Al igual qué el gazpachuelo y el espeto de sardina son platos singulares de la gastronomía malagueña, el campero, seguramente por su simplicidad (viene a ser un bocadillo, generalmente, de pollo, acompañado de lechuga, tomate y otros aderezos, servido en un pan especial) ha adquirido con el paso de los años un lugar más que destacado en el paladar de miles de comensales.
Pero más allá de su sabor y diversidad de combinaciones, una de las señas de identidad de este plato estrella en cientos de bares de la capital de la Costa del Sol es su precio reducido.
En condiciones normales, comerse un campero puede suponer menos de 6 euros en cualquier barrio de la ciudad. Eso hasta que llega la Feria de Agosto, que, por lo que parece, todo lo pervierte. Con la llegada de los festejos lo que tenía un precio reducido se dispara, multiplicando de manera escandalosa su valor final.
Es justo esto lo que, como viene sucediendo con la botella de Cartojal, ocurre con el campero, que se está cobrando en alguna caseta conocida del Real de Cortijo de Torres a casi 20 euros. ¡20 euros por un campero! En términos coloquiales podría incluso hablarse de un atraquito en Cortijo de Torres.
Un redactor de El Español de Málaga ha podido comprobar in situ la verosimilitud de lo que en estos días había tomado dimensión en las redes sociales. Tres son los camperos que, por el precio fijado, podrían pasar por un solomillo de primera. Uno de ellos es de ternera asada, otro de pulled pork y otro de pollo crispy.
La carta que incorpora estos tres manjares típicos en su oferta de Feria también ofrece a los comensales una ensaladilla rusa por 15 euros, un salmorejo por 14 euros y un plato campero, con pluma ibérica, dos huevos fritos, patatas gajo y pimientos fritos por 29 euros.
Siendo particularmente llamativo el caso de esta caseta, no es el único que está dando que hablar. Hay otra en la que, según puede consultarse en su carta, el cazón en adobo se paga a 20 euros y la fritura de verano, a 50 euros.