Descifrando el futuro. Conversaciones tecnológicas. Mentes algorítmicas. Código cognitivo. Pensamiento binario. Todas estas son las propuestas que ChatGPT ofrece cuando le pides un título con el que bautizar a un podcast especializado en inteligencia artificial.
Como habrá comprobado el lector, en ninguna de estas opciones se incluye como alternativa Monos estocásticos. Sin embargo, es precisamente esta última marca la que está triunfando en el mundo de la divulgación tecnológica en España, con un éxito de tal magnitud que al comienzo de la andadura consiguieron superar a Federico Jiménez Losantos del ranking de contenidos más escuchados (peleando incluso la posición con Jordi Wild).
Esta creación, hecha de Málaga pa'l mundo, lleva la firma de Antonio Ortiz –más conocido en X como Antonello (ingeniero informático y creador de proyectos como Weblogs y Xataka)– y Matías S. Zavia (ingeniero de telecomunicaciones y perfil activo en medios y plataformas de podcasting).
Aunque esta conversación con EL ESPAÑOL de Málaga trata de descifrar algunas de las claves que han llevado a la creación de OpenAI a convertirse en el gran protagonista del 2023, la primera pregunta es obligada: ¿Por qué ese nombre?
Puede parecer sorprendente, pero la respuesta está en una clase de crossfit: “Le propuse a Antonio el nombre de Loros estocásticos mientras hacíamos ejercicio”, explica Matías Zavia. Este término, difícil de pronunciar y casi que de recordar, responde a uno de los papers más famosos dentro del campo científico de la inteligencia artificial.
“Este artículo, firmado por cinco científicas, dictaminan que los grandes modelos de lenguaje que están detrás de ChatGPT u otros, pese a parecer muy sofisticados o inteligentes por el uso tan creíble que hace del lenguaje, en realidad se comportan como loros. Es decir, no hay entendimiento, sino una regurgitación del lenguaje”, relata Antonio Ortiz.
El segundo término, estocástico, representa ese sentido aleatorio e imprevisible que caracteriza a todas las aplicaciones generativas. “Fue un artículo muy crítico que alertaba del escenario al que nos exponíamos. La broma es que Matías y yo somos los monos estocásticos. De alguna manera también regurgitamos todo lo que nos llega por ahí y lo vamos lanzando”, cuenta.
Un año después
Esta entrevista está teniendo lugar el mismo día en el que ChatGPT cumple un año de vida. 365 después de que el invento de OpenAI democratizara la inteligencia artificial hasta convertirla en un producto de uso cotidiano, Ortiz y Zavia echan la vista atrás para reflexionar sobre el impacto que ha tenido en la sociedad.
“El lanzamiento de esta aplicación es el momento Wow! Cualquier persona, vinculada o alejada de la tecnología, vivió ese fenómeno con sorpresa porque no habían visto nada similar. Ni siquiera con la generación de imágenes o de voces. Creo que tienen un alto atractivo para el público general”, adelanta Ortiz.
Este ingeniero argumenta las similitudes que puede haber con la llegada del teléfono móvil: “Había muchas cosas que explicar porque el conocimiento de la gente era muy pequeño. A día de hoy, los contenidos no son tan llamativos ni dan tanto tráfico, más allá de los fetichistas de la electrónica. Ese interés público ahora se ha desplazado a las IA”, añade.
Divulgación tecnológica
El desconocimiento masivo es, de facto, el que está obligando a estos dos podcaster a hacer divulgación tecnológica para evitar que se vivan situaciones como las que relata Matías Zavia: “Hace unas semanas, le preguntaron al chat que qué número iba a ganar la lotería; no solo le hicieron caso, sino que encima esa cifra se agotó en las administraciones”.
En su opinión, nos encontramos ante un momento en el que esta plataforma está viviendo un alto estatus de popularidad, por lo que la réplica mediática es una consecuencia directa: “Estamos hablando de que GPT se convirtió en la app más exitosa del mundo en menos tiempo. Llegó a 100 millones de usuarios en un plazo récord”, expone.
