En los últimos años se ha empezado a generalizar un rechazo por parte de las mujeres a los piropos recibidos por extraños en la calle o en los lugares de trabajo. Cada vez se habla más del acoso callejero y el acoso laboral. Sin embargo, aún no se ha planteado la cuestión de los piropos sobre el cuerpo femenino dentro de la relación de pareja.
¿Es sano 'piropear' a la pareja únicamente alabando su físico? Aunque parezca algo positivo, ¿se trata de una costumbre machista que solo objetiviza a la mujer? El proyecto IgualaMÁS de la Universidad de Vigo, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación, busca la respuesta a estas preguntas a través de un exhaustivo estudio del uso de los piropos en nuestro país.
Las responsables del proyecto son las profesionales María Lameiras y Yolanda Rodríguez, que forman parte del grupo de investigación en Sexualidad y Salud de la Facultad de Educación y Trabajo Social del campus de Ourense. Su objetivo es "radiografiar lo que está pasando con los piropos en España", averiguar cómo reciben las mujeres esos piropos (tanto en la calle, como en el ámbito laboral y personal) y "hasta qué punto los disfrutamos o nos sentimos objetivizadas".
"Sobre piropos hemos hecho algunos estudios ya desde 2015, pero esta es la primera vez que se va a hacer una radiografía en toda España", afirma María Lameiras a MagasIN.
Lameiras, que está especializada en psicología de la sexualidad, explica que con el tiempo, el sexismo ha pasado de ser claramente hostil a ser benevolente, pero ello no significa que haya desparecido o que sea menos discriminatorio.
Dentro de esta discriminación sexista se encuentran los piropos sobre el cuerpo de la mujer que, aunque "parecen inocuos y que tienen un componente afectivo-positivo, en realidad están perpetuando una idea de cómo deben ser las mujeres en función de estereotipos de género".
"Las mujeres son vinculadas fundamentalmente a su imagen corporal y al valor que se da a su físico, que viene condicionado por un estereotipo de belleza. Los piropos lo que hacen es reforzar de una manera oblicua la idea de que la mujer está sometida a una evaluación del cuerpo constante. Esa evaluación se hace en distintos ámbitos: el público, el laboral y el privado, fundamentalmente por las parejas", explica Lameiras.
Objetivización en la pareja
En 2015, Lameiras participó en diferentes investigaciones en la Universidad de Princeton, a la que llegó como profesora invitada, y acuñó el término "objetivización en las relaciones de pareja", para referirse a ese sexismo que se da en el ámbito privado, y que hasta entonces no había sido estudiado.
Afirma que esa "objetivización en las relaciones de pareja" provoca que las mujeres "vinculen la posibilidad de tener pareja y de mantenerla a que les guste su cuerpo más que su persona", lo que al final termina siendo negativo para su salud mental.
"Consideramos que el que nuestras parejas nos digan 'qué buena estás' o 'cómo me pone tu cuerpo' es algo normal, pero no lo es. Incluso aunque lo disfrutemos, no es bueno que nuestras parejas estén constantemente dándonos ese tipo de mensajes. También disfrutamos de comer calorías y no es bueno para nuestra salud", añade.
La investigadora sostiene que esta objetivización de la mujer "explicaría por qué las mujeres cuando llegan a los 50 están más obsesionadas que nunca por cuidar su cuerpo, hacerse cirugías...". "Es cuando su cuerpo empieza a cambiar y afecta al ideal de belleza que se tiene sobre la mujer, que es ser joven".
"Si la mujer ha vivido toda su vida en este espacio en el que se habla de su cuerpo y escuchando 'guapa, guapa, guapa' y llega a los 60 y ya nadie le dice 'guapa', pues piensa: 'Estoy fea, tengo que hacer algo para cambiar esto'. Por eso las mujeres vivimos en lo que se considera el descontento normativo; estar descontentas con el cuerpo es la norma durante toda la vida, que se exacerba cuando llegamos a una determinada edad", explica Lameiras.
Opinión de los hombres
Así, el proyecto intentará averiguar "hasta qué punto las mujeres seguimos recibiendo mensajes sobre nuestro cuerpo por extraños en la calle (acoso callejero); por colegas, jefes o clientes en nuestros ámbitos profesionales (acoso laboral) y por nuestras parejas en nuestro ámbito íntimo (objetivización en las relaciones de pareja), y qué impacto tiene en nuestra realidad, cómo lo recibimos".
Pero también pondrá el foco en los hombres para saber "cómo emiten esos piropos y cómo creen que es recibido por las mujeres".
"Los hombres pueden pensar que las mujeres quieren oírlo. Está tan instaurado que ellos pueden considerar que se espera eso de ellos, vamos a ver si es así en el estudio, porque es algo que no se ha estudiado", subraya.
En función de los resultados que arroje el proyecto IgualaMÁS, que se conocerán dentro de tres años, Lameiras espera que se desarrollen "programas educativos, campañas publicitarias y políticas públicas que vayan encaminadas a modificar esta norma".
"Hasta ahora se ha considerado algo legítimo que los hombres se sientan con el derecho de juzgar los cuerpos de las mujeres, eso no se ha cuestionado. Tenemos que transitar de un espacio tolerante al piropo a un espacio intolerante en el que no tenga sentido cómo se ha estado usando hasta hoy para las mujeres y para hablar de sus cuerpos".
Y concluye: "Los piropos de 'qué buena persona eres', 'qué bien haces las cosas' o 'como te has esforzado' están bien, porque desconectan el piropo del cuerpo. El piropo sobre el cuerpo hace que la mujer sea igual al cuerpo, por lo que se convierte en objeto. El hombre es igual a sujeto porque, aunque se hable de su cuerpo, es en segundo lugar, no es algo que se prioriza. Por eso hay que romper esos vínculos para que la mujer sea valorada por quién es como sujeto".