De una cosa estamos seguros: si Ana María Delgado Briones hubiera nacido en los Estados Unidos de América, en este mismo instante podríamos acudir a las plataformas de Netflix, HBO o Filmin y tragarnos cientos de películas basadas en su vida. Quién sabe, quizás en alguna de estas ucrónicas cintas el papel de la princesa de Kapurthala estaría reservado a Meryl Streep mientras que, claro, cómo no, el de Majarajá Sir Jagatjit Singh sería para el supermalagueño Antonio Banderas.
Sin embargo, la humilde bailarina de cuplés Anita Delgado nació un 8 de febrero de 1890 en Málaga, no en USA, y, a pesar de que llegó a convertirse en una raní india, la industria de Hollywood se muestra más ansiosa en hacerle un biopic a Richard Williams (que, seamos sinceros, no interesa a nadie) que a la figura de esta malagueña. A ver, ¿es que ni siquiera Disney se lo plantea? ¡Si pasado por su lamioso y edulcorado filtro la historia de Anita es en toda regla un cuento de hadas y príncipes azules que a la productora del ratón Mickey le viene que ni pintada! ¡Si hasta Salva Reina podría hacer del simpático personaje secundario que acompaña a la artista en su aventura por el palacio hindú!
En fin, aparquemos la indignación, no nos andemos más por las ramas y desgranemos para el que no la conozca la historia de esta auténtica reina asiática, que se bajó de un tablao flamenco en Madrid para subirse al trono de Kapurthala a lomos de un elefante.
Ha nacido una estrella
Como toda buena historia, la de Anita Delgado comienza con los orígenes más humildes. Hija de Ángel Delgado de los Cobos y Candelaria Briones, nuestra futura cupletista nace en la céntrica calle Peña de Málaga ciudad. Sus padres tenían una pequeña cafetería, La Castaña, que no iba demasiado bien, una situación que derivó en que la familia se viera en la necesidad de recoger sus bártulos y tirar para Madrid. Sin remordimiento, como se verá.
Anita, junto con su hermana Victoria, habían dado muestras tempranas de duende flamenco, por lo que desde bien pequeñas recibieron clases de canto y baile que continuaron en la capital del reino. Un esfuerzo, tanto físico como económico por parte de sus padres, que obtuvo sus frutos: a pesar de las reticencias paternas, Anita y Victoria, bajo el nombre de Las Hermanas Camelias, debutaron como teloneras en el teatro de variedades llamado Central Kursaal.
El Moulin Rouge de Madrid
Si decimos que al Kursaal acudían numerosos intelectuales, bohemios y artistas, la imaginación se nos dispara y nos transporta a una especie de Molino Rojo castizo y chulapo. Allí actuaban Pastora Imperio y Mata-Hari, y entre sus parroquianos más conocidos figuraban Ramón del Valle-Inclán, Ricardo Baroja y Julio Romero de Torres. Los pintores pidieron a las Delgado que posaran para ellos, pero era 1906 y Anita tenía sólo 16 años, por lo que dijo (o la obligaron a decir, no sabe) que tururú. Aunque su hermana, más echada para adelante, sí aceptó, ya que por aquel entonces estaba moceando con el pintor Leandro Oroz.
Un amor a primera vista
Si toda buena historia ha de comenzar con orígenes humildes, también ha de seguir con un nudo en el que el azar materializa su magia. Como en los relatos de esos actores famosos que afirman que al castin donde fueron descubiertos sólo acudieron para acompañar a un amigo.
La vida de Anita no habría sido la misma si en aquellas fechas no se hubiera celebrado el enlace nupcial del rey Alfonso XIII con la princesa Victoria Eugenia de Battenberg. De una boda sale otra boda, ya se sabe.
Llegados de todas partes para acudir a la boda, Madrid se llenó de representantes de la realeza planetaria, entre ellos, claro, el maharajá indio de Kapurthala, Jagatjit Singh.
De turisteo por el trepidante Madrid de principios del siglo pasado, el marajá (que no majara, como bien se verá) acude al café donde actúa Anita y queda prendado al instante por los encantos, el salero y el contoneo de la malagueña. Hay quien dice que el extranjero ya se había enamorado de ella cuando, días antes, sus miradas se cruzaron en la esquina de la calle Montera con la Puerta del Sol, pero a saber si esto es cierto.
