Imagina que eres un turista que visita Málaga por primera vez. El viaje por la capital de la Costa del Sol no puede estar completo, claro, hasta que veas el Museo Picasso. Cuadro a cuadro, vas entrando en la mente y el arte del genio, y comienzas a interiorizar su visión del mundo. La culminación perfecta es poder convertirte, literalmente, en parte de su arte gracias a la inteligencia artificial.
Esa es la propuesta de los creadores de Flashia, un fotomatón que integra IA de última generación con la experiencia presencial de un museo. El turista, tras haber conocido todos los detalles del estilo picassiano, puede terminar el recorrido con una instantánea que le transforma a él mismo a un formato cubista y que puede llevarse a casa.
"Estamos acostumbrados a ver estas aplicaciones de la IA en formato digital, pero en físico creo que puede gustar mucho. Te lo llevas a tu casa y es un recuerdo diferente", reflexiona Izan Amador, de 24 años, cocreador de Flashia y recién graduado por la Universidad de Málaga, en una entrevista con este periódico: "Llevamos dos años de revolución de inteligencia artificial y hay muchas empresas tecnológicas haciendo cosas de generación de texto, de imagen... Pero parece que nadie está haciendo nada en el mundo físico".
La idea surgió entre clases, exámenes, mudanzas y el comienzo de la etapa laboral tanto de Amador como de Jorge Benavides, de 23 años, cocreador del proyecto: "Nos sentamos a hablar sobre cómo juntar lo que queríamos: arte, tecnología, cacharros. Y entonces llegamos a esto. Pasamos por un montón de cosas, incluso miramos puentes, drones. Fue un proceso iterativo", explica Benavides. Ambos son recién graduados en Ingeniería Electrónica, Robótica y Mecatrónica.
"Somos ingenieros cacharreros y frikis. Estamos todo el día montando y probando cosas por pura diversión. A veces se nos va y ya decimos: 'Hombre, si lo haces bonito y lo encapsulamos en un producto, esto igual tiene sentido'", resume Amador. De hecho, ya fueron artífices del proyecto La Caja, con el que fueron recibidos y felicitados en el centro de ciberseguridad de Google.
Ahora, Izan Amador trabaja en automatización en la industria en la fábrica de Denso Ten (antigua Fujitsu), mientras que Jorge Benavides se dedica a la electrónica y la ciberseguridad en la Fundación Innova IRV. Ambos piensan que proyectos como este les han dado un pasito adelante a la hora de afrontar su entrada en el mercado laboral.
"Esto te entrena a pensar cosas en un espectro más amplio y a meterte con lo que sea, y eso al final es lo que se valora mucho en la ingeniería", explica Amador. "Te da la habilidad y la confianza de poder decir: 'No tengo ni idea de cómo funciona, pero dame un par de días que lo aprendo y lo implementamos'", añade Benavides.
Ese espíritu creador, que ya se hizo patente con La Caja, ha alcanzado con Flashia un nuevo hito. Comenzaron a trabajar en ello en septiembre de 2023, pero ha sido un proceso "gota a gota", explican. Después de desarrollar el fotomatón para museos, se centraron en intentar encapsular todo el producto en una pequeña cámara que se pudiera llevar a cualquier parte, aunque tuviera limitaciones en la calidad del papel fotográfico impreso o el resultado solo pudiera salir en blanco y negro.
Para lograr esa integración de software de vanguardia que editase las imágenes mediante inteligencia artificial, como es Stable Diffusion, en una máquina física de tan pequeño tamaño, usaron técnicas de computing edge o computación en la frontera, que permitía que la imagen se enviase de la cámara a la nube, donde sería procesada y enviada de vuelta. Con ese enfoque, presentaron el proyecto a los premios Spin Off de la UMA.
"Allí nos dijeron que les gustaría tener la foto en un papel más resistente, que tenía que ser a color, que les gustaría verla antes de imprimirla, etc. Nos dimos cuenta de que todo eso ya lo teníamos hecho en el fotomatón anterior. Realmente ya teníamos la idea buena, solo que nos habíamos desviado un poco", señala Benavides.
Con ese enfoque, han vuelto a la idea inicial: un fotomatón que pudiera integrarse en un museo de Málaga —además del Picasso, mencionan su pasión por OXO Museo del Videojuego— y que pusiera en valor la integración del poder la inteligencia artificial con la magia de conocer presencialmente el arte, uniendo así la Málaga tecnológica y la cultural: "Podría ser un atractivo de ciudad", sentencia Amador.
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