Una simple inyección o extracción de sangre puede convertirse en un auténtico drama para muchos niños. Según apuntan algunos estudios, casi uno de cada dos pequeños tienen miedo a las agujas y a cualquier procedimiento en el que estas estén presentes. El problema, sin embargo, no acaba ahí: esta fobia también afecta a otros muchos adultos. Un proyecto internacional impulsado por varias universidades y hospitales de Málaga y Polonia pretende alumbrar una solución.
Este trabajo en concreto pone el foco en las extracciones de sangre porque “es muy necesario evitar que se conviertan durante la infancia en momentos desagradables o traumáticos", asegura su coordinadora, Elena R. Serrano.
“Un niño que viva este proceso con ansiedad, puede llegar a generalizar ese miedo a otros procedimientos y a generar una verdadera aversión a someterse a estos tratamientos”, explica esta profesora de la Facultad de Psicología y Logopedia de la Universidad de Málaga, que constata que experiencias así pueden “perpetuarse en la vida adulta”.
“Hay muchas personas que entienden racionalmente que sacarte sangre es un procedimiento incómodo, pero a nivel emocional tienen un miedo enorme y desarrollan una fobia que les impulsa a posponerlo continuamente”, apunta.
Los investigadores parten de la importancia de atajar en problema en los primeros años de vida y de trabajos previos que demostraron las propiedades analgésicas de la realidad virtual en procedimientos médicos que utilizan agujas.
De esta forma, se propusieron comprobar si al evadir a los menores de la situación de estrés, es decir, del momento en el que les iban a extraer sangre, se reducía el dolor percibido y la ansiedad. Igualmente, analizaron si esto repercutía a su vez en la satisfacción de los progenitores y del personal sanitario durante el procedimiento.
Para ello, usaron un juego de lógica que seguía un paradigma concreto que ya cuenta con el aval científico sobre que consigue captar la atención. Con este conocimiento, analizaron si ese efecto es consecuencia de la inmersión virtual o simplemente de la distracción.
Entre enero y junio del pasado año, trabajaron con tres grupos diferentes: el primero usó unas gafas virtuales durante la extracción de sangre; al segundo se le ofreció un móvil y el tercero llevó a cabo el procedimiento al uso. En total, participaron 318 pequeños de cinco a nueve años.
“Los datos apuntan a que la distracción mediante realidad virtual y el móvil funcionan de manera muy similar. Ambas herramientas son potentes para captar la atención y la satisfacción aumenta porque la situación baja la ansiedad y reporta menos dolor”, constata Serrano.
Los resultados, que todavía no han sido publicados, demuestran que la plataforma a través de la cual se proyecta el juego “no tendría tanta relevancia” como el propio juego, que es lo que realmente ayuda a los menores a evadirse de un momento que les genera ansiedad.
La investigadora, no obstante, matiza que no se trata de “sacar de la realidad a los pacientes”. “Los ayudamos a regular sus emociones durante unos instantes de otra forma. Ellos saben en todo momento lo que va a pasar, pero le damos una herramienta para ayudarles a llevar su atención a otro sitio”, argumenta.
Una vez se complete el estudio, esta investigadora apuesta por llevarlo a la práctica y, para ello, poco más hace falta que formar al personal en los procedimientos que deben seguir y “continuar investigando sobre ello”.
“Hay hospitales en otros países que tienen establecidos este tipo mecanismos. En el momento en el que hay evidencia científica, el camino está hecho. Se trata de gestionar el procedimiento, llevarlo a los protocolos y cambiar la rutina en los centros”, apostilla.