Escuchar a Valeria Castro es una medicina natural para sanar heridas, para soltar calambres, para reconciliarse consigo mismo y con un trocito de mundo. Pa' quererse, pa' cuidarse solo hacen falta unos minutos en sus letras y en su voz.
Aunque existía la pretensión de no hacerlo, después de escucharla sobre las tablas del Teatro Cervantes este sábado es inevitable no caer en el tópico de ensalzar la sensibilidad de su voz, tan frágil pero a la vez tan firme, tan enraizada en lo más profundo de la tierra, tan antigua y sabía...
Valeria Castro nació en la isla canaria de La Palma un día del último abril del siglo XX. Desde pequeñita, su familia le enseñó el camino de la música. Aprendió piano, guitarra y canto y comenzó a hacer versiones de canciones ya muy sonadas de La Oreja de Van Gogh o Jarabe de Palo. Ya por entonces tenía libretas llenas de bocetos de letras propias, pero no comenzó a encontrarse en ellas hasta mucho después.
Otro día cualquiera se topó con Alejandro Sanz en Twitter: el cantante había compartido una de sus versiones ensalzando su “talento y dulzura”. Seis años después, su nombre está junto al del madrileño en la lista de nominados a los Grammys Latinos y ya no es la joven canaria que hace versiones. Ahora es Valeria Castro.
Así se presentó, tímida, ante un Teatro Cervantes que la conocía bien. A ella, a su luz y a sus letras, que fueron tarareadas durante todo el concierto por un público que no quiso restarle un milímetro de espacio a la cantante, que la abrazó y se dejó abrazar entre un vendaval de emociones y de suspiros.
Valeria Castro es ella y el cosmos propio que ha creado y que no niega los influjos de otros artistas como Silvia Pérez Cruz o Jorge Drexler. Ellos, asegura, la impulsaron a fijarse en “su raíz”, el lugar en el que ha creado hogar y que suena a pop y a folklore canario y que está llevando con su gira por todo el mundo.
Su tierra no solo la ayuda a mantener los pies en el suelo, sino que es la base sobre la que crea. Por eso sus canciones son como su isla: huelen a mar, saben a malvasía, se escuchan lento y se llevan todo por delante como un volcán. Como la lava del Cumbre Vieja que se tragó la casita de su abuela y que ella escupió en Hogar.
“Hay ganas de un futuro en el que el cielo no esté oscuro / Hay rumbo y navegantes, hay una isla bonita / Y hay que seguir pa’ lante que un hogar es quien lo habita”
Valeria Castro dice que hace música como autoterapia y para acompañar. "No soy tan tan vulnerable como mis canciones, pero me aproximo mucho como persona a esa misma vulnerabilidad. De lo contrario, no podría ser cantante: me sentiría actriz. Y yo necesito que mi identidad y mi vida coincidan con lo que luego reflejo a través de la música”, asegura. ¿Pero cómo puede un ser con solo 24 añitos albergar tanta hondura?, se pregunta todo aquel que la escucha.
Los 90 minutos que le regaló a Málaga fueron una demostración de todo ello. En cada canción, desde que Dentro (Que lo que canto no tiene más que lo que llevo dentro / Que es todo lo que siento), pasando por Costumbre (Quien no cuida la tierra y no está a su vera / No ve el dolor y no ve lo duro de la primavera) o La Raíz (Pasó lo que tenía que pasar / Y no pienso hacer nada más / Más que quedarme aquí / Cuidando la raíz) hasta Guerrera, una letra que compuso para las dos mujeres de su vida, su madre y su abuela, y que se ha convertido en un himno feminista, un aliento para todas las mujeres que todavía se creen que no pueden. Y pueden mucho más de lo que piensan.
"Grita a viva voz que no hay para microfonía / Canta de pulmón, tu historia no se desafía / Eres aliciente, eres lo que le hace falta a la gente / Ay, guerrera, yo te llevaré en el alma la vida entera"
Acongojada por un teatro en pie, que le dio mucho más de lo que ella esperaba, se despidió con Lo que siento: "Y en mismo momento / Que me encuentro, también me pierdo / Y cuando fallen las ganas, ya saldrán mañana / Que no lo pague la mirada".
La magia de Valeria Castro no está en su sensibilidad ni en su ternura, está en que de una forma inexplicable consigue parar el reloj en sus canciones y regala un tiempo en un mundo efímero para pensarlas, para sentirlas. Y así llegan siempre hasta lo más profundo, te remueven, te emocionan, te abrazan. Pa' quererse, pa' cuidarse con 90 minutos de Valeria Castro bastan.