Enfermarás de cáncer, pero no te preocupes, porque allí todos están enfermos de una cosa o de otra. Ellos no saben que la enfermedad es una posibilidad que brinda la vida para aprender; una llamada de atención a sus almas para que puedan darse cuenta de que han cogido el camino equivocado y que, con poco que hagan por corregirlo, todo volverá a la normalidad.
Es cierto que hay enfermedades como la tuya que no preceden de un error y que, en muchos casos terminan con una despedida, con un hasta luego, nunca con un adiós. Cuando esto ocurre, el aprendizaje, no solo será para el enfermo, también lo será para quienes les han rodeado durante todo el proceso. Todo tiene un para qué, pero solo los elegidos lo conoceréis y lo podréis promulgar. Esta será vuestra misión.
Al desenlace, ellos lo llaman muerte. Están equivocados, aún desconocen que la muerte no existe. Y es que, solo muere lo físico; "el alma es eterna".
La madre engendra un hijo precioso. Un hijo al que amamanta mientras cierra los ojos y lo siente dentro de su ser. El padre babea contemplando la imagen. Pronto dejará de ser un bebé y comenzará a dar sus primeros pasos. Cuando la criatura eche a andar, empujada desde tan temprana edad por el caos social, ya nunca podrá dejar de correr.
Ahora el niño se ha convertido en un muchacho que ha crecido vertiginosamente empapado de estereotipos. El paso por la pubertad lo hizo mientras se peinaba cada día frente al espejo embardunándose de gomina fuerte para fijar los pelos de punta; pasaba de jugar a las canicas a empapar la camisa con su colonia favorita; dejaba de saltar al «churro va» para avergonzarse cuando su rostro empezaba a llenarse de granos.
Encontró consuelo riéndose de la nariz larga del compañero del pupitre de al lado. Maduró al ritmo de la música, pero nunca escuchó clásica. Fue al gimnasio para gustar a las chicas del barrio y estudió hasta donde supo con una sola intención: poder volar en solitario.
Y voló, el niño que se convirtió en un hombre dijo adiós una fría mañana de invierno. La madre en su cuarto lloró desconsolada cuando comprobó que éste se alejaba. El padre se hizo fuerte para decirle a su mujer: —Hay que dejarle que haga su vida. —No puedo soportarlo, ¡es mi hijo! ¿Quién le abrazará cuando haga frío? —se preguntaba la madre. Los sentimientos del padre fueron los mismos: mi hijo.
Mientras tanto, ellos seguirán agarrándose a narices perfectas, cuerpos esculturales… sin poder soportar el miedo a la separación de quienes creen que son de su propiedad…
Conciencia
Nuestros padres tienen la misión de fijar los cimientos de nuestro primer destino: la educación y los valores que nos ayuden a desenvolvernos por este mundo tantas veces imperfecto. Nuestros padres siempre quieren lo mejor para nosotros, pero de tanto querer, caen en la falsa creencia de ser los únicos responsables de nuestras vidas.
Y este es otro de los errores más frecuentes del ser humano: sentirse propietario de la existencia del prójimo: "mi padre, mi hijo, mi hermano, mi mujer, mi…" Nada es nuestro, nada nos pertenece. Leed y cerrad los ojos para sentir que, venimos a este mundo desnudos y nos marchamos desnudos; que por el camino, todo lo que nos encontramos es un regalo de Dios para ayudarnos a crecer en amor y libertad. Luego ya estará en nosotros administrarlo de una forma u otra, decidir qué dirección tomar: la del bien o la del mal.
El niño que se hizo mayor, entre encuentros y desencuentros transitó por la vida, tratando de elegir el camino correcto, un camino hacia el destino por donde no siempre crecieron pétalos de rosa.