Vuestro niño ha sacado muy buenas notas. Una (sic) B plena.
Damián y Antonio Jesús de Pozo eran dos niños marcados por una madre muy especial. Una de esas personas de luz. De niño, abría la puerta del patio de la casa que mi bisabuelo compró al Conde del Guadalhorce, pasaba tocando con los muros de las casas una acequia a tope de agua clara que recorría unos 12 kilómetros desde la presa de Chinchilla hasta las chorreras de las Capellanías.
Me pasaba las horas allí en el escalón que daba directamente al agua. No había agua corriente en las casas. Las casas la tomaban de la acequia para hacer las lejías con cenizas y jabón y para limpiar, de la acequia las del lado Este de la calle Estepa y Teba y del “cao” (sic. por caz) que alimentaba la noria y movía las piedras del molino bajo la pequeña iglesia.
Para comer y aseo, hasta los años 60 en que un cura rojo de los del Vaticano II no hizo un pozo público, había que recurrir a pozos privados, a las fuentes a varios kilómetros de la teja o la fuentecilla y a un aguador que traía agua con una mula. A Pura Ramos le falleció una hija de tifus, en aquellos años un hijo marchó a Alemania con su padre y tíos del cortijo de Fuente Lavá del pueblo cercano del Valle de Abdalajís (recuerdo de nuestra herencia andalusí). La mecanización del campo y la caída de los precios del cereal no permitían ya que una casa de muchos hijos viviese de unas pocas fanegas de secano. Emigraron a trabajar. Trabajaron duro, ahorraron, volvieron, compraron algunas tierras más, abrieron uno un bar, otro una carnicería… Los Ramos, hoy, hijos y nietos de aquellos que salieron del Valle son policías, profesores de tecnología, ingenieros, psicólogos, directivos de Renfe, o telecos en Telefónica, entre otros oficios de clase media. Buena gente todos.
-Quiere estudiar medicina. Las maestras del colegio dicen que es muy trabajador y que, siendo buen estudiante, y disciplinado sería una pena que no pueda hacer la carrera.
Yo iba a una escuela rural, unitaria con 15 o 20 niños de 3 a 15 años, todos los que había en el pueblo y algunos que veníamos de Bobadilla Estación y los hijos de los oficiales del Polvorín, un destacamento del Ejército del Aire que sigue ahí, guardando bombas en el cerro de la Cueva.
-Es muy buen niño vuestro niño. Ya tenemos muchos que han acabado la carrera. Varias estudiaron magisterio y son maestras en el colegio. Otros han estudiado empresariales, y económicas y son funcionarios públicos.
Por la puerta de la acequia veía en torno al meandro que hacía los postigos de las otras casas, una mas arriba la del cartero, la siguiente la de los abuelos de Damián y Antonio Jesús. La siguiente su casa. Veía a su tía Victoria, que tenía la taberna con los cangrejos de la acequia al echar el agua de lavar el pescado. Las tapas de aquella taberna eran exquisitas.
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Con el Covid no hemos podido ir hasta hace poco. Teníamos fondos en el banco allí que con los tipos a los que está el Schilling, nos han dado intereses. La economía está muy mal. El gobierno ha elevado muchísimo la presión fiscal. Los inspectores van a las aldeas y si alguien tiene lo más mínimo, una cabra o una vaca les cobran, lo que no tienen. La divisa se ha devaluado mucho. Lo están pasando muy mal.
Yo no tendría más de 8 años cuando la madre de Damián enfermó. Yo era un niño sensible y atento y de repente, una palabra, Leucemia, se llevó con tres añitos a la hija de Pepe Montenegro. José Carreras salía en la tele enfermo y a su madre.
Venían a la tienda de ultramarinos de mi abuelo, le pedían la llave de la iglesia que muchísimos años custodió mi abuela hasta darles a ellos el relevo y se ponían en manos de su fe y de la patrona de aquellas 400 almas.
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Las monjas rezan por los benefactores. Nosotros cuando vamos compramos de todo lo que necesitan, muebles, camas, colchones. Un muchacho que trabajaba en el Carrefour me ayudaba y con la furgoneta del super nos traía todo lo que no nos cabía en los coches para que los huérfanos estén lo mejor acomodados posibles. Allí tenemos que hacer nosotros las cosas, o las monjas porque si mandas dinero, al final a los niños le llega la mitad. Ya tenemos a más de 90 huérfanos educados y estudiando en la universidad o trabajando.
