La pequeña Sofía tenía claro su objetivo desde que el autobús del Unicaja de Málaga, reciente campeón de la Basketball Champions League, partió desde el pabellón de Los Guindos: tenía que lograr acabar la jornada con su camiseta repleta de las firmas de sus jugadores favoritos. Sin embargo, no contaba con que el bus de los campeones de Europa iría tan rápido ni que las inclemencias meteorológicas serían tan molestas harían tanto acto de presencia.
Sin embargo, como dice el refrán, quien algo quiere, algo le cuesta. Si aceleraba el autobús, más aceleraba ella corriendo por la inmensa calle Pacífico. Era inevitable mirarla. En ocasiones, se quedaba atrás por intentar lanzar a los jugadores su camiseta. Pero no llegaba, así que la recuperaba del suelo y volvía a dar un sprint hasta ponerse a la altura del autobús.
Lejos de rendirse, siguió recorriendo metros hasta que gracias a los compañeros de la prensa el entrenador de Unicaja, Ibon Navarro, se dio cuenta de lo que estaba haciendo. El coach cazó al vuelo la camiseta de la cría y logró que todos los jugadores se la fueran firmando. Su cara era la viva imagen de la alegría. Estaba ahogada, pero había merecido la pena.
Lo que no esperaba es que el club le abriría la puerta en uno de los semáforos por su implacable esfuerzo. Durante un tramo de la calle Pacífico, la chica estuvo rodeada de los jugadores, absolutamente alucinada, asegurándose de que todos le habían firmado. Un gesto brillante del club que no cuesta nada y que, sin duda, ha hecho la niña más feliz del mundo a Sofía, que bien podría fichar cualquier club de atletismo de la provincia.