En unos tiempos donde la simple decisión de qué vehículo escoger a la hora de comprar uno es tan complicada, llega Mazda ofreciendo una versión diésel de 3.3 litros y seis cilindros en línea de sus motores Skyactiv. Un shock para la oferta general que ofrece el mercado, que se ha decantado por otros derroteros, pero que Mazda no quiere seguir, al menos en su totalidad de modelos. Me gusta que no se conforme y que nade a contracorriente. De hecho, lo lleva haciendo varios años, con motores que no siguen las tendencias del mercado. Pero el resultado le está dando parte de razón.
Antes de empezar con la prueba, dejadme que os diga que hacer 1000 kilómetros sin repostar es algo que muy pocos coches consiguen y un sueño para los eléctricos a batería, al menos por ahora. Pero es que, además, que lo consigan teniendo la tarjeta Eco de la DGT, se cuenta con los dedos de una mano.
La demonización del diésel por parte de los gobiernos ha hecho que este tipo de motores ahora sean solamente el 14% de los que se matriculan cuando hace solo cinco años suponían el 68% de las ventas. Sin embargo, ser diésel, gastar muy poco, cumplir con las estrictas normas anti contaminación y tener tarjeta Eco es perfectamente posible. Y en el Mazda CX 60 tenemos la prueba.
El CX 60 es un SUV de gran tamaño, de 4,75 metros de longitud. Cuenta con el perfil visual típico de Mazda, nada estridente ni arriesgado, conservando la elegancia de lo clásico. El interior es visualmente atractivo, renunciando por suerte a la tendencia de los botones táctiles, que se está imponiendo en otras marcas. Salvo en la gran pantalla táctil, los botones principales siguen siendo los clásicos, intuitivos y mucho más fáciles de usar. Los acabados rayan a gran nivel y los materiales usados, algunos provenientes de otros reciclados, son sorprendentemente altos en cuanto calidad. Está dotado con todo lo que hoy día puede tener un vehículo en cuanto a equipamiento y seguridad, basado en tres niveles de acabado.
El motor que montan las versiones diésel es el mismo, pero con dos niveles de potencia, uno de 200 cv que solo está disponible con tracción delantera y otro de 254 cv asociado a la tracción total, los dos con una pequeña hibridación eléctrica para mantener el coche a modo vela e incluso apagar el motor diésel en marcha. En los dos casos su agrado de utilización es soberbio, sin vibraciones y con la comodidad del cambio automático que montan exclusivamente. Si no tenemos muy nervioso el pie derecho podemos estar por debajo de los 6 litros de consumo medio de manera habitual, algo sorprende para un vehículo de casi dos toneladas de peso.
Dinámicamente se han ajustado las suspensiones primando la comodidad antes que la efectividad. Por ello, se siente mejor en largos trayectos por autovía y autopista, su terreno natural, mucho mejor que en carretera de curvas, debido a unas suspensiones blandas que priman su excepcional confort de marcha.
Con el precio del combustible diésel por debajo de 1,50 euros y con su capacidad de hacer kilómetros sin repostar, atravesar la península con el Mazda CX 60 diésel, sobre todo con la versión de 200 cv y tracción a un eje, se convierte en algo posible sin necesidad de parar, aunque nuestro cuerpo nos lo pida.
La gama parte desde los 51400 euros con el motor de 200 cv hasta los 62.100 euros de la versión 4x4 de 254 cv y equipamiento más alto, que es la que hemos probado gracias a Mazda. Lo dicho, todo un desafío a las tendencias actuales.