Selena Milán es la primera influencer trans española en salir del armario en las redes: una chica carismática y verborreica, hilarante y diáfana, que creció en la localidad de Carrizal, en Gran Canaria, y que al nacer fue reconocida por el médico como un niño. “Todos nos equivocamos, no se lo tengo en cuenta”, guiña. “Pero por su error pasé como chico a ojos de la sociedad catorce años de mi existencia. Supongo que nacer con pene es lo que tiene, pero yo de niño tenía más bien poco”. A Papá Noel le rogaba por una Bratz, la niña Selena, y adoraba tanto la idea de tener el pelo largo que de pequeña se colocaba sobre el cráneo toallas del baño como quien se peina un enorme moño cual pastel.
Aunque el insulto que más escuchó durante su infancia fue “maricón” -por sus maneras al andar y al conversar, consideradas femeninas-, pronto se colocó sobre los hombros una mochila con purpurina de Hannah Montana para dejar claras sus intenciones. En una ocasión, a su madrina le dio por pintarle un bigote y Selena se puso a llorar desconsoladamente.
En su familia, no obstante, contó con un apoyo y un amor a prueba de balas con el que la mayoría de niños trans no cuentan. “Ahora me doy cuenta de que no hay una edad perfecta para comenzar la transición. Pienso que la decisión de hacerlo no es cosa de mayores, pero tampoco de menores: es un proceso muy personal que se vive de manera muy íntima. Cada cual tiene su momento para iniciarla”, escribe en su libro Trans Apariencia (Libros Cúpula).
“Si bajo tu punto de vista has tardado en tomar la decisión de comenzarla, no pienses que has perdido el tiempo”, aconseja en su libro. Para ella, fue una conversación con su madre, a los diez añitos, la que lo cambió todo, una vez que la notó durante largo tiempo ensombrecida y decaída. “Me preguntó qué me pasaba, se preocupó al verme mal… estábamos en la terraza, lo recuerdo, tomándonos el cola-cao de buenas noches y me dijo: ¿tú quieres ser una chica? Y le dije que sí, llorando. A partir de ahí tanto mi padre como ella buscaron soluciones enseguida”, explica.
Acoso en el colegio
Cuando lo contó en el colegio, se montó un revuelo tremendo que ella no alcanzaba a explicarse. “Para mí era algo normal, y todos lo veían como algo muy raro. Eso me asustó y me hizo recluirme un tiempo, reprimirme. A los quince empecé a hormonarme. La espera se me hizo eterna pero el momento lo viví con mucha alegría”, sonríe. ¿Qué recomienda ahora a los padres de los niños y las niñas trans, justo en medio de la polémica por la Ley Montero? “A los padres les digo que la diferencia entre apoyar a tu hijo o a tu hija o no apoyarles es hacerles felices o infelices. Ese cambio lo va a hacer tarde o temprano contigo o sin ti. Mejor contigo”, relata.
“Además, cuanto antes empiecen, mucho mejor, porque eso le va a ayudar al día de mañana tener menos disforia. Si lo pillas a tiempo, como quien dice, es mucho mejor para ti: yo agradezco haber empezado tan joven porque básicamente se paró mi desarrollo como ‘hombre’, entre comillas. No desarrollé rasgos masculinos y eso hizo que mi vida en sociedad fuera más fácil”, sostiene. “Gracias a empezar la transición a los 15, no he tenido que enfrentarme al acoso callejero, a los insultos por ahí… la gente siempre me leyó como mujer y eso me ahorró muchos problemas. Empezar la transición pronto puede salvar la vida a un niño, o niña, o niñe. Les puede salvar de una paliza o de la muerte”.
¿Y a los detractores de la ley, qué les diría? “Sé que es difícil hacer una ley integral y válida para todes, sé que se tienen que tener más en cuenta las reivindicaciones de las personas trans. Nadie como nosotros sabe cuáles son nuestras necesidades. Entiendo algunas reticencias: creo que la ley hay que redactarla muy bien y hay que procurar que la gente no se asuste. Sé que se preocupan porque un chico o chica que no está seguro empiece un proceso de hormonación que pueda ser perjudicial para su salud… vale, obviamente, pero es que ese es un proceso mental largo. Y el proceso público hay que agilizarlo: antes vivíamos procesos asquerosos con preguntas muy ofensivas y con muchos estereotipos, como ‘si dices que eres chica, ¿por qué no llevas falda?’, o ‘si dices que eres mujer, ¿cómo te van a gustar las chicas?’”, resopla.
