El chiringuito Merlo La Revuelo es de esos pocos espacios que quedan en la ciudad que todavía piensan en los malagueños antes que en cualquier otra cosa. Un restaurante de los de toda la vida, sin mantel, cubertería ni precios excesivos.
Un lugar de reunión para todos los bolsillos que lleva manteniendo el precio de sus espetos a 2 euros desde hace ya más de 10 años. Su actual propietario Juan Antonio Amador del Olmo, insiste y quiere recalcar la idea: “nosotros le debemos mucho a Málaga y se lo queremos devolver, aquí todo el mundo tiene un plato para comer”.
Este establecimiento que tantos años de historia puede contar se abrió en la década de los 70. En esa época no existía aún ni el paseo marítimo de Pedregalejo, que se fundó alrededor de 1986, por lo que el restaurante estaba plenamente inmerso en la arena de la playa y rodeado de las casitas de los pescadores que aún vivían allí.
En 1999, hace ya 26 años, es cuando Juan entra en acción y, ante el fallecimiento del propietario original del Merlo, decide hacerse con él y perpetuar el negocio. Eso sí, manteniendo la idea de chiringuito tradicional que ha logrado conservar hasta hoy. Tras remodelar un poco la estructura y darle una mano de pintura que “siempre hace falta porque la sal del mar se lo come todo”, nació el nuevo Merlo.
El negocio, regentado a partes iguales con su socio Paco, es un peculiar establecimiento hostelero que puede presumir hoy día de no depender del turismo vacacional. Una suerte que casi nadie puede firmar y que hace que El Merlo pueda estar abierto durante todo el año siendo un negocio que da trabajo de manera fija a unas 30 personas. “El 90% de nuestra clientela es malagueña, de hecho, los extranjeros no vienen porque no les suele gustar el ruido que se genera en el chiringuito por la propia clientela y el vaivén del trabajo. Este alboroto es parte de la pureza de los chiringuitos de la zona, no me gustaría que se perdiera”, cuenta con orgullo el propietario del negocio.
Los precios son otro de los grandes atrayentes que hacen que El Merlo sea uno de los puntos protagonistas de todo el paseo marítimo de Pedregalejo. Espetos a 2 euros es sin duda el reclamo estrella. No hay ningún chiringuito en la zona que los ofrezca más baratos.
Además, la carta se va adaptando para que la inflación de los productos no afecte al bolsillo de los clientes. “La concha fina este año está carísima, por lo que para sacar algo de beneficio debería ponerla a un precio que no quiero que mis clientes paguen. Si quieres ese producto, hay muchos otros chiringuitos, pero en El Merlo no pasamos por ahí”, comenta Juan alegando también que estamos en un libre mercado y que es muy respetuoso que cada uno ponga los precios que vea oportunos.
Esta sencillez y devoción por el cliente le viene a Juan desde el inicio. A pesar de que admite perder dinero muchos días por los precios de su carta, su negocio se basa en el volumen de clientes y no en el margen de beneficio. Desde que abrió el Merlo, Juan se sintió muy arropado por los malagueños y la gente de los pueblos que venía sin parar al chiringuito para apoyar el negocio. “Cuando arrancamos esto había muchísima gente que nos ayudó, y estos precios son una forma de devolver la ayuda que me han prestado. Le debemos mucho a Málaga, por eso quiero que todo currito que le apetezca venir a comer a la playa se pueda permitir disfrutar con su familia”.
Por suerte para muchos, Pedregalejo sigue siendo una zona que no depende ni vive del turismo, lo que le permite mantener casi intacta su fachada de barrio malagueño pintoresco. Su paseo marítimo ha sufrido varios intentos de perdida identitaria como la apertura de franquicias o la unificación de los chiringuitos por colores para “hacerlos más estéticos”, sin embargo, nada de esto ha cuajado.
Paco por su parte, Juan mantiene que “hay demasiados problemas aquí para estar preocupándonos del color de las terrazas” y que a pesar de que Pedregalejo no es por suerte el Muelle 1, “hay que cuidar la identidad de este paseo para mantener lo que lo hace especial”.
Una de las grandes problemáticas que el propietario de El Merlo ha visto los últimos veranos ha sido el tema de la falta de agua en las duchas y baños. Esto indirectamente perjudica a los chiringuitos de la zona, que son continuamente utilizados como baños e incluso duchas improvisadas por los bañistas de las playas. Entorpecen el trabajo, colapsan los aseos, impiden el acceso a los clientes y generan una suciedad con la que tienen que lidiar los negocios.
Pedregalejo sigue siendo lo que Málaga era antes de que la globalización abrasiva arrasara con la identidad de la ciudad. “Esto por suerte no es aún un parque temático”, suspira Juan, y aunque el pesimismo sea una de las actitudes reinantes en gran parte de la población, establecimientos como El Merlo hacen que los malagueños todavía podamos respirar y mantener la fe en que todavía hay empresarios que piensan en conservar lo nuestro.
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