Cuando hablamos de personas sin techo, aquellas que habitan en las calles y que luchan día a día por sobrevivir, la imagen que nos viene a la cabeza es la de un hombre o varios juntos. Como en muchos ámbitos de nuestra sociedad, la mujer no ha tenido tampoco un espacio, ni altavoz en las peores situaciones.
Siempre a la sombra, obviada en los medios de comunicación y en nuestro imaginario machista. Ante este silencio y poca visibilidad de la mujer en riesgo de exclusión, la periodista feminista Lula Gómez ha decidido poner el foco en estas mujeres, y junto a varias compañeras de profesión escuchar sus voces, sus historias y su experiencia en las calles.
De España a China, pasando por Estados Unidos, Colombia, Egipto como país de Oriente Medio y África del Sur, las periodistas Lula Gómez (coordinadora), Carla Fibla, Eileen Truax, Laila Abu Shihab, Nuria Tesón y Dolors Rodríguez han recogido el testimonio de mujeres que sufren la violencia más dura, que convierten el machismo y la fuerte aporofobia que impregna las calles en un peligroso cóctel para ellas. Gracias a un proyecto de crowdfunding iniciado junto a Libros.com, el proyecto podrá ver la luz después de que la investigación esté completada.
Hablamos con Lula Gómez, la coordinadora de este proyecto tan especial, Una periodista española con una amplia trayectoria en temas de género y derechos humanos que analiza la situación de las mujeres en España y comparte una experiencia pionera en Europa para prevenir el sinhogarismo.
¿Por qué decides iniciar este proyecto?
En libros.com, con quienes he trabajado en otras ocasiones, me pidieron que les propusiera temas, y según les sugerí el tema de abordar cómo viven estas mujeres, se mostraron entusiasmados con convertirlo en un libro. Está dentro de su línea Compromiso, que habla de derechos humanos y periodismo y es un tema muy poco abordado. Los medios y agenda política tratamos poco cómo viven las personas sin techo y mucho menos, si son mujeres. Todo encajaba.
¿Por qué ese guiño al libro de Virginia Wolf en el título?
Ella, con esa Habitación propia, es una referencia absoluta e imprescindible para el feminismo de hoy y ayer. Esa independencia económica es básica para vivir en libertad y hacer y deshacer lo que queramos como ciudadanas. Esa verdad, de 1929, es el punto de partida de todo. Y las mujeres sin techo no tienen ni la habitación, ni vida posibilidad de una vida digna. Tampoco los hombres, por supuesto, pero ellas –por el hecho de ser mujeres- sufren todavía más violencias. Violencias físicas, violencias económicas, violencias psíquicas, violencias institucionales, que no las ven…
¿Cuál es la razón de que siempre nos venga a la mente un hombre cuando hablamos de las personas sin hogar?
Por dos razones. La primera es que, hasta hace dos días, hemos contado el mundo sólo desde la mirada de los hombres. Nosotras no estábamos nunca: no pintábamos, no escribíamos, no dirigíamos países o escribíamos constituciones, no estábamos en la ciencia más que casi de forma anecdótica, no hacíamos deporte… El mundo se ha contado sólo mirando al 50% de su población. Por lo tanto, eran hombres sin hogar. Y la segunda razón, por un tema de seguridad, muchas veces las mujeres no se dejan ver en las calles ni entran en los albergues.
La situación de las mujeres es mucho más complicada en las calles, ¿cuáles son los retos a los que se enfrentan?
Se enfrentan a todo el horror que vive una persona excluida: desde aporofobia (miedo al pobre), racismos, discriminación racial, étnica, económica… y además, suman la de género.
¿De qué forma podemos ayudarlas?
Para empezar, hay que empezar a verlas. Habría muchas formas. Desde el periodismo, poniéndolas en la agenda mediática. Desde la política, resolviendo la compleja realidad que viven y abordándola desde los muchos ángulos que tienen que tratarse para atajar las discriminaciones, violencias que padecen. Deben también solucionar las violencias institucionales a las que están expuestas, como el silencio administrativo o la falta de perspectiva de género. Y la ciudadanía en general, siendo conscientes de los muchos prejuicios que tenemos hacia esas personas y cuidándonos muy mucho de no caer en el discurso del odio y el miedo al pobre.
Aunque todavía queda trabajo por hacer, ¿habéis conseguido averiguar cómo es el día a día de estas mujeres?
Somos seis reporteras. A última hora se pudo unir una sexta para reportar desde China. Y estamos justo en eso, en contar cómo es su día a día. Estaremos entregando nuestros textos, nuestros capítulos durante este verano.
Ponéis el foco en la vulnerabilidad y el silencio que padecen, ¿por qué es tan importante dar voz a estos aspectos?
Hay que romper el silencio porque lo que no se nombra no existe. Y como periodistas, es nuestra obligación. El periodismo está en la calle y especialmente debe dar voz a quienes la tienen pero no se la otorgamos. Es muy fácil reproducir las opiniones de quienes tienen poder, dinero, medios y todas las facilidades para seguir contando (casi siempre lo mismo).
¿Por qué crees que hasta ahora no se habían realizado estudios sobre las mujeres sin hogar, con esa perspectiva de género?
Empezamos a mirarlo porque nos falta en todos los campos esas necesarias miradas de género. En periodismo, donde todavía no hablamos de esa formación en derechos humanos, es decir, en feminismo; en la Justicia; en la medicina; en la Policía. O empezamos a entender que esa perspectiva es necesaria o seguiremos mirando el mundo sólo con los ojos de una mitad.
¿Por qué es importante abordar esta investigación desde distintas partes del mundo? ¿Cuáles son las mayores diferencias que habéis encontrado entre Europa, América, África y Asia? ¿Comparten todos ellos algo en común?
Sí, comparten las mismas violencias de género, que las atraviesan aquí y en la Conchinchina. Nos encontramos también con las más excluidas y vulneradas. En el libro hay muchas historias de migrantes, desplazadas, cuidadoras, viudas, niñas…
En el caso de España, muchas de estas mujeres se encuentran en esta dura situación por tomar la decisión de huir de la violencia machista de sus hogares. ¿Hasta qué punto puede afectar no tener un refugio o espacio donde sentirse protegida?
Ese es un aspecto crucial. Si queremos atajar el problema del sinhogarismo hay que ir a las causas y estamos viendo que las violencias sexuales son una de las causas que llevan a no tener techo, a no tener esa habitación propia. Es fundamental que pongamos hogares, casas y formas de independencia para esas mujeres que sufren violencias machistas en el modo que sea puedan hacer una vida digna. Porque no tener casa mata, como el machismo.
Si queremos presumir de un Estado de bienestar debemos dar con las fórmulas para que el derecho a techo que reconoce la Constitución sea una realidad. Y por otra parte, para que además, podemos vivir libres de violencias. No es normal que de noche, al llegar a casa, tengamos que empuñar las llaves para abrir el portal y estar preparadas para defendernos. No es normal que sigamos informando entre amigas: “he llegado bien”. Por zanjar, necesitamos esa habitación propia, es decir, independencia económica; y un mundo libre de violencias machistas.