La tarde del miércoles 19 de junio, Juan Alberto decidió acudir con su hijo de ocho años a la piscina municipal de Benahavís en otro horario distinto al que suelen ir habitualmente. También se sentaron en una zona del recinto en la que tampoco suelen ubicarse con frecuencia. “Paradigmas del universo, supongo”, dice tímidamente, aún sin palabras por todo lo que vivió aquel día.
Aquella jornada, la piscina no estaba demasiado llena. Mientras su pequeño se unía a su pandilla de amigos, él comenzó a ponerse el bañador de natación. Es muy deportista y suele entrenar en esta pileta siempre que puede. Sin embargo, sobre las 17.15 horas, el grito de una mujer que pasó caminando apresuradamente tras él le trastocó los planes: “¡Mi hijo!”.
Juan Alberto, que está formado como entrenador personal y técnico en salvamento acuático, aunque ya no ejerce de ello, giró la cabeza hacia su izquierda y vio al pequeño boca bajo en la piscina, con claros síntomas de ahogamiento. Dada una triste adversidad que vivió en el pasado, no dudó ni cinco segundos en lanzarse a la piscina a por el niño, Naím, de solo cinco años. El socorrista se había despistado y la madre estaba atendiendo a su otro hijo justo en ese momento. "Si no llego a haber ido a esa hora, ni me hubiera sentado donde nos sentamos, igual hubiese ocurrido otra cosa", cuenta.
A Juan Alberto le gusta calificar la situación que se vivió en la piscina este miércoles como “una cadena humana”. “Esto no se trata de heroicidad, sino de humanidad. Actuamos Eugenio Guerrero, trabajador de la piscina; una enfermera australiana llamada Abbie Harpur y una médico anónima. Sin estas tres personas, igual yo tampoco hubiera podido completar el ciclo. Lo sacamos de la piscina, le hicimos la reanimación, el masaje cardíaco y el boca-nariz. Pusimos en marcha el protocolo”, explica.
Así, asegura que la Guardia Civil, la Policía Local de Benahavís y especialmente el 061 llegaron “en tiempo récord” e hicieron todo lo posible para que el chaval, nunca mejor dicho, “saliera a flote”. “Se alinearon todos los astros, yo creo mucho en las señales y un ángel bajó de arriba para ponernos a todos allí”, expresa, algo emocionado.
Su ángel
Juan Alberto, que es catalán de nacimiento y de padres andaluces, lleva empadronado en Benahavís desde hace cinco años, aunque lleva en Málaga desde el 2000. En 2018, su vida dio un vuelco de 180 grados. Su hija fallecía apenas 21 días después de nacer por una muerte súbita. “Murió en mis manos mientras intentaba hacerle una reanimación cardiopulmonar. Hice todo lo posible por salvar su vida, como he hecho con Naím. Pero con ella no fue posible”, dice.
En aquella ocasión, continúa Juan Alberto, el Servicio de Emergencias 112 tardó más de treinta minutos en llegar, por ello aplaude la organización de los diferentes cuerpos de seguridad con el caso del pequeño Naím. “Yo quiero creer que ella tuvo algo que ver en todo lo que ha pasado. Ella me puso allí. Te puedo asegurar que llevo dos días donde siento que me he quitado una espinita que tenía clavada desde entonces”, cuenta.
Perder a una hija es algo que jamás podrá superar, pero haber podido ayudar a Naím y su familia ha sido un regalo que no va a olvidar en la vida y espera reencontrarse con él pronto. El pequeño se encuentra fuera de peligro y sigue recuperándose en el Hospital Materno Infantil de Málaga, hasta donde fue trasladado por el helicóptero del 061.