segregación en comparación con los años anteriores. "También se ha desestabilizado la economía local en todos los sentidos. Solamente es una parte de la población, en este caso los sirios, han recibido el apoyo internacional en dólares, en un país en el que su moneda se ha depreciado un 90% en 2 años". Por eso, Leila también quiere hacer "recomendaciones de cara al futuro, para que las iniciativas sean más sensibles y tengan todos estos factores en cuenta".
Aunque está de vuelta en Dinamarca, en noviembre espera poder volver al Líbano y continuar con su trabajo de campo para, a partir de enero, comenzar la redacción del trabajo. Una vez termine seguirá buscando la forma de generar el cambio y ayudar, a cuantas más personas mejor. "Hice prácticas en la ONU en Nueva York, en la Comisión Europea... Pero soy una persona que me gusta poner manos en el asunto, trabajar más en el terreno. Estas macroinstituciones son maquinarias burocráticas que parecen infinitas. Puedes lograr un impacto a más alto nivel y con mayor alcance, pero siendo joven, no tienes ese poder deliberativo y de acción que puedes alcanzar en organización de menor tamaño".
Su deseo adolescente de cursar la carrera diplomática parece haber cambiado por el trabajo humanitario a menor escala en la región MENA (un acrónimo del inglés para referirse al Medio Oriente y el norte de África). "Aunque quién sabe, quizá más adelante pueda acabar trabajando en alguna agencia especializada de la ONU como UNCTAD, en la que ya estuve haciendo mis pinitos hará unos años. Pero no desde su sede, las altas esferas políticas no me van", concluye.
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