El psicólogo clínico y sexólogo Arun Mansukhani es un gran experto en el tratamiento de la ansiedad, la depresión, los celos o los problemas de pareja. Vive en Málaga desde su infancia y en su currículo detalla que, entre otras muchas cosas, es asesor y ponente en el Fondo de Población de Naciones Unidas.
Le hacemos esta entrevista en su consulta en Málaga y, precisamente, acaba de llegar de México de dar una conferencia. Su agenda está más apretada de lo habitual porque ha escrito el libro Condenados a entendernos y está en plena fase de presentación.
Con el tempo pausado de una persona acostumbrada a escuchar a los demás, no rehúye ningún charco. Incluso asegura que ese dicho popular de que tienes menos sexo que un casado es verdad. Y ha visto a muchas parejas en sus 30 años de carrera profesional.
Acaba de escribir un libro llamado Condenados a entendernos y habla de la necesidad de mantener relaciones sanas entre las personas. ¿Tan mal estamos como sociedad?
Yo creo que estamos mal como sociedad. Los individuos no estamos bien. Está claro que hay una serie de problemas. El mayor distanciamiento personal está teniendo un efecto sobre la salud mental. Nos fijamos mucho en las redes sociales, pero no es solo eso. La sociedad en general se está distanciando cada vez más. Si comparamos la sociedad española actual con la de hace 20 años no tiene nada que ver.
¿Nos fiamos menos unos de otros?
Sí, vivimos en una sociedad más segura y, sin embargo, tenemos más miedo. Y el hábito relacional se ha perdido. Antes, cuando esperabas en cualquier sitio, la gente se ponía a hablar. Ahora es impensable.
Con el móvil cada uno a lo suyo.
Ahora que nadie te hable. Y si alguien te habla es sospechoso de algo.
¿Qué más influye en ese distanciamiento social?
Un aspecto es la situación económica. Cuando va mejorando, las personas se evitan más unas a otras. Nosotros nos hemos europeizado, hemos mejorado algo más nuestro nivel de vida y la gente se encierra más en sí misma porque cree que tiene algo más que perder. A mayor nivel socioeconómico, en general, más se tiende a volverse egocéntrico y a centrarse en uno mismo.
En Málaga y, en general, en España somos todavía mucho de ir de bares, de socializar. ¿Se va a perder?
No, si se pierde eso estará todo perdido (se ríe). Pero aún así el nivel de relaciones está disminuyendo.
Ahora muchas veces el Whatsapp sustituye al contacto físico.
Sí, incluso ahora molesta que te llamen al teléfono. Mucha gente prefiere hablar por Whatsapp, que es más cómodo. Y quedar físicamente ya ni hablamos, es más complicado. Por otra parte, vamos todos aceleradísimos, con una prisa enorme, y las relaciones personales exigen calma.
Dice usted que las personas con relaciones sanas viven más. ¿Es el secreto de la eterna juventud?
Hay varias investigaciones sobre esta materia. Una de Harvard investigó a más de 700 personas de todas las edades durante más de 75 años. Buscaban qué variables pronosticaban una mayor longevidad y mejor calidad de vida, pero desde un punto de vista completamente biomédico. Al principio se enfocaron en la presión arterial, colesterol, etcétera. Cuando terminaron la investigación vieron que también eran importantes aspectos como la empatía o el apego.
El resultado era que lo que más se relacionaba con un envejecimiento saludable, calidad de vida y felicidad era la calidad de las relaciones. La gente que reportaba tener más relaciones satisfactorias eran los que tenían mejor calidad de vida. Somos una especie absolutamente social y en el momento en que socialmente no estás bien tiene un peso sobre variables incluso biológicas. El nivel de estrés por ejemplo. La mayor parte del estrés es interpersonal. Y el estrés está relacionado con muchas cosas. Había otro estudio que concluyó que cuanto más te pelees con tu pareja, más enfermedades tienes. Tu sistema inmunológico depende directamente del cortisol y éste con el nivel de estrés. Todo se enreda.
Hay personas muy malas que han vivido o están viviendo muchos años.
Sí, aunque a lo mejor con unas relaciones sanas habrían vivido mucho más.
¿Cree que hay una disminución de la empatía?
