María Ramos es profesora de El Divino Pastor y este mes se ha despedido de él por jubilación. El viernes se levantaba con una sensación extraña en su interior. Si tan bonito es vivir la primera vez en tu puesto de trabajo, qué difícil es afrontar la última sin acabar resquebrajándote por la emoción.
Llegaba la hora de vivir su última clase como profesora activa. Era en sexto de primaria, tenía que dar Matemáticas. Los chavales habían hecho un examen de problemas y algunos no terminaban de captarlo. "Venga, aunque sea mi último día, vamos a aprovechar para repasar y que se os quede bien", les dijo María.
La profesora suele meterse tanto en su papel que, en ocasiones, el profesor que acude a la clase a la siguiente hora tiene que avisarla siempre. "Aquel día no fue menos, a mí se me fue el santo al cielo y Francis [otro profesor] tuvo que venir a avisarme de que ya era la hora, pero yo no esperaba lo que venía", cuenta.
Francis Lorente, uno de los profesores del colegio, y varios alumnos, anotaban en la pizarra de clase diariamente la cuenta atrás para la jubilación de María. Aquel viernes el contador estaba a cero. Al acabar la clase, Francis entró a avisarla, pero esta vez no era por pasarse de tiempo, sino para darle una gran sorpresa.
"Los más malos cuando veían que cada día quedaba menos me decían que no querían que me fuera. Es curioso, pero los más malos son los que menos quieren que te vayas del colegio", confiesa con una sonrisa.
Tras ponerse los alumnos de la clase en pie mientras aplaudían, María comenzó a hacer un recorrido por el colegio, que estaba repleto de alumnos de todas las edades y profesores que incluso ya estaban jubilados. "Aún tengo un pellizco en la garganta y me emociono cada vez que hablo de ello. Fue algo muy bonito", dice.
Ver a esa fila de compañeros de toda la vida en el patio le rompió el alma. "Faltaban muy pocos. Uno de ellos estaba confinado y me llamó casi llorando disculpándose por no estar en la sorpresa", añade.
Una vida para la educación
Pese a que su familia siempre ha estado ligada a la educación, cuando tenía quince años y tenía que empezar a decidir su futuro nunca tuvo intención de serlo, no le llamaba la atención. Sin embargo, por circunstancias de la vida, acabó en la profesión.
Su primera experiencia fue en una clase de infantil, con la friolera de 56 alumnos de entre tres, cuatro y cinco años. "Era joven y estaba embarazada de mi hija Marta. Pero fui tan feliz que me di cuenta de que no me había equivocado", dice. Luego pasó a la primaria y desde entonces ha ido dando saltos por los diferentes cursos del colegio.
Sin embargo, muchos la recuerdan como la directora del centro. Durante algunos años compartió la dirección y subdirección del centro con otros compañeros, rotando. Pero ha pasado 32 años como directora y subdirectora. Como profesora activa ha disfrutado de 43.
"Lo mejor que me ha dado la profesión son los niños, que te llenan la vida. Ellos sabían que podían venir al despacho para contarme sus problemas. Problemas tan simples como que se les cayera un botón. Por verme, venían a mí para que se los cosiera", recuerda entre risas.
"Anécdotas hay miles. Es difícil decantarse con una. Ha habido anécdotas duras y otras muy buenas", responde cuando se le pregunta sobre sus vivencias con esos pequeños bajitos. Se emociona recordando a los pequeños que fallecieron por cáncer durante su estancia en El Divino Pastor. "No se te borran sus caras de la memoria", detalla, con un nudo en el pecho.
Ha impartido muchas asignaturas, pero la mayoría la recuerda por sus clases de Ciencias Sociales. Como buena amante de la Historia que es, ha leído cientos de libros de Historia. "Yo les contaba la Historia como un cuento o una película. Les decía que cada protagonista era un personaje. Siempre me ha funcionado, sobre todo el tema de los reyes católicos, que no se les olvida ni a la de tres", bromea.
Pese a que de este colegio han salido muchos alumnos de éxito que están triunfando, como el mismísimo Antonio Banderas, María explica que desde El Divino Pastor no hacen distinción de trato por ello. "Nos alegramos mucho al encontrarnos, por ejemplo, con un médico antiguo alumno en urgencias o cuando sabemos que a alguien le va bien, pero también recibimos con los brazos abiertos al que no consigue trabajo o no ha tenido una buena vida por cualquier tipo de circunstancia. La vida no es igual para todos", explica.
La familia
Su hermana Salvy también es profesora en el mismo colegio, al igual que tres de sus hermanos, Marinosi, José y Rogelio. Tienen otro, el más pequeño, que es magistrado y ha sido el único que no está vinculado a la educación.
Salvy reconoce que María ha significado absolutamente todo para el colegio. "Cogió la dirección en un momento muy difícil, pero consiguió salir adelante contra las dificultades. Cuidó del colegio, como le pidió nuestro padre", declara a este periódico su hermana, con orgullo.
Salvy define a María como una "resuelve problemas". Si algo les había inculcado su padre, Rogelio Ramos, fundador del colegio, es que El Divino Pastor tenía que hacer sentir al profesor, al alumno y a sus padres como en casa. "Su despacho siempre estaba abierto. Allí la gente lloraba, se quejaba y le contaba todo a María. De allí salían con paz, liberados", confiesa.
La hermana de María lamenta haber visto cómo en ocasiones le daba la sensación de que esta ha cargado un peso excesivo para un ser humano. "Nunca se rendía ante cualquier problema que apareciera", añade Salvy, que espera que ahora disfrute de todo lo que no pudo mientras trabajó, especialmente de su nieto, del que está totalmente enamorada.
María reconoce que trabajar en familia es maravilloso, pero que también tiene sus más y sus menos. "Cualquier problema que tiene cualquiera de tus hermanos te duele más porque son tus hermanos, pero en realidad nos ayudamos unos a otros de una forma increíble", dice.
Anécdotas con Banderas
De pequeños, los hermanos fueron también alumnos de El Divino Pastor que, aunque ahora esté situado en calle Gaucín, en la zona oeste de la capital, empezó estando situado en Muelle Heredia. Allí estudiaron a la vez Salvy y María, pero en distintos cursos. "Salvy fue compañera de pupitre de Antonio Banderas. Era un niño serio y discreto y jamás me imaginaría que acabara siendo el actor de renombre que es. Estuvo hasta los nueve años", recuerda con una sonrisa. En aquel entonces, le gustaba más el fútbol que la interpretación.
De pequeña, 'Mariquilla', como la llamaban, no era demasiado buena. Como no paraba, decidieron ponerla como presentadora en una función de teatro con un compañero, que resultaba ser Antonio Banderas. Coincidía que aquel día fue el último día de Banderas en el centro. "Los profesores lo pusieron porque decían que era serio, pero al final se acababa soltando. Y así acabé presentando una obra con Banderas", zanja entre risas.