Málaga

━ Yo en el autobús no voy a ningún sitio.

━ Entonces, ¿qué hace aquí sentada?

━ Pues lo mismo que en mi casa, pero mejor, porque tengo compañía.

Ella es Isabel, tiene 86 años y la línea 20 de la EMT es el refugio en el que escapa de la soledad. Conoce a todos los chóferes: "Ellos son mis sobrinos, aunque tengo cierto favoritismo", bromea mirando de soslayo al conductor. Alberto es quien toma el volante del autobús, a la hora que cae el sol.

"El asiento de copiloto está reservado para ella", confiesa Alberto, sin quitar los ojos de la carretera. Isabel asiente con la cabeza. La complicidad entre ellos denota confianza, como la que tiene una madre con sus hijos. El vínculo que une a esta señora con los conductores se ha ido consolidando al recorrer día tras día el mismo trayecto a la derecha de ellos.

Miércoles a las 18:09 sale la línea 20 de la EMT desde los Prados con dirección Alegría de la Huerta. Un grupo de trabajadores del Polígono de la Estrella suben al autobús, visten un mono azul desgastado. Dos de ellos saludan a Isabel y uno se queda hablando con ella.

━ ¿Qué tal hoy el curro, Rafa?

━ Ha estado movido el día, estoy ya reventado.

━ Pues cuando llegues te das una ducha y te acuestas.

━ Eso voy a hacer guapa, me alegro de verte.



Isabel, además de recibir a todos los que suben al autobús, se encarga de apoyar al conductor y de defenderlo ante cualquier altercado con los clientes o con la carretera. "Aunque no tenga buenas las piernas sí que tengo buena la lengua para regañar a quienes molestan a mis sobrinos, que no son pocos", dice.

Un Seat Ibiza estacionado en El Camino de San Rafael, a la altura del Mercadona, impide que el conductor pueda desplegar la rampa para que baje una persona con discapacidad. Todos los viajeros están pendientes a qué hará el chófer. El joven en silla de ruedas murmulla: "Vaya tela… a ver si me voy a poder bajar". Pero los años de experiencia hacen a Alberto maniobrar marcha atrás, con la suficiente destreza, para poder unir la puerta del autobús al bordillo de la acera.

Conducir por la ciudad es un trabajo muy estresante, en el que hay que tener ojos por todos lados. El abundante tráfico provoca que los chóferes no siempre puedan acabar su recorrido en el tiempo previsto. "Lo peor de mi trabajo es cuando hay alguna festividad, como por ejemplo el alumbrado de Navidad, donde el centro de Málaga se llena de coches y los buses completan el aforo", confiesa Alberto con sus dos manos apoyadas en el volante.

Isabel esperando el autobús de la línea 20. Lucía Villalba

Cuando se abrieron las puertas del autobús en la parada del Centro Comercial Vialia subieron dos alemanes con maletas de viaje y le preguntaron al chófer por el

recorrido de la línea. El inglés es el idioma mediante el cual se pudieron comunicar.

Entraron, se sentaron y uno de ellos se mostró muy cercano cuando una chica le preguntó si eran turistas.

━ Venimos a esta ciudad en busca de inspiración en nuestro trabajo.

━ ¿De qué trabajáis?

━ Somos cocineros y amantes de la alimentación mediterránea.

━ Pues tenéis que probar los espetos de Málaga.

━ ¡Sí! Me lo apunto.



Una señora con un jersey verde lima no pudo resistirse a entrar en la conversación, y les recomendó su chiringuito de confianza:

━ “La Jábega” es el mejor sitio que hay en Torremolinos para comer.

Málaga es una ciudad cada año más cosmopolita. En este autobús no solamente había

alemanes y españoles, sino que también estaba al fondo sentada una familia nacida en Marruecos. Una madre con sus dos hijos de 4 y 7 años, residentes en calle La Unión. Los pequeños se llaman Malek y Nasim, nacidos en Chauen, pero no piensan en volver. Ellos asumen aquí su presente y futuro, este es su nuevo hogar.

Salma dio a luz a la misma edad con la que en España se va al instituto (16 años). Ella no ha tenido la oportunidad de ser estudiante. Aunque esto tampoco es algo que le preocupe. Se puede vislumbrar en su mirada la ilusión con la que observa a sus dos hijos, orgullosa de las vidas que ha creado.

El mayor de los hermanos se dirige a dar clase en la Escuela de Idiomas. "Todos los miércoles cogemos el autobús para acompañar a Nasim", declara su madre con un

pestañeo nervioso. Salma lucha cada día para que su hijo tenga la educación que ella no pudo.

En la parada de la Alameda Principal se bajan casi la mitad de los viajeros, entre ellos los alemanes cargados de equipaje. Pero no se vacían los asientos, pues se suben nuevas caras. Segundos más tarde de que el chófer continuara su trayecto, se oyen golpes en la zona trasera del vehículo. Un hombre barbudo aporrea el cristal gritando: "¡Abre la puerta!" Ante este altercado Isabel posa las yemas de sus dedos en su frente y le repite tres veces a Alberto que hizo bien en no parar. Ella sabe quién es este señor, Joaquín se llama, solía ser florista, ahora está jubilado. Esta mujer conoce a toda Málaga.

Diferentes personas y diferentes nacionalidades llenan las plazas de un transporte público que da vueltas por la ciudad. Ya es de noche, con la sola iluminación de las farolas se alumbra la carretera, líneas que unen a personas que quizás tienen solo un punto en común, coger el autobús un miércoles por la tarde.



Tras más de dos horas de recorrido, Isabel se baja en la misma parada donde se subió.Cojeando se sostiene sobre su bastón, sus pasos no son firmes, pero su mirada sí lo es. Coge a Alberto de la mano y con una sonrisa le dice: "Hasta mañana, si Dios quiere".

Lucía Villalba Pérez es estudiante de la facultad de Periodismo en la Universidad de Málaga y participa en la sección La cantera periodística de la UMA a través de la cual EL ESPAÑOL de Málaga da su primera oportunidad a los jóvenes talentos.