Chica youtuber
Selena se hizo youtube un verano, por aburrimiento. “Me gustaría tener una historia de superación, pero no es así”, ríe. “Yo soy muy bruja y la gente que me sigue lo sabe. Se me ha dado voz porque tengo algo que decir y porque nunca he buscado nada más que divertirme e inspirar a los demás”. En un momento dado, cuando su canal empezó a triunfar, comenzó a recibir amenazas de usuarios que la avisaban de que la iban a sacar del armario. “Tenía pánico de despertarme un día y que estuviese todo por internet. Algunos amigos míos de Madrid no sabían nada y eran personas con las que yo vivía en mi día a día y no sabían que era una chica trans”, recuerda, con dolor.
“Lo había mantenido en secreto por mis inseguridades. Pero quería ser yo quien saliese del armario, no que me sacasen así, con esa intención de hacerme daño. Tenía que sentirme preparada. Algunos de mi pueblo empezaron a escribirme con cuentas falsas diciéndome que lo iban a publicar… foros, comentarios… a la gente le jode verte bien. No fue sólo una persona. Ojalá”. Un día se levantó con una corazonada y lo hizo.
“Me fui a casa, a Canarias, porque las decisiones las tomo con mi familia, y estando rodeada de la gente que me quería, lo hice. Las reacciones fueron increíbles, maravillosas. Sabía que no iba a tener ningún problema con mi público, porque siempre he dejado muy claros cuáles eran mis valores. Claro que el vídeo llegó a gente que no es mi público y que intentó hacerme daño, pero me da igual. Sólo le voy a prestar atención a la gente que me quiere. Los que me critican y me insultan me dan visibilidad. Más ganancias, cariño”, guiña.
Vaginoplastia y morbos
Selena se operó y se practicó una vaginoplastia. Se recuperó enseguida porque estaba entusiasmada. “No desaparecí de las redes, así que mucha gente se ha planteado si me operé de verdad”, ríe. “No sé qué obsesión: ¡ni que lo hubiesen tenido que pagar ellos! A Vox no les pedimos ni que nos paguen las vaginoplastias: hay listas de espera de seis años. Mira cuántas vaginoplastias se hacen por la Seguridad Social. Ya cuesta muchísimo encontrar hormonas. Tengo amigas que llevan un año esperando a que se las den, pues imagínate la operación…”, suspira.
“Yo me fui a Málaga porque en Canarias no había cirujanos para hacerme la operación, pero creo que la lista de espera allí en Málaga era de cuatro años. Yo trabajando me lo he podido pagar, pero hay mucha gente que no puede y esa espera hace que su disforia llegue a un punto muy doloroso que les lleva hasta al suicidio”. ¿Cuánto vale por lo privado? “Depende de cada persona, pero entre 16.000 y 24.000 euros. Lo pagas por sobrevivir y encima caes en la precariedad más absoluta”.
Y continúa: “Siempre ha habido mucho morbo con eso, con la genitalidad. A La Veneno y a Bibi Andersen se lo preguntaban también en su día constantemente. ¿Qué más les da lo que tenga entre las piernas? ¿Es que se quieren acostar conmigo? Si quieren hacerlo que me lo pregunten de verdad, pero si no es así no debería interesarles, no les va a cambiar la vida”, lanza.
“Cuando yo empecé, la meta que tenían todas mis amigas era operarse. Ahora hay algunas que se han operado y se han arrepentido de hacerlo, pero yo estoy muy contenta. No voy a hablar por ellas, es su testimonio, pero tiene que ver con que la sociedad te implanta que si eres una mujer tienes que estar incómoda si tienes pene, y hay gente que no se siente así. Hemos mejorado mucho a ese respecto”. A Selena no le gusta la palabra “tolerancia”. Le parece que pone al otro por encima de ella o de los integrantes del colectivo LGTBIQ. “No quiero que nadie me tolere. Tú puedes sentir asco hacia mí, pero lo único que pido es respeto”.
Apoyo social
“¿Cuál es el mal que hago yo? ¿Qué mal hizo el chico agredido de Malasaña? ¿Querer a una persona? ¿Ser yo misma? ¿Eso hace mal? Las personas con pensamientos retrógrados están superando cualquier límite. Las leyes tienen que ser severas con ellos. Nosotros necesitamos que nos protejan las leyes y que nos proteja la policía. Un niño se fuma un porro y aparecen ocho polis, ¿dónde estaban cuando agredieron a este chico gay en Malasaña?”, protesta.
“Vox es una minoría pero atenta contra nuestros valores. Que abran su mente, que lean, que lean mi libro. El gran estímulo para escribir este libro ha sido ayudar a les niñes que estén empezando. Pero ellos no conocen nuestra realidad, no nos escuchan, o no han tenido a personas trans cerca para que experimenten empatía. Ojalá ningún niño o niña trans tenga a padres que sean de Vox”, clausura.