Hay estudios que apuntan en esa dirección. Hay un tipo de empatía que parece haber subido, que es la cognitiva o llamada también de supermercado, porque es una empatía superficial. La gente firma por causas, da dinero para algo… Pero la empatía real es, por ejemplo, cuando tienes que meter a alguien en tu casa. Y esta segunda sí está disminuyendo. La gente, cognitivamente, puede ser más empática y muchas causas que antes nos pasaban desapercibidas reciben apoyo, pero la empatía del tú a tú se reduce.
Vemos en los medios de comunicación a diario todo tipo de atrocidades. Asesinatos, violaciones… ¿se está acostumbrando o insensibilizando la sociedad a este tipo de actos?
Sí, hay un fenómeno de saturación y de cierre. Si pienso que el mundo va muy mal desconecto y pienso "para qué voy a hacer nada". Los medios de comunicación son muy importantes en eso porque, objetivamente, el mundo va mejor, pero eso no se transmite. Tenemos menos muertos que nunca, un porcentaje altísimo de los niños en países en desarrollo están vacunados… Pero la gente tiene la sensación de que el mundo está cada vez peor, que todo es más peligroso y desastroso. Puede ir peor el mundo desde el punto de vista ecológico, pero en otros niveles no.
Usted es psicólogo clínico y por su consulta han pasado personas realmente destruidas psicológicamente por todo tipo de problemas. ¿Cuáles son los casos que más le han impactado?
Estoy especializado básicamente en traumas graves y los que más veo son de tipo sexual. Soldados que han estado en el frente, en 30 años de carrera he tratado a cuatro. Pero temas de abusos sexuales en la infancia sí vemos muchos, son los más impactantes y los que más te revuelven porque son historias muy dolorosas.
Como psicólogo se tiene que poner una coraza profesional para poder trabajar.
El problema del psicólogo es que tienes que ponerte una coraza y, a la vez, tienes que quitártela. Si no voy con coraza al segundo paciente me tengo que ir a mi casa a llorar. Pero si la tengo el paciente tampoco se abre. Esa es la parte más difícil de nuestro trabajo.
En 2021 se superó por primera vez la barrera de los 4.000 suicidios en España y falta por conocer los datos de 2022. ¿Hay cada vez más gente con trastornos o problemas?
Sí. Se puede deber en parte a que ahora se comunican más o que la gente es más consciente de que tiene un problema y eso es positivo. Siempre pongo el ejemplo de la gimnasta Simone Biles, que tuvo estrés y dijo que no se presentaba a competir. Y las gimnastas de hace décadas estaban también hechas polvo pero tiraban para delante.
Tenemos datos objetivos de suicidios y autolesiones, que se han disparado. Hay mucha preocupación con el caso de los adolescentes. Tienen una percepción negativa del planeta. Tienen también inseguridad sobre su futuro profesional porque no se sabe qué tipo de trabajos va a haber dentro de 10 años. Y luego está todo el tema de las redes sociales, que afectan especialmente más a las niñas que a los niños. En las redes te están todo el día valorando, dándote un like o no, tienes visitas o no al baile que acabas de hacer en TikTok. Esto tiene un peso enorme en la salud mental de los jóvenes, el no sentirse aceptados o queridos por el resto.
¿Cómo ha afectado la pandemia a la salud mental?
Ha sido brutal. Ha empeorado absolutamente todos los datos. Un porcentaje de personas pegó un bajonazo en el confinamiento y otro en la salida del confinamiento. Hay también personas con familia que se sintieron a gusto durante el confinamiento, aquellas que normalmente estaban todo el día trabajando fuera y les costaba conciliar. La gente que vive sola lo ha pasado mal y no digamos ya las que vivían en entornos familiares conflictivos, donde ha sido terrible.
¿Faltan facultativos para atender los problemas de salud mental?
Los servicios públicos y privados de salud mental están totalmente colapsados. En mi consulta, por ejemplo, tengo seis meses de lista de espera y casi todos los compañeros que conozco están igual. Y en la publica ni hablamos. Es totalmente insuficiente.
Ha habido un aumento brutal de la demanda en muy poco tiempo. Ya antes de la pandemia estábamos viendo ese crecimiento y con la pandemia se ha acelerado más. No hay personal suficiente para atender esa demanda. Y las personas con menos recursos económicos, que no tienen posibilidad de acceder a la privada y solo dependen de la pública, están mucho más desatendidas.
