El churro se ha convertido con el paso de los años y las décadas en todo un producto de culto en la provincia de Málaga. Y aunque no es el único territorio donde se estila eso de freír una masa de harina y agua, acompañada de una pizca de sal y bicarbonato, lo cierto es que es la plaza geográfica donde el tejeringo ha pasado a convertirse en parte de su cultura gastronómica.
Su particular forma redondeada lo convierte en único en su especie. Es tal el cariño que se le tiene en la gastronomía popular malagueña, que por más que se sirven porras y churros madrileños, el tejeringo es seña de identidad. Y, por qué no decirlo, el favorito de buena parte de los clientes que ya sea para desayunar o para merendar se llenan la panza con este plato.
Como ya se comenta, hay sitios para disfrutar de cualquiera de estas variedades, pero es de resaltar el valor emocional de los tejeringos malagueños. De hecho, tras unas décadas en las que perdió su sitio, manteniéndose en algunos establecimientos tradicionales como El Caracol (C/Cristo de la Epidemia, 1) o Los Valle (Calle Cuarteles, 54), en la última década el producto ha ganado presencia de la mano La Malagueña, en el Centro histórico (Sebastián Souvirón, 6), y, sobre todo, de Tejeringo's Coffee, capaz de renovar la imagen del churro, pero manteniendo su esencia artesanal. La presencia de esta marca en la ciudad es indiscutible.
El tejeringo es redondo (a diferencia del madrileño y la porra), se sirve por unidades y se caracteriza por su textura lisa y un sabor tierno y jugoso. Lo que hace recibir este nombre no es otra cosa que el sistema que se emplea para depositarlo en la freidora. De algún tejeringo es el churro de jeringa, al que, en origen, se le daba forma circular para poder ensartarlo en un junco.
En la web de Tejeringo’s Coffee tratan de encontrar el origen del churro. Si bien admiten desconocer a ciencia cierta de dónde vienen, apunta como teoría posible que es que naciera en el mundo árabe. Y sobre el tejeringo, coincide en apuntar que el nombre puede deberse a la forma del molde, que se asemeja a una jeringa.
La ligazón de Málaga con esta variedad se remonta a la década de los 60. Y en buena medida se debió a la consistencia de la masa, lo que permitía a las familias más pobres saciarse con menos cantidad de comida.