El índice H, la necesidad de publicar, de investigar de hacer primero la tesis, luego las clases, la formación y estancias en universidades en Reino Unido, en Argentina, el amor a los animales, a los caballos en particular y el convertirse en una de las mejores en anestesia y cuidados intensivos en caballos de la Universidad de Córdoba, ser madre, hija, hermana y amiga de sus amigas de siempre, no le impidió a María del Mar Granados ir a Kenia con Antonio y Damián a impulsar y crear la Asociación Maajabu.
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El muchacho me pidió que le ayudáramos a estudiar, pero le expliqué que nuestra Asociación solo ayuda a huérfanos pobres, que no está en nuestros fines ayudar a personas adultas.
Cada verano, desde los 15 años, enseñaba inglés y matemáticas a los chavales del pueblo que habían suspendido. Con eso me ganaba unas pelillas. Tenía un grupo, que venían voluntarios, que no habían suspendido, sino que querían aprender. Era una gran motivación para mí. María del Mar, y mi hermana, estaban ahí, tempranito con la fresca. Luego se iba a trabajar ayudando a sus padres en el súper que regentaban. Yo le veía tras sus ojos verdes la bonhomía de su abuela Rosario y su tía Mari Carmen casada con el primo Pepe Luis.
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Al final, le he ayudado yo mismo y acabó empresariales. Fue director de recursos humanos de aquel Carrefour y ahora es gerente del Centro. Nos sigue ayudando y a los huérfanos que no hacen carrera nos los coloca, cuando puede, en el super. Estamos muy contentos, todos trabajan.
La niña del super tuvo tiempo de doctorarse en 2003, de diplomarse en anestesia y analgesia por el Colegio Europeo, de ser investigadora del IMIBIC y dirigir el Grupo de Investigación CTS-373. Para remate obtuvo el Oro del Colegio Veterinario de Málaga en 2017.
-Como el Schilling se ha devaluado mucho, de momento con los euros que tenemos nos alcanza al cambio para poder ayudar.
Recordaba las notas que un día el padre de Pedro Mier hizo y que hace unos años su hijo me compartió. “No basta con no hacer el mal. Hay que hacer el bien”.
No hace tanto que en el pueblo no teníamos asfalto, ni agua corriente, ni trabajo para todos. No hace tanto que solo había una maestra para todos. O que a mi abuelo le compraban fiado porque no tenían nada más que el jornal del día. No hace tanto que muchos tuvieron que dejar atrás casa, familia y amigos para ir a otros sitios en busca de prosperidad. Muchos fueron a Barcelona, llegaban casi sin nada, con cuatro trapos en un hatillo o una maleta de cartón a la estación de Sants. No hace tanto que una monja del Valle de Abdalajís, Madre Petra, apiadándose de tanta miseria, pobreza y analfabetismo funda, en las colinas de Barcelona, San José de la Montaña y se vuelcan en acoger y ayudar a los miles que llegaban sin nada.
Pregunté a Damián cuánto necesita Francis Maingi Muide Rafael, niño huérfano keniata que llevamos 12 o 13 años apadrinando, para la carrera. Estaba emocionado porque unos cuantos humildes de una pedanía pobre de una región pobre de España estaban poniendo lo más valioso que tienen, su tiempo y sus talentos. Infinitamente agradecido por su labor.
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No te preocupes, tenemos fondos para asegurar que hace la carrera. Lo que si te pido es que tú, que conoces a mucha gente, los animes a colaborar con nosotros. Que podamos seguir haciendo esta labor con muchos más niños. Dile a Elena que las monjas ya rezan porque su embarazo vaya bien.
Y aquí me tenéis, poniendo en valor a esos héroes y heroínas anónimas, un pueblo, una hermandad, una comunidad, unas monjas españolas en Kenia, una comunidad local de niños que recibieron la ayuda y ahora colaboran con otros y personas buenas que llegan donde otros no podemos.
Asociación Maajabu está en Calle Estepa nº 5 de Bobadilla Pueblo (Antequera), 29540 Málaga. Antonio Jesús y Damián Pozo siguen conectándonos con el propósito y lo que nos hace humanos: la colaboración y la generosidad. Hay que hacer el bien.