El viernes ya se pudo ver que había ganas. El Perchel, en las dos riberas de la cicatriz de la Avenida de Andalucía, congregaba a cientos de personas en las puertas de las casas de hermandad de las Archicofradías de la Esperanza y la Expiración. Casi a la par, la Virgen de los Dolores del Perchel y la Virgen de la Esperanza realizaban sus escuetos traslados. Primer acto con éxito de público. Aunque ya se había visto antes, la constatación de que Málaga quería cofradías estaba más que clara.
El sábado fue la definitiva prueba. Por la mañana la Divina Pastora de las almas, del barrio de Capuchinos, salía en rosario vespertino (a mediodía) para alcanzar pasadas las 13:15 la Parroquia del Buen Pastor, donde estuvo en veneración hasta las cinco de la tarde, cuando las andas que portaban a la imagen partieron de nuevo hacia la Parroquia de la Divina Pastora y Santa Teresa.
Quizá el primer momento cofrade -en el sentido más antropológico de la palabra- se vivió a las puertas de San Julián, donde a las 18:15 asomaba ya la Virgen de la Oliva, titular letífica de la Archicofradía del Huerto. Un trono sencillo, sin cajillo, con los arbotantes del trono del Señor y un conjunto ciertamente efectista. La banda de música de la Vera-Cruz de Almogía puso la música. Al llegar a la plaza de la Constitución el cortejo se encontró con una manifestación negacionista (de las vacunas, no de las hermandades). Se ralentizó el transitar, pero el público acompañó a la procesión en buen número.
Con cierto retraso y una gran expectación, la Virgen de la Paloma salía en torno a las 19:45 desde la capilla de la Plaza de San Francisco: sones de la Agrupación Músico Cultural de la Santa Vera Cruz, La Pepa, de Alhaurín el Grande, para el inmenso trono. La salida a Carretería fue, como habitualmente, una aplaudida maniobra que no estuvo exenta de complicaciones.
Y fue una salida extraordinaria -con motivo de los 50 años de la hechura de la imagen- que vivió algún que otro altercado. Lejos de quedarse en mera anécdota, uno de los arbotantes traseros del trono de la Virgen parecía excesivamente despegado del canasto. Así, fueron diversos los momentos en los que se plantearon soluciones: desde retirar el elemento ornamental y transportarlo con una grúa hasta la casa hermandad -algo que se meditó seriamente en la entrada a calle Alcazabilla- o, como ocurrió, amarrar con cinchas los brazos a la barra de palio.
El riesgo desapareció, aparentemente, con esta solución, y la Virgen de la Paloma procesionó por calle Larios bajo las bóvedas de la iluminación navideña. La entrada se produjo ya camino de las tres de la madrugada.
En el tiempo que La Paloma estaba en la calle, otras procesiones tuvieron lugar. Por un lado, el traslado en rosario vespertino de la Virgen de Consolación y Lágrimas. La Archicofradía de la Sangre realizó un escueto recorrido para llevar a la Virgen hasta su trono procesional. El próximo sábado participará de la procesión magna con motivo del centenario de la Agrupación de Cofradías.
También se trasladó, a partir de las ocho de la tarde, al Cristo de la Columna, de la Cofradía de los Gitanos. En unas sencillas andas, el Señor fue acompañado de su banda de cornetas y tambores. La hermandad también participará con su titular en la magna Camino de la Gloria.
Por último, este domingo se celebran los traslados de la Exaltación, desde San Juan a la casa de hermandad a las 9 de la mañana, y de la Pollinica, desde San Agustín a calle Parras a las 13 horas. En la mañana tendrá lugar el rosario de la aurora de María Santísima del Rosario en sus misterios dolorosos, titular de la Hermandad Sacramental de la Sentencia. La salida está prevista a las 7:45 y la llegada del rosario a la iglesia de Santa Ana, sede de la Cofradía del Sepulcro, a las 9 horas. Tras un breve acto, en torno a las 9:15, se incorporará la banda de la Soledad de Mena, que acompañará a la procesión de alabanza hasta la Parroquia de Santiago.
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