Corría el año 1990 en Castellón. Antonio, malagueño y su mujer, Carmen, vilarrealense, iban camino del trabajo en coche. Ambos eran entonces compañeros en un hotel. Antonio era copiloto y Carmen iba en la parte de atrás del vehículo. En un momento del trayecto, un coche se les cruzó de frente y Antonio, que lo vio venir, le giró el volante a la chica que conducía, supuestamente para evitar un mal mayor, pero la realidad es que aquella maniobra solo provocó que él se llevara el golpe de lleno.
Antonio fue ingresado de urgencia. Pasó dos meses en coma. "Los médicos no daban un duro por él. Me decían que iba a morirse, que no iba a salir de ahí. Fueron unas semanas en la UCI muy malas", cuenta su mujer, muy emocionada.
Fruto de la desesperación, una cuñada, cuando fue a visitarle, le llevó una estampa de Nuestro Padre Jesús de la Misericordia, el Chiquito perchelero, del que es muy devoto. "Al parecer, cuando me la pusieron debajo de la almohada, di un bote", cuenta Antonio. Por su parte, Carmen, llora al recordar el momento: "El Chiquito estuvo con nosotros. Fueron un total de tres años después del accidente muy difíciles. Diálisis, operaciones...".
Antonio se crio en el barrio de El Perchel, aunque nació en Álora. "De jovencito, yo vivía en calle Eslava. Como joven que era íbamos a las procesiones con los amigos y de allá para acá. Nos encantaba el Chiquito, nunca fui hermano principal, pero pocas veces me he perdido yo una salida o un encierro. Además, mi familia ha seguido saliendo pese a que yo estoy lejos, viviendo en Castellón", expresa Antonio.
Llegó a Castellón en el año 1988, junto a Carmen, su segunda mujer. Llevan 35 años juntos. Ella era cofrade, pero reconoce que la Semana Santa de Villarreal no tiene nada que ver con la de Málaga. "Cuando nos conocimos, lo primero que hice fue llevarla a la Semana Santa de Málaga", cuenta Antonio, mientras que su mujer ríe, a la vez que confiesa que se pasó toda la semana llorando. "Para mí fue muy emotivo e impactante", declara.
Desde que ocurrió el accidente, no han faltado ni un Jueves Santo en Málaga. Solo les frenó la pandemia y ahora el estado de salud de Antonio. "Ya tengo 75 años y la edad se va notando. Igualmente estoy chungo para viajar", lamenta. Así, Carmen, de 71, asegura que igualmente siguen al Chiquito desde la distancia. "Nos ponemos la retransmisión en televisión, en 101, y a veces vemos más detalles que si lo viésemos en persona", cuentan entre risas.
Tanto les marcó aquel "milagro" del Chiquito, que en el año 2000, cuando decidieron abrir en Castellón una cafetería no lo dudaron dos veces: se llamaría El Chiquito.
"La hemos tenido abierta 17 años, hasta que ha llegado el momento de jubilarnos", cuenta.
La devoción al Señor de la Misericordia es conjunta, pero esta también persiste en su familia que vive en Málaga. Su hija Marina, con la que ha podido hablar este periódico, dice que el Jueves Santo es su día grande, aunque también el Sábado de Pasión, cuando se realiza el traslado de la hermandad: "Si los trabajos lo permiten, bajamos por la mañana el Jueves Santo, vemos el ambiente y nos tomamos una cervecita con esas personas que tanto nos alegra ver de Jueves Santo en Jueves Santo. Mi hermano y sobrinos siguen saliendo en procesión. Yo voy a verla salir siempre y lo sigo lo que puedo por el centro. En el traslado, suelo ir detrás ahora que mi madre no puede, porque también está regular. Mi abuelo materno también fue siempre del Chiquito".
La devoción al Señor de la Misericordia, conocida esta historia, no entiende de fronteras ni kilómetros. Cuando a las ocho de la tarde las puertas de la casa hermandad se abran, Antonio, desde Castellón, se santiguará desde el sofá de su casa acompañado de su mujer. "Le debemos mucho, siempre estuvo con nosotros", concluyen.