"¡Ni una más! ¡Ni una más!", gritaban miles de voces a lo largo y ancho del país durante la jornada del 8M, haciendo historia un año más en el día de la reivindicación y lucha de los derechos igualitarios de las mujeres.
En cambio, un mes después, silencio absoluto. Así es como se quedó toda España al conocer el pasado 9 de abril la noticia del asesinato de una mujer y sus dos hijos a manos de su marido y padre. Ese día también se hizo historia: nunca antes la cifra de niños asesinados por sus padres había sido tan alta. ¿Qué está pasando? ¿Qué nos está pasando?
[Anatomía de la violencia vicaria: "Me falta mi alma, a las mujeres les digo que rompan su silencio]".
La violencia de género no asesina solo a las mujeres, sino que hace lo mismo con sus hijos. Y ahora más que nunca. Durante los últimos años, la violencia vicaria ha aumentado de manera notable y, a día de hoy, se considera la forma más extrema y cruel de violencia de género y una de las mayores preocupaciones de asociaciones y organizaciones sociales.
Las cifras son demoledoras
Este 2024 puede convertirse en el año con más casos de violencia vicaria: tras la confirmación este martes de un nuevo crimen machista en El Prat, ya son siete los niños asesinados en lo que va de año. Hasta el momento, no se habían registrado tal cantidad de muertes. De hecho, en los años 2015, 2018 y 2021 se dieron el mismo número de casos que en 2024. Pero solo estamos en abril.
De todos ellos, tres contaban con denuncias o medidas de protección y otros dos tenían medidas solicitadas por su tutor legal. Además, cinco de los siete casos tuvieron lugar en Cataluña, los dos restantes en Andalucía. Estos niños tenían entre uno y diez años. Los agresores, entre 21 y 60.
Una 'nueva' violencia
Aunque la violencia vicaria ha existido siempre, la conceptualización del término tuvo lugar hace una década. En concreto, fue la psicóloga argentina y perita forense Sonia Vaccaro (65 años) quien acuñó este término para definir la violencia machista a través del daño a los hijos.
En España, su consideración política es muy reciente: la primera referencia a la violencia vicaria en el reconocimiento de las víctimas se dio en el Pacto de Estado contra la violencia de género de 2017.
Según Marisa Soleto (58 años), jurista especialista en materia de igualdad, esto se debe en gran medida a que "las políticas para la prevención y la erradicación de la violencia de género no siempre han tenido claro que los hijos de las víctimas también son víctimas", comenta. De hecho, el Convenio de Estambul recoge que los menores expuestos a la violencia de sus padres deben disponer de la protección necesaria.
"El maltratador no es buen padre"
"Hay que tener claro que un maltratador nunca puede ser un buen padre. Tenemos que comprender que no podemos vincular a los hijos con el pater familias en estos casos", comenta Natalia Morlas (48 años), presidenta de la Asociación Somos Más.
La realidad es que las leyes vigentes contemplan como norma el apartamiento de los hijos de sus padres maltratadores, concretamente la Ley 8/2021. Sin embargo, y como afirma Marisa Soleto, "en la práctica estamos viendo que, a pesar de que se exige a los tribunales que lo justifiquen, se siguen concediendo visitas en la inmensa mayoría de los casos".
Las medidas no se aplican bien
"Las medidas de protección a los menores se están aplicando mal", afirma rotundamente Marisa Soleto. "Creo que el legislador ha hecho lo correcto y el movimiento feminista también, pero no conseguimos que los niños queden completamente protegidos".
En la misma línea interviene María Tardón (65 años), magistrada de la Audiencia Nacional: "Desde el punto de vista jurídico se ha buscado la forma de articular la protección, pero la ley y la realidad a veces van disparejas". Esta se refiere a aquellas vulneraciones de las medidas de protección por causas de descoordinación entre los diferentes órganos o por su mera vulneración.
María Tardón: "El seguimiento de estos casos no es estrictamente judicial, tiene que haber herramientas sociales".
Falta de servicios sociales
Según las expertas, la cobertura de los casos de violencia de género debería hacerse también desde el plano social. Por ello, asociaciones como 'Somos Más' son uno de los grandes apoyos de las víctimas, y una de las primeras líneas de atención de las familias.
María Tardón: "Los servicios de atención social tienen que ir mucho más allá de vigilar el estricto régimen de alejamiento, hay que ahondar en la situación familiar".
"Nosotras somos un grupo formado al completo por sobrevivientes de violencia de género", explica Natalia Morla. La asociación que ella preside se encarga de acoger, acompañar y fomentar la reinserción laboral de las víctimas. "Hay mujeres que todavía no son conscientes de que están viviendo una situación de violencia vicaria", en este aspecto, la formación, los talleres y la terapia es fundamental.
"Vienen a nuestra asociación buscando la manera de separarse de su maltratador sin que los niños estén expuestos a quedarse solos con él. Hay muchos casos en los que el juez determina que tienen que ver al padre y las mujeres se arrepienten de haber denunciado", explica Natalia Morlan.
Otro problema: la reincidencia
"Los datos ofrecidos por el Ministerio del Interior sobre el índice de reincidencia me han parecido muy reveladores: en el último año, 11.000 mujeres han sufrido violencia por un maltratador que ya había hecho lo mismo a otra mujer", comenta Marisa Soleto.
Marisa Soleto: "Cuando me fijé en los datos de reincidencia se me pusieron los pelos de punta. Es un problema muy grave".
"Muchas de las víctimas con las que tratamos nos comentan que su maltratador es reincidente. Además, parece que no tienen ninguna intención de reintegrarse en la sociedad", comenta Natalia Morlas.
En estos casos, los cursos de formación contra la reincidencia de la violencia de género juegan un gran papel. Sin embargo, y como apunta María Tardón: "Tampoco tenemos recursos para hacerlos. Así que es otro motivo por el que luchar".
Graves secuelas en madres y niños
Tras estas experiencias traumáticas, las madres no son las únicas afectadas. Los niños también sufren sus secuelas, tanto durante el proceso como en la etapa adulta.
"Muchas veces los menores no son escuchados. A veces incluso se ha acusado a la víctima de 'SAB', el síndrome de alienación parental, y de que estamos malmentiendo, condicionando y manipulando la versión de los niños. Pero los niños no son tontos", termina diciendo Natalia Morlan.
A esto, también se suma el negacionismo de algunos sectores de la sociedad, que dificultan la visibilidad de esta lacra social. Como afirma Marisa Soleto: "Hay negacionismo de la violencia contra las mujeres y hay gente interesada en que las mujeres no tengan protección. No se puede aprovechar esta situación para desacreditar las medidas ante la violencia de género. Todo esto es una barbaridad, un despropósito".