Cuando Lola Rodríguez -que interpreta maravillosamente a Valeria Vegas en Veneno, la serie de Los Javis- tenía cuatro o cinco años, recibía como regalos, numerosas veces, muñequitos de guerra que no le interesaban en absoluto. Ella los planteaba en sus juegos como los “novios de su muñeca”: “Acompañaban en mis fantasías románticas a las hadas o a las sirenas”, sonríe a este periódico. “No les daba el uso que la sociedad me decía que tenía que darles. Los muñecos serán lo que cada niño o niña quiera, cada historia se puede contar de manera diferente”.
El fútbol tampoco la entusiasmaba demasiado, pero sí agitar los pompones con sus amigas y bailar como las animadoras. Sus primeras zapatillas de ballet le permitieron ir quitándose los corsés del mundo, expresarse artísticamente, sentirse libre para ser quien le diera la gana. Hoy participa en una campaña de Wallapop para vender algunos de estos objetos sentimentales “que tienen poco valor pero me dieron fuerza, de alguna manera, y me gustaría que se la diera también a otras personas”: “A mí me supusieron un cambio”, sostiene.
Se refiere también al abrigo que le regalaron sus amigos cuando llegó a Madrid o a la biografía de La Veneno. “Esto último es algo casi político, que nos sirve para darnos cuenta de los fallos que aún tenemos como sociedad”.
Qué es ser mujer
Además de Cristina, ¿cuáles fueron sus otros referentes en la infancia y adolescencia? “Carla Antonelli, una política maravillosa, pionera de muchísimas leyes que han ayudado a todo el colectivo. Y Valeria Vegas, cómo no. Ambas son mujeres con sus vidas hechas que siguen estando con nosotras a muerte. Son mujeres que tienden puentes”, cuenta. Lola, que tiene 22 años y es estudiante de Psicología en Madrid -además de actriz y activista LGTBQ-, dice que no hay una sola forma de definir el concepto “mujer”.
“Cada uno vive a su manera y se construye como hombre, mujer o como lo que le dé la gana. El género es vivencia y una forma de querer ser retratados en la sociedad. Cada mujer tiene su propia experiencia como mujer, y es enriquecedor que sea así. Ser mujer es un espectro”, sostiene. En su caso, a los cuatro años ya estaba diciendo que era mujer, a pesar de que “no había nada de información sobre transexualidad, y menos en el ámbito infantil”.
No le gusta decir que tuvo “suerte” al ser tan apoyada por sus padres desde el primer momento, porque “esto debería ser un derecho, no una cuestión de fortuna”, pero lo cierto es que su familia siempre le dio todo el espacio que necesitó para desarrollarse. “En mi casa era quien yo quería, y con mis amigas, aunque en algunos lugares, como en el colegio, siguieron poniéndome la etiqueta de ‘chico’… hasta los nueve años estaba en una especie de limbo, pero después decidí conquistar cada espacio de mi vida, no sólo unas partes sí y otras no”, revela.
Hormonarse no es transicionar
Lola empezó a hormonarse a los trece años, pero matiza que “la transición empezó mucho antes”: “No es ‘cuando te empiezas a hormonar, empiezas a estar completa’. Eso es un error. Tampoco hay ninguna operación que te convierta en mujer. Todo es un proceso, y nadie es menos mujer por no tener pecho o no tener vulva, porque no se puede reducir toda una identidad a un físico. Yo empecé a hormonarme a esa edad, pero no fue definitorio para mi proceso. Hormonarse no es en absoluto necesario ni convierte a nadie en mujer”, subraya.
Ahora que hay tanta polémica con la Ley Trans de Irene Montero -especialmente cuando sus críticos hablan de “desprotección al menor” al permitirle hormonarse a partir de los 16 sin consentimiento de sus padres-, Lola aprovecha para decirle a los detractores del borrador del Gobierno que “los menores son la parte del colectivo, precisamente, más olvidada”. “¿Saben ellos que yo a los cuatro años quería hablar del tema y no había un psicólogo que supiese nada sobre esto y que pudiese ayudarme? ¿Saben que tuve que luchar para que un juez me reconociera, porque no me quería ni ver; hasta que llegó una jueza y me escuchó?", inquiere la joven.
"No saben lo que pasé con las salidas con mis amigos o los viajes de intercambio por el hecho de no tener el DNI cambiado. Tenía que darle explicaciones a todo el mundo, incluso a gente que no quería que se enterase, ¡a cada persona que conociese! Y ya me ponían la etiqueta de ‘diferente’. ¿Saben la violencia que supone eso?”, lanza.
Menores trans
Recuerda que “los menores trans tenemos una identidad férrea: nadie se levanta un día mujer, ni diciendo ‘yo soy chica’”: “Es algo bastante fuerte y me duele que haya quien se lo tome a la ligera. A nadie se le enciende un día la bombilla. Los menores trans siempre hemos estado en la sombra. ¿Qué les importa a ellos que cambiemos un trozo de plástico? ¿Cuál es el problema, si supone tantísimo beneficio para un colectivo entero? ¿Es que acaso vamos a robar fondos públicos con eso, es que vamos a tener el número de cuenta del Estado?”, dispara Lola.
Le pesa rememorar cómo había profesores que la llamaban como le daba la gana, “porque sentían que el nombre que salía en la lista les legitimaba”, o cómo se pasó tanto tiempo diciéndoles su nombre verdadero mientras que ellos lo apuntaban con un lápiz. “Es fundamental que los niños no tengan la obligación de ir al psicólogo o al psiquiatra por esto, otra cosa es que elijan hacerlo. Yo de hecho tuve que ir por la transfobia de la sociedad, por acompañamiento, no por el hecho de ser una chica trans. Me parece tan violento que nos traten como si tuviésemos una enfermedad mental…”, resopla.
“Ningún psicólogo me ayudó a reafirmar que soy una mujer: eso yo ya lo sabía”, sentencia. “Hay que crear espacios seguros para los niños, no obligarlos a hormonarse ni a operarse de nada si no quieren”, cuenta. Es más, recuerda cómo de pequeña le dijeron “tú tienes colita, eres chico” y le dolió en el alma.
“Me da mucha rabia, me hiere… de hecho, muchas personas trans acabamos operándonos por supervivencia. Y luego hay feministas que nos critican por fomentar roles de género. ¿Pero no os dais cuenta de que para que nos sintamos aceptadas, para que no nos miren con asco por la calle, para que no nos insulten día a día, muchas veces acabamos operándonos? Para no tener que darle explicaciones a nadie, ni a cada persona con la que nos acostamos, notificarle con tres meses de antelación que somos trans para que nadie se ofenda…”.
La polémica de las competiciones
Para ser un capricho -dice, con ironía-, “vaya capricho, guapa”. Anda que no se sufre ná’ por el camino. “Sudas más que nada”, ríe. En 2015, Lola fue la primera candidata trans menor de edad a Reina del Carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. Le pregunto por esa experiencia y por la crítica recurrente a la competición de mujeres trans en concursos de belleza o en ligas deportivas. “Mi experiencia fue maravillosa. Utilicé esa plataforma para decir que las menores trans también existíamos. Era mi sueño porque los carnavales en mi isla son el espectáculo del año, y, en mi caso, no era un concurso de belleza, porque no te valoran a ti, valoran el vestido del diseñador”.
“Claro que las chicas trans debemos entrar en los deportes y en los concursos de cualquier tipo, porque la transexualidad no es algo definitorio ni es lo único que te caracteriza, tú eres muchas cosas más. Simplemente es una experiencia diferente, igual que una persona con dinero es diferente a una persona sin dinero. Cosas que te forjan en la vida”, relata. “Y, además, los atributos físicos varían mucho también entre las mujeres cis. ¿Qué van a hacer, no dejar jugar a una tía por ser muy alta y muy ancha porque la media es de 1,60? Somos otro tipo de mujeres, le pese a quien le pese, y yo soy Lola, y mi parte trans es sólo el 5% o menos”.
Inclusión trans en el cine
En cuanto al mundo cinematográfico y su creciente -aunque lenta- inclusión trans, sostiene Lola que echa de menos a más chicas trans interpretando a mujeres cis, porque le cansa que las “encasillen todo el rato”. “Me molan mis papeles y mis personajes trans, y si los he cogido era porque me encantaban, pero yo no tengo ninguna problemática a diario con ser trans, por eso sería importante que se reflejasen otras realidades y no tener que ir con la etiqueta todo el rato de ‘hola, soy trans y lo estoy pasando mal por esto’, igual que las mujeres cis no entran en escena diciendo ‘hola, soy mujer cis’”.
No quiere que haya que decir “por norma” que un personaje es trans y menos si “no tiene nada que ver con la trama”. Eso sí, lo que sí le parece lo peor es lo de “contratar a un actor para hacer de chica trans poniéndose una peluca”, porque “la sociedad no tiene información suficiente de lo que es la transexualidad y van a pensar que ser transexual es ser un chico cis con peluca”. “La desinformación puede hacernos mucho daño”, clausura.