Sin embargo, pese a esa omnipresencia, “mucha gente no entiende bien” su funcionamiento, utilizándola en ocasiones como una suerte de Akinator que adivinaba el personaje en el que estabas pensando: “Lo que el chat hace es predecir las palabras que vienen después. Aunque parezca que razona, no es así. Por eso vemos que salen noticias tan raras en los medios”.
Una oportunidad única
Pese al boom que ha experimentado la inteligencia artificial, Zavia subraya lo “sorprendente” que le parece que todavía haya gente que no la haya probado: “Es como aquellos que seguían con las Blackberrys cuando ya estaba Android. A mí me agiliza muchísimo los trabajos cada día. Al final, todos se acabaran subiendo al carro de alguna manera”, predice.
El pasado jueves 30 de noviembre, los ‘Monos estocásticos’ grabaron desde la facultad de Comunicación de la Universidad de Málaga. Entre las claves que ofrecieron al alumnado, hubo una que marcó especialmente la reacción de los presentes: “Todo aquel que trabaja sentado, se va a sentir afectado por la IA”, profetizaba la diapositiva.
La prueba está en la manera en la que las tesis que pretendían ofrecer una visión futurista sobre la tecnología se han acabado desvaneciendo en muchos casos. Ese devenir “apocalíptico” estaba repleto de robots humanoides, pero no de estructuras capaces de generar contenidos, con implicación directa sobre las imágenes, los textos, los archivos… “Es por ello por lo que decimos que los primeros que van a experimentar las consecuencias, y no necesariamente sufrirlas, van a ser los que trabajen con un ordenador”.
“Hay muchas cosas contraintuitivas en el despliegue de la IA. Una es la que acabamos de exponer. La otra tiene que ver con la creatividad, considerándose como una condición única del ser humano que nos hace especiales. Por lo tanto, genera cierto recelo ver cómo puede estar en manos de una máquina. Provoca un poco de bajón concluir que la creatividad es un conjunto de reconocimiento de patrones, más cierto componente aleatorio, que pasa en nuestro cerebro”, describe Ortiz.
Humor y rigurosidad
De esta forma, el metaverso, la que parecía ser la gran revolución tecnológica, acabó dejando paso a otra forma de relacionarnos con las ciencias: “¡Cuánto dinero estaría ganando Mark Zuckerberg si cuando le cambió el nombre a Facebook le hubiera metido algo con IA en vez de Meta!”, bromean.
La forma que tienen de desarrollar el podcast está repleta de estos golpes humorísticos: “Se pueden hacer estos trabajos desde Málaga. La demostración de eso es lo mal que pronunciamos los nombres de las empresas. Por ahora no se han ofendido mucho ni por temas de acento ni por nada de eso”, explica Zavia.
Pero ese carácter ligero y de “cierta compañía” no quita que busquen la rigurosidad en todos los episodios: “Ni nos ponemos intensos ni profundos, pero buscamos que esa dinámica de dos amigos charlando sea el tono”, concluyen.
Puerta grande o enfermería
En el último año, los titulares de prensa generalista en los que ChatGPT anticipa el fin del mundo o selecciona los municipios más bonitos y feos de España se han multiplicado. Sin embargo, más allá de la lectura imprecisa que este tipo de contenidos hacen de la IA, las ideas “más locas” no siempre llegan de la mano de los periódicos.
“Hay proyectos loquísimos alrededor de este mundo. Se está haciendo una especie de test de Rochard para ver cómo se posiciona cada uno en un entorno que es una gran incógnita”, explica López.
Así, recuerda el caso del divulgador estadounidense Yudkowsky, quien alertó, a los pocos meses, del riesgo civilizatorio que conllevaba el avance de esta tecnología. La propuesta al respecto era clara: hay que bombardear aquellos sitios en los que haya tarjetas gráficas. No es la única propuesta descabellada, otro científico indio creó un chatbot para poder hablar con Goebbels y Hitler: “A veces en los negocios hay que arriesgarse”, bromean.
Todas estas “idas de olla” aparecen recogidas con asiduidad en una sección de ‘Monos estocásticos’ que lleva por título Puerta grande o enfermería. Porque a veces, las cornadas son el único camino para llegar a la gloria.