Hay quienes dicen que las playas de Málaga no son especialmente bonitas, quienes denostan el color oscuro de su arena o las miles de piedras que las llenan. Otros aseguran que es complicado encontrar un lugar que no esté repleto de gente, con un matiz todavía salvaje y ajeno al urbanismo desbocado. Probablemente, aunque sea complicado replicarles, ni los unos ni los otros tienen razón.
En el extremo más oriental de la provincia, hay una localidad que sirve como contestación, un espacio donde la belleza de sus arenales de aguas cristalinas se mezcla, además, con el olor de una cocina local impregnada de los sabores del mar y el blanco resplandeciente de sus paredes.
Nerja es un punto en el mapa que une el interior de la comarca de la Axarquía con el mar Mediterráneo. A poco más de 50 kilómetros de la capital, es desde hace años una cita improrrogable en las expediciones de turistas que llegan de todos los rincones del mundo, pero también de los malagueños que saben cómo encontrar entre todo ello un remanso de paz.
A pocos metros del Balcón de Europa y de la pintoresca iglesia de El Salvador, hay tres calas que bien podrían ubicarse en cualquier isla recóndita de un paraíso lejano. Eso sí, llegar a ellas no es fácil; están reservadas para poco aventureros privilegiados.
Cala del Pino
A solo seis kilómetros de Nerja, dirección Almuñécar/ Motril, se encuentran esta cala de poco más de 350 metros de largo y 10 de largo en los que, sin embargo, no es fácil encontrar mucho revuelo.
Tampoco es sencillo su acceso. La cala se encuentra enclavada en un paisaje de pinos y chumberas que hay que recorrer durante un camino empinado de unos 200 metros que desemboca a la orilla del mar.
El lugar se divide en dos pequeñas calas arenosas separadas por un conjunto de rocas desprendidas que se pueden atravesar, eso sí, sin mayor dificultar y entre los que se suele practicar nudismo.
Es una zona protegida por la vegetación que la rodea y donde el agua está cristalina, perfecta para los amantes del esnórquel o el buceo que pueden disfrutar bajo el mar de sus afloramientos rocosos y sus formaciones submarinas.
La Caleta
También conocida como la Caleta de Maro, es la famosa "Calachica" de la que los protagonistas de la serie de los ochenta Verano Azul hablaban. Varias décadas después del rodaje, este lugar se mantiene casi igual que como aparecía en la televisión entonces.
Tiene todas las características de la vecina playa de Maro, pero una ocupación mucho menor, sobre todo, por su complicado acceso y por estar escondida entre unos acantilados que le otorgan un carácter paradisíaco.
Tiene unos 400 metros de longitud y unos 15 de anchura, pero pocas veces se encuentran en ella numerosos visitantes. Para llegar, hay que tomar un desvío antes de acceder a la playa de Maro y, a través de un pequeño carril de tierra, encontrar unas escaleras de madera que llevan directamente al mar.
Al igual que la anterior, es un lugar ideal para realizar esnórquel o submarinismo y descubrir la fauna marina en sus aguas cristalinas. Si esto suena poco, cuenta además con una pequeña cascada de agua dulce que cae directamente al mar.
Cala del Cañuelo
Esta cala marca el límite del municipio malagueño y de la provincia malagueña con Granada. Está situada en pleno paraje natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo y es la máxima expresión de los abruptos y característicos acantilados de la zona.
Cuenta con buena señalización y varias opciones de llegar, por la N-340 dirección Almuñécar o por la autopista en dirección a Almería. El coche solo llega a la parte superior del acantilado, desde donde se puede tomar un autobús para bajar o llegar a pie.
Cuenta con unos 400 metros de longitud y 70 de anchura y algún chiringuito y kiosco cerca, pero sigue siendo un enclave aislado donde no es muy habitual encontrar a mucha gente.
Es una cala de arena y grava y aguas totalmente cristalinas. Bajo ellas, es posible encontrar coral naranja, una especie Catalogada como Vulnerable a la Extinción.