Un terromoto que ha durado tres días llamado UCAM Murcia ha pasado por Málaga para dejar al Unicaja sonado, casi en la lona salvo milagro, y que ha puesto boca abajo las semifinales de la ACB con un 0-2 en el Martín Carpena siendo mejor durante ochenta minutos de eliminatoria. Nada pudo hacer tampoco en el segundo envite Ibon Navarro ante Sito Alonso, dueño del plan durante los dos partidos, que los manejó como nadie, el segundo para ganarlo por 83-101, jugando a su antojo, divirtiéndose en el último cuartod con las gradas vaciándose a falta de tres minutos. El Unicaja iba a pelear la liga, y si termina haciéndolo, será que se ha obrado una gesta en Murcia. Ahora mismo parece imposible.
Como en el primer partido, Unicaja sólo estuvo por delante en el marcador de manera anecdótica durante el duelo, no fue capaz de frenar a un UCAM en estado de gracia, al que le entraba todo, pero que desde la zona que empezó a poner en práctica en Valencia anuló al campeón de la BCL y de la liga regular durante todo el encuentro. La afición murciana acabó entonando el "Ibon tiene un plan" mientras el marcador reflejaba una ventaja de veinte puntos. En Málaga nadie sabía cómo. Un palo tremendo.
En una continuación del primer partido, el ritmo en el arranque fue el que quiso UCAM, abriendo una brecha de ocho puntos (6-14). Sólo fue por delante Unicaja tras la primera canasta de Perry, en el quinteto inicial en el que también estaba Will Thomas. Sintomático. El 9-18 tras una pérdida de Sima obligó a Ibon a pararlo porque su equipo no estaba. Nada lo enchufaba. Y tampoco había defensa verde, más preocupante aun. Y lo que Unicaja necesitaba tras el varapalo del martes eran buenas sensaciones que no llegaban. Pero resultó que Murcia estaba siendo un equipo irreductible. Nadie era capaz de doblarle la mano. Sito Alonso apretaba los puños en la banda tras un dos más uno de Morin que mantenía la renta siete puntos a falta de un minuto para el final del cuarto, que acabó con un 21-25 tras dos tiros libres anotados por Ejim. Pero era Kameron Taylor el que había metido otra energía a Unicaja. Un arma nueva en este partido.
En el segundo parcial Murcia siguió encontrando a hombres libres y menos libres para meterlas desde la línea. Sleva con Ejim encima, Caupain solo como la una... No reducía Unicaja la renta, no era capaz de correr, no podía con la defensa de Sito Alonso, que empezaba a sacar de quicio a todo el mundo. Seguía su plan a rajatabla. Como cuando por fin Kendrick Perry igualó el marcador desde la línea con el 35-35. Volvió a parar el partido con un tiempo muerto. No quería las muñecas cajistas calientes. Kalinosiki adelantó a Unicaja con un tiro libre (40-39), y lo siguiente fue la imagen de Morin sangrando y yéndose a los vestuarios encarándose con la grada. Osetkowski le había dado un codazo en la cara cuando agarraba un rebote. Fue falta del de Martinica, máximo anotador del duelo hasta ese momento con once puntos. El '1' de Unicaja anotó los tiros y los de Ibon marcaron la máxima con un +4 a falta de un minuto para el descanso. Nada que Kurucs no contrarrestase con un triple. Todo le salía a Murcia, ni un momento de viento en contra en la eliminatoria hasta el momento. 45-44 al descanso pero mucho que repensar el Unicaja en el vestuario.
Un último cuarto para olvidar
El 2+1 de Alberto en la primera jugada del segundo tiempo no sirvió para impedir que Murcia, en el primer minuto mandara de nuevo. No cedía nunca la iniciativa la escuadra de Sito Alonso. Se fue de nuevo el equipo visitante a los cinco puntos de renta con el 54-59 y Unicaja sin saber qué hacer, cómo frenar a Ennis, como encontrar tiros... Sima sostenía a los malagueños como podía mientras Kurucs lo metía todo (acabó con 21 puntos). Hakanson ponía otra máxima con el 56-65 con 4:38 por delante en el tercer cuarto. Se estaba yendo Unicaja del partido, se estaba apagando el pabellón, resignado ante la evidencia. El favorito parecía UCAM, que llegó a ponerse +13 (61-74).
Y a más que se fue en la última manga con el 61-75 nada más arrancar el cuarto. Nada de lo que había hecho Unicaja hasta entonces valía. Había que darle la vuelta a todo en los últimos diez minutos. Y no se le dio. No había ideas ni en el banquillo ni en la pista. Era un equipo cabizbajo, que contagió al Carpena, o fue al revés. El palacio era un jardín para Murcia, ¡qué manera de controlar la situación! Unicaja era incapaza de romper la barrera psicológica de los diez puntos mientras el reloj andaba. Lo intentó Alberto Díaz con una secuencia de cinco puntos para el 73-83 y el consiguiente tiempo de muerto murciano. Pero tampoco. La respuesta fue irse de quince puntos y la gente desfilando por las escaleras del Carpena con tres minutos y medio por delante. Al final fue un -18 (83-101), un terreno desconocidísimo para los de Ibon Navarro. Ahora tiene que hacer algo que le ha resultado familiar en estas dos temporadas, ganar en Murcia. Lo ha hecho hasta en cuatro ocasiones. Sabe cómo se hace. Para eso, tiene que volver el Unicaja que había antes de esta semana. Se lleva el aliento de la grada que al final acabó cantando el himno, en busca del milagro.