El caso es que Jagatjit Singh la vio, se enamoró y pidió automáticamente la mano de esta chiquilla de 16 años.
Explota, explótame, expló
Pero ¿se iba a resolver tan fácilmente el deseo del rajá? ¡No, por supuesto! ¡Estamos escribiendo sobre un auténtico romance de película! Así, como era de recibo, Anita no accede al cortejo del indio y le da largas. El maharajá no daba crédito a que su lujoso empeño no arrojara frutos. Empuje que también se veía enfrentado al "no" de los padres que no las tenían todas consigo: que la niña se fuera con ese señor mayor renegrido a las antípodas de España no les hacía mucha gracia.
A todo esto se suma el atentado que sufrió el cortejo nupcial de Alfonso XIII y Victoria Eugenia, el cual provocó que muchos de los invitados pusieran pies en polvorosa, incluido el enamorado que tomó las de Villadiego y se machó a París, desde donde continuó su plan de acoso y derribo para que Anita se casara con él.
El cartero y Valle-Inclán
En este punto llegamos a uno de los momentos más divertidos de la historia. El rajá y Anita entablaron una relación por carta como correspondía a la época. Y, aunque la niña se hacía la dura, poco a poco las misivas consiguieron que el asunto empezara a marchar.
Algo en lo que tuvieron mucho que ver los bohemios del Kursaal, que hicieron de celestinos reescribiendo la primera carta de respuesta de la malagueña. Anita le pidió a Leandro Oroz -que, como hemos escrito, era novio de su hermana-, que llevara dicha carta a Correos. Sin embargo, el sibilino de Oroz pasó primero por el café y, cometiendo un flagrante delito, abrió el sobre junto con Valle-Inclán y le dieron, antes de mandarla, una vueltecita para corregir sus faltas de ortografía y su lenguaje, digamos, popular y descuidado. Claro, cuando el rey hindú recibe la carta, un auténtico poema épico de amor, el corazón se le derrite.
En cuanto al papel del autor de Luces de bohemia, se rumorea que llegó a decir que: "Nosotros casamos a Anita con un marajá indio, quien, a sus instancias, ordenó la sublevación contra los ingleses… Gracias a ella nos hemos vengado de Inglaterra por robarnos Gibraltar".
Y aunque lo decía en broma, una pequeña parte de esto ocurrió porque Inglaterra nunca vio con buenos ojos el enlace del rajá con una española y Anita jamás pudo acudir con el cargo que ostentaba como maharaní a las recepciones y encuentros con el gobierno británico.
¡Princesa por sorpresa!
Anita, al final, sucumbió, se dejó querer y terminó casándose con el indio en la ciudad del Sena en 1907. Por lo civil, debido a las diferencias religiosas. Antes de partir para India, en Francia comenzaron sus estudios y su preparación acorde a su nuevo estatus: aprendió reglas de protocolo y moda, así como el dialecto hindú de su marido, francés e inglés.
Más adelante, a finales de enero de 1908, Anita Delgado y su esposo se volverían a casar en su reino asiático siguiendo el rito sij. Ante esto, las crónicas mundiales de la época, que fueron muchas y se hicieron gran eco como cabe esperar de semejante enlace, son meridianamente claras: las nupcias fueron un bodorrio del copón que duró diez días. Y en ellos se incluyeron momentos como ver al rajá pesarse y que los 95 kilos registrados fueran canjeados por 95 lingotes de oro que se repartieron entre los pobres del reino.
Ya la entrada de la malagueña en palacio fue de órdago: un lujoso cortejo de 50 elefantes la guiaron a su nuevo hogar. Los súbditos reales se arrodillaron ante el matrimonio mientras la pareja era transportada sobre una de estas grandes bestias, profusamente adornada y enjoyada. Algo así como la llegada a palacio de Aladdin.
La Virgen de la Victoria intercede por Anita
A los tres meses de renovar sus votos matrimoniales, nació su único hijo: Maharajkumar Ajit Singh Bahadur. Pero, como todo en la vida de esta chiquilla, este momento también tuvo su dramatismo, a la altura de su figura.
El parto fue largo y complicado, tanto, que por poco no estuvo a punto de llevarse a madre e hijo al Más Allá. En ese instante tan duro, Anita Delgado recurrió a lo único que nunca le había fallado: su Virgen de la Victoria de Málaga. Así, le hizo la promesa de que, si intercedía por ella, le regalaría el manto más hermoso que nunca antes se hubiera visto.