¿Se tiende en exceso a medicar en lugar de solucionar el problema de raíz por esa falta de recursos humanos?
En la pública mucho pero porque no tienen más remedio. El volumen de gente a la que tienen que atender es tan grande que eso imposibilita trabajar como quieren. Es mucho más fácil medicar. En unos casos será necesaria esa medicación y en otras no.
Con todo lo que vemos en los medios de comunicación, una de las frases más habituales en la sociedad es “cuanto loco hay suelto”. ¿Es realmente así, son enfermos mentales los que cometen muchos de esos asesinatos o violaciones?
No hay más locos. Cuando hablamos de locos es una enfermedad mental grave basada en psicosis y otra serie de trastornos graves. Ese porcentaje no ha aumentado de forma significativa. Lo que está aumentando son los trastornos psicológicos y psicoemocionales.
La mayoría de las personas con enfermedades mentales graves no son peligrosas ni cometen delitos. La gente confunde las cosas. Cuando vemos, por ejemplo, a una persona que ha matado a su mujer y a su hijo, aunque nos cueste entenderlo, no suele tener una enfermedad mental grave. Evidentemente es una situación muy grave y hay una patología emocional, pero no son habitualmente personas que tengan lo que consideramos una enfermedad mental.
Hemos conocido recientemente el suicidio de una menor acosada en el colegio. ¿Qué está fallando en la sociedad para que se den casos de acoso escolar?
El acoso escolar es un problema histórico, lo ha habido siempre. Ahora se le ha puesto el nombre de bullying. La gran diferencia entre antes y ahora, aunque aún no hay datos científicos que lo respalden, es que antes las cosas ocurrían en unos ámbitos muy concretos. Había cuatro en el colegio que te machacaban pero cuando estabas fuera del colegio ese grupo no existía. Ahora no pasa eso. Cualquier cosa que ocurra lo sabe todo el mundo por las redes sociales. Ahora no hay donde esconderse.
Le repito la pregunta, como psicólogo y sexólogo, en los casos de violaciones grupales que estamos viendo, muchos de ellos realizados por menores.
Lo que más nos preocupa es el acceso casi universal a la pornografía a una edad media de unos 12 años. El porno es machista, violento y misógino y si eso no se contrarresta con programas de educación sexual es un desastre porque los menores replican lo que ven. Como sociedad hemos delegado la educación sexual en el porno. Y cuando hablamos de educación sexual no es de enfermedades de transmisión sexual y embarazos, que eso es algo de prevención, sino que a los niños hay que hablarles de cómo se siente, de qué es el placer, de cómo se accede a las relaciones sexuales, de cómo decir que no… Ir preparándolos para algo tan importante.
Es un problema gravísimo pero seguimos paralizados con el tema de la educación sexual porque hay una serie de grupos que defienden que no hay que darla, algo que me parece una locura absoluta. Tenemos además datos que demuestran que los adolescentes que reciben educación sexual no acceden antes al sexo que los que no la reciben.
Volviendo a la necesidad de tener relaciones sanas entre personas. ¿Qué porcentaje representa el sexo para llegar a ese nivel en las parejas?
Las relaciones sexuales sanas son una parte integral de una pareja sana. Hay parejas que se llevan muy bien pero que no tienen sexualidad o muy poca y la sensación es que ahí les falta algo, por lo que prácticamente se convierten en parejas de amigos.
El sexo se puede ir perdiendo de forma natural porque funciona mejor con el cambio, la novedad, los estímulos nuevos y las parejas estables son lo contrario. Pero hay maneras de revitalizarlo. Las parejas que empiezan a perder el sexo empiezan a perder la intimidad y esa parte es esencial.
Una expresión típica es “tienes menos sexo que un casado”, ¿es algo demostrable empíricamente?
Algo de verdad encierra esa frase. Lamentablemente sí (se ríe).
¿Es verdad que es más importante el sexo para el hombre que para la mujer o es una leyenda urbana?
No es verdad. Sí puede ocurrir que haya forma diferentes de encararlo o que el deseo varíe. El deseo del hombre, normalmente, depende menos de factores relacionales de la pareja y el de la mujer sí. Es decir, si la pareja no va bien es más fácil en una pareja heterosexual que la mujer pierda el deseo. Pero no es norma. Y ahora tenemos cada vez más casos de parejas heterosexuales en las que la falta de deseo es de él.