Detrás de cada hortaliza que se pone sobre el plato, existe una larga cadena en la que entran en juego factores como la constancia, el esfuerzo y el cariño. Al menos esos son los valores principales que vertebran el sistema de trabajo de Sigfrido Molina, un agricultor malagueño que, en 2012, cansado de la situación, decidió cambiar su modo de vida. Fundó Sigfrido Fruit y desde entonces lidera un proyecto en el que el aguacate se da la mano con el marketing, la tecnología y las iniciativas sociales y culturales: "Tengo un compromiso con mi familia, mi equipo y la sociedad".
¿Cómo nace este proyecto empresarial?
Sigfrido Fruit es la empresa de un agricultor, que soy yo, que en 2012 cambió radicalmente su mundo y decidió emprender directamente vendiendo mi propia producción. Comencé a sacar al mercado lo que había generado en mis campos y lo comercialicé. Tenía claro que no se le estaba dando la importancia que merecía al buen hacer de los agricultores. Tampoco se valoraba lo suficiente el producto, considerándose todos iguales, los de más calidad y los que menos.
Había factores que no se tenían en cuenta. Por ejemplo, la diferente entre un aguacate que ha pasado 23 días de tránsito en una nevera refrigerada, y uno que a los dos días ya está en el centro de Europa, con unas propiedades organolépticas y naturales no alteradas. Se nos trataba de manera genérica, así que le di varias vueltas de tuerca: empecé a mimar a los trabajadores, dándoles el cariño que necesitan. Al final, estamos doce meses cuidando a las plantas, y tenemos que recibir ese afecto un día al año, cuando nos compran la fruta. Era algo que no sentía, y que ahora sí lo estoy haciendo.
Como el producto está mimado, lo doy a conocer tal cual al cliente. ¿Y quién es el cliente? El mayorista o el supermercado que decide poner los ojos en ti justificando que no compra solo aguacates, sino unas características concretas de calidad. Eso es lo que he intentado transmitir con una imagen de marca, comunicación y buen servicio. Lo que hago es garantizar una experiencia más que satisfactoria cuando hacen un pedido.
El marketing es una disciplina tan amplia que abarca muchos sectores. ¿Ocurre también con la agricultura?
Me lo decía el otro día Remedios Cervantes; sin quererlo, he conseguido que un aguacate sea influencer. Hay personalidades o productos que, por muchas inversiones en publicidad que hagan, no consiguen tener unos estándares tan altos. Esto es constancia, estar todos los días y tener una meta que me planteé en 2012, hace 10 años. Yo trabajaba muchísimo y no estaba a gusto. He tenido momentos buenos y malos, como cualquier emprendedor que al principio no tiene los resultados. También he pasado por mis crisis, pero ahora puedo decir que mi trabajo es mi hobby y cuando uno lo siente así, lo transmite a sus compradores y a sus trabajadores.
En 2021 movimos entre 6 y 7 millones de kilos, con una producción de 14 millones de euros
Uno de los problemas que más sufre la agricultura es la cuestión del agua. ¿De qué manera afecta a su producción?
Soy de Alcaucín, siempre he estado en el campo y siempre hemos tenido ese hándicap: el agua. No es algo de 2022, ni del siglo XXI. Es verdad que cada vez que llueve, el pantano de Viñuela se llena, y con ese embalse tenemos para sacar el año hídrico adelante. Con el incremento de plantaciones de mango, aguacate y hortícolas en general se hace un poco más patente esta situación.
Además, hay que tener en cuenta otro factor. Los agricultores cada vez están más en el carro de las nuevas tecnologías y las comunicaciones. Antes no existían grupos de WhatsApp en los que se hablaba de lo mal que estábamos; ahora se transmite más. La realidad es que nos encontramos en Málaga, clima mediterráneo, bajas pluviometrías (500-600 litros por metro cuadrado al año) y en esas cifras estamos. Lo que ha ocurrido es que antes caía algo en septiembre-diciembre, y este año no ha sido así, pero es que es así es clima mediterráneo. Cinco o seis años de sequía y uno con mucha lluvia, que se está haciendo esperar. No es algo nuevo, solo que lo comunicamos más, porque ahora hay asociaciones, como Asaja o la Asociación de productores de frutas tropicales de la Axarquía, que se están encargando de transmitir esta demanda.
¿Podemos hacer comunicaciones entre embalses y cuencas? Sí, pero se tendría que haber hecho hace 25 años. Ahora lo vamos a iniciar y vamos a tener que esperar ese tiempo. Cuando antes se empiece, antes se terminará.
En estos 10 años que han pasado desde que arrancó el proyecto, ¿cómo ha evolucionado el sector?
Hemos cambiado mucho la tecnificación de los campos. Antes abonábamos con una abonadora simple; ahora tenemos maquinaria que mide las unidades exactas de productos químicos que hay que aplicar. También pasa con el agua o la salinidad. Eso nos ha ayudado a cuidar la salud de nuestras plantaciones.
Yo empecé en un almacén de alquiler, y ahora tengo uno propio. Hemos empleado técnicas que en su momento no podía ni imaginar. Por ejemplo, neveras con maduración y control de humedad, que nos permiten acelerar este proceso de forma natural para dar servicios a los clientes que nos piden fruta lista para comer. Controles de frío, para evitar que se rompa la temperatura gracias a los congeladores. Tecnología en todos los sentidos: también para satisfacer las necesidades de aquellos clientes que, con esto de la pandemia, han empezado a comprar online. En 2021 crecimos un 570% con respecto a 2020, pero es que en 2020 también habíamos crecido enormemente sobre el 2019 en este sentido.
Tengo un equipazo reconocido y valorado que se siente en familia cuando nos reunimos. La plantilla media es de 40 personas. Además, nos movemos en un porcentaje de crecimiento del 20-25% anual. Ahora mismo estamos trabajando en nuevas instalaciones en la Axarquía, construyendo 4.500 metros más de nave industrial, cámara frigorífica y almacenamiento para seguir dando servicio a nuestros clientes.
¿Cuál es la producción generada en un año?
El año pasado movimos entre seis y siete millones de kilos, de los cuales la producción propia es ínfima. Mis plantaciones, las últimas, están pendientes de dar su fruto, algo que sucederá dentro de dos o tres años, que será cuando comience a ver resultados. Mi empresa no es una cooperativa. Una cooperativa es una asociación de agricultores que se asocian para comercializar su producto. Yo no me he asociado, sino que tengo una sociedad limitada unipersonal y soy socio único de esa empresa. Todo lo que vendo es de lo que produzco, compro a mis agricultores (que visito durante todo el año para que sepan que estoy ahí) y de las exportaciones de Perú, Chile, México o Kenia que traigo cuando acaba la temporada española. Todo eso suma esa horquilla de entre 6 y 7 millones de euros, con 14 millones de facturación.
También es conocido por sus actividades de carácter social (Soho Banderas, Neuronax). ¿Las empresas tienen que salir de su zona de confort e ir más allá de su sector?
No lo he planteado así. Soy una persona que tiene un compromiso con su familia, su equipo y la propia sociedad. Me siento responsable de dejar una huella, que será lo que quede de mí en el futuro. Cuando han llegado las vacas flacas, y no me ha ido bien, he estado siempre para ayudar. Ahora que me va bien estoy apoyando mucho más en tres ámbitos fundamentales: social, cultural y el medio natural.
Con respecto a esto último, estoy promoviendo un vivero con una asociación de Periana para replantar bosques quemados. Producimos una huella de carbono con nuestros camiones y la gestión de barcos, así que tenemos que actuar contra esos efectos. Una manera de hacerlo es replantando las zonas desarboladas por el abandono o los incendios.
En cuanto a la parte cultural, el hecho de asociarme con Antonio Banderas y su fundación me reporta un bienestar porque ayudo a alguien que ayuda a Málaga a crecer, aunque ahora estemos más centrados en sus dos musicales. Banderas es alguien muy generoso que ayuda a mucha gente a través de la Fundación Lágrimas y Favores.
Por otro lado, el área social. Colaboro con la fundación Querer, que trata a niños con problemas neuronales cuyos padres necesitan de medios. He patrocinado proyectos en los que estos niños han diseñado unos calcetines con aguacates y me he hecho cargo de producirlos para que la asociación los venda y saque fondos. He creado la Beca Sigfrido Neuronax, que cuida a niños con parálisis cerebral. Me he hecho cargo de un niño que sus papas no tienen ni para llevar a ese niño. La beca va directamente al centro para que lo cuiden. También hemos colaborado con el Banco de Alimentos o la Fundación Victoria.
Mañana a lo mejor no estoy en este mundo, y esta es la manera de la que me puedo ir tranquilo. Lo que siento es que otras personas no lo vean así, porque esta sociedad necesita de empresarios como Antonio Banderas, que es un ejemplo. Por eso estoy ahí.