La Virgen cumplió y Anita también, aunque muchos años después. La maharaní de Kapurthala, una vez que regresó a Europa, acudió a la Iglesia de la Victoria en 1927 para donar uno de los mantos ornamentales más bellos que se recuerdan.
Sin embargo, debido a que Anita era vista como, prácticamente, una hereje por haberse casado por un rito no católico con un indio, el manto permaneció oculto en un cajón durante años por decisión de las camareras de aquel entonces. Incluso hay quien quiso arrojar el regalo al mar. En fin, es lo que hay.
Anita Delgado goes to India
En India la vida de Anita cambió de la noche a la mañana porque el lujo diario de los marasás era de un nivel obsceno: su marido mandó edificar una réplica del francés palacio de Versalles y en él se instaló la antigua bailaora reconvertida en Prem Kaur, esto es, reina consorte.
A todo esto, tenemos que decir que el marajá tenía un harén de esposas, como era la costumbre de su país, aunque Anita, que era la quinta, se convirtió en su preferida, por supuesto.
Anita vivió durante años en India, aunque siempre mantuvo a España en su corazón y pensamiento, como revelan las cartas que se conservan en el Archivo Díaz Escovar de Málaga y en las que se interesa constantemente por la vida de sus familiares y amigos.
La alegre divorciada
Hay que tener en cuenta que Anita era veinte años menor que el maharajá. Por ello no es de extrañar que la reina mantuviera un tórrido romance con uno de los hijos que ya tenía su esposo, más cercano a ella en edad.
Un asunto como éste, que no le perdonan ni a Woody Allen, fue a más y la malagueña terminó separándose, después de 18 años de matrimonio y en un claro ejemplo de empoderamiento. Tras su divorció en 1925 regresó a Europa, dejando atrás India para siempre. Tras una estancia en París, volvió a Madrid junto con su sobrina Victoria, al finalizar la Guerra Civil española. A partir de entonces, Anita vivió a caballo entre París, Madrid y Málaga y se la relacionó con varios personajes famosos como el torero Juan Belmonte.
De la vida que llevó con el rey hindú, escribió un libro con sus recuerdos, Impresiones de mis viajes por las Indias, donde llegaría a relatar que "hago lo mismo que un hombre: pinto acuarelas, escribo cuentos, voy de cacería, juego al golf, al tenis, al billar… Bebo champán, bailo flamenco y visto al estilo europeo. Soy motivo de escándalo, por supuesto, pero ¡qué importa! Viajo sin parar porque este país es de alucinar. Es como si visitaras otro planeta. Tengo suerte de tener un marido moderno, porque yo no podría resistir ni 24 horas en esta cárcel dorada".
Un marido del que siempre guardó un buen recuerdo y cuya muerte, en 1949, dos años después de la independencia de la India, lloró amargamente.
Por último, en 1962, acompañada de su hijo, demás parientes y amigos, Ana María Delgado Briones falleció debido a una afección cardíaca.
¿Desea saber más?
Lógicamente, una vida tan interesante e intensa no pasa desapercibida para nadie que no sea un productor de Hollywood. Es por ello que se pueden encontrar numerosas biografías y libros que relatan su periplo vital.
Uno de los más famosos es Pasión india que Javier Moro escribió en 2005, aunque hay otros muchos, como los de su biógrafa oficial Elisa Vázquez de Gey, la cual ha escrito cuatro, repletos de fotografías y documentos únicos.
Otros dos libros, La nieta de la maharaní y La princesa perdida, están escritos por Maha Akhtar, quien descubrió en 2006 que era la nieta de Anita: su padre biológico resultó ser Ajit Singh. Un auténtico giro de los acontecimientos digno de este culebrón.
Como hemos escrito, no hay ninguna película que relate esta vida de ensueño, llena, como todas las vidas, de claroscuros. Pero sí hay quien ha intentado llevar su biografía a la gran pantalla. Y es que la actriz Penélope Cruz se hizo con los derechos de la novela de Moro para producir un film en el que ella interpretaría a Anita. Algo sin duda digno de ver que, por desgracia, nunca llegó a hacerse realidad. Ojalá el tiempo acabe con esta carencia. Y que nosotros